Cómo una madre ansiosa que está esperando un bebé podría usar el Salmo 139 para orar por su hijo que aún no nace.

No subestimemos los sacramentos. Son mucho más profundos de lo que nos atrevemos a comprender. Refuerzan la buena noticia que Jesucristo nos presentó en la Palabra escrita. Nos presentan a Cristo y nos llevan a Él.

El Reino viene cuando y donde el Rey es conocido. Cuando Jesús es amado y adorado y es en quien se cree, ahí está el Reino de Dios entre ustedes.

Grabadas sobre nuestros mejores éxitos, nuestros mejores trabajos, nuestros mejores momentos habrá dos palabras: cosas recibidas; o una palabra: gracia.

Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial (1 Corintios 15:49). Después de una vida de Pascuas, podría ser difícil ponernos en las aturdidas y miserables sandalias de aquellos que de verdad lo vieron morir. Sin duda, Él les había dicho que ocurriría (con un desconcertante detalle, Marcos...

¿Cómo el Señor Jesucristo pudo soportar el sufrimiento y la vergüenza de la cruz?

¿Qué pensamientos atravesaron la mente de los ángeles cuando contemplaron a su Creador inclinarse para lavar pies humanos? ¿Qué habrán pensado al ver al Santo tomar agua y lavar esos dedos callosos, sudorosos y feos?

Imagina cómo el Evangelio podría desplegarse por el mundo que observa si las iglesias estuvieran llenas de mujeres con mentalidad bíblica que abrazan la autoridad ordenada por Dios como una bendición en lugar de una carga.

¿Qué tipo de encanto engaña y en cuál debemos alegrarnos? ¿Qué tipo de belleza es pasajera y cuál debemos admirar?

Sin la ley, la gracia es barata. Sin la gracia, la ley de Dios es aplastante. Alabado sea Dios por darnos ambas.

Dios es justo y bueno, y Dios siempre hace lo que es justo y bueno.

El Dios que creó a los niños con Síndrome de Down también es el Dios que nos salvó cuando nosotros no sólo teníamos discapacidad, sino que estábamos muertos.

Hermanos, debemos darnos cuenta de que el orgullo está en la raíz de todo abuso de autoridad: en casa, en el trabajo, en la iglesia, en todas partes. Asimismo debemos darnos cuenta de que la humildad es la clave para evitarlo.

Traer a Cristo a toda interacción y a toda relación es la obra de hacer discípulos.

Dios no es injusto cuando escoge soberanamente ser inmerecidamente bondadoso con algunos y no con otros. Y ninguno de nosotros merece la bondad de Dios.

La obsesión con la imagen, sin importar cuán perjudicial sea para tu salud o bienestar, es una forma de orgullo y autoadoración.