«Estoy aquí tratando de lidiar con mis emociones fuera de control», me escribió una amiga por correo. «Estoy pasando por uno de esos momentos especiales cuando de la nada reaccionas exageradamente con ira ante las cosas más tontas que ayer no te perturbaban. En serio, no es broma». Esta es una mujer piadosa que es conocida por su firme confianza en Dios, pero, como todas nosotras, tiene esos momentos en los que se siente como si sus emociones se hubieran apoderado de ella y apropiado de su progreso espiritual.
Entonces, ¿cómo manejamos nuestras emociones? ¿Cómo las arreglamos cuando están rotas? ¿Cómo evitamos que nuestras emociones tomen el control de nuestras vidas?
Dios no nos ha dejado solas en el manejo de nuestras emociones. Él no dijo: «toma, te doy este revoltijo de confusas emociones. Espero que puedas resolverlas por ti misma». No, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos en su Palabra para aprender a lidiar con nuestros sentimientos y glorificarlo con nuestras emociones.
1. Comienza con Dios
Cuando se trata de nuestras emociones, tendemos a comenzar con cómo nos sentimos, cómo queremos sentirnos y cómo otros esperan que nos sintamos, en vez de con Dios. Debido a que el pecado impregna nuestras emociones, somos más propensas a irnos hacia adentro con nuestras emociones, en lugar de ir hacia afuera, hacia Dios. Las emociones más fuertes que tenemos se dirigen hacia lo que nosotras queremos, lo que nosotras tememos, lo que nosotras atesoramos y lo que nosotras despreciamos. Buscamos emociones para nuestra satisfacción egoísta. Tomamos el regalo de las emociones que vienen de Dios y las torcemos hacia nosotras mismas. Y cuando comenzamos con nosotras mismas, en lugar de con Dios, nuestras emociones siempre serán confusas y difíciles de manejar.
No obstante, cuando comenzamos con el dador de las emociones, nos sentiremos bien y aprenderemos cómo manejar nuestras emociones correctamente. Primero, debemos arrepentirnos de nuestras búsquedas emocionales egoístas y recibir el perdón que está sólo disponible en la cruz. Entonces, pregúntate: «¿cómo quiere Dios que yo me sienta?». Este es el lugar donde deberíamos comenzar.
2. Mantente alerta
«Estén alerta y oren para que no caigan en tentación […]», les dijo Jesús a sus discípulos. Debemos estar alerta y ser cuidadosas para evitar o eliminar las fuentes predecibles de tentación emocional. Por ejemplo, si tu consumo diario de «noticias de última hora» te tienta a temer, quizás debas apagarlas. O si tus hábitos con las redes sociales provocan que te sientas descontenta, entonces tal vez debas dejar de revisar tu teléfono.
Sin embargo, existen situaciones tentadoras que no podemos evitar, como la cena con los suegros, el estrés en el trabajo, el cuidado de los hijos todo el día (y toda la noche) o las tentaciones que no esperamos, como un comentario maleducado, un gasto imprevisto o la pérdida de un juego de llaves. Para tiempos como esos, necesitamos un plan de respuesta rápida ya preparado con pasos claros y sencillos para ayudarnos a clasificar el problema. Necesitamos desarrollar un plan que nos ayude a hacer retroceder la ola de emociones pecaminosas en el momento en que surgen. Por lo tanto, cuando el momento de tentación haya pasado, podemos tomar el tiempo de examinar nuestras emociones a la luz de la Escritura.
Entonces, ¿cómo puedes planificar con anticipación para resistir la tentación emocional justo cuando comienza?
3. Ora
No sólo debemos estar alerta ante nuestras tentaciones emocionales, también debemos orar. La oración es clave para manejar nuestras emociones.
Por un lado, el acto mismo de orar tiene en sí mismo un efecto inmediato en nuestras emociones. Nos saca de un espiral egocéntrico y redirige nuestra atención a Dios. Cuando oramos, nos movemos hacia Dios, que es el principal propósito de nuestras emociones. Y la oración no sólo nos mueve a Dios, mueve a Dios hacia nosotras (Stg 4:8). La oración pide la ayuda atenta de nuestro Padre celestial.
Entonces, ¿por qué no clamamos a Dios en cada tentación emocional?
4. Piensa en la verdad
Muchas de nosotras nos quedamos atascadas en patrones de pensamiento pecaminoso que avivan nuestras emociones. Quizás nos quedamos pegados en el pecado que alguien cometió contra nosotros, tejemos escenarios imaginarios y aterradores o nos obsesionamos con nuestros pecados y debilidades. Para manejar nuestras emociones de una manera bíblica, necesitamos dejar de rumiar en pensamientos pecaminosos y meditar en la verdad de la Palabra de Dios. «[…] todo lo que es verdadero, […] en esto mediten […], y el Dios de paz estará con ustedes» (Fil 4:8-9).
Encuentra una verdad para contraatacar la mentira y medita en ella. Reemplaza el escenario aterrador con una promesa de la Escritura. En lugar de rumiar en la amargura, considera cómo Dios detesta la amargura. Medita en el perdón de Cristo en lugar de en tus fallas.
Cuando abandonamos nuestros pensamientos pecaminosos en pos de la verdad de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo revitalizará nuestras emociones.
5. Actúa para sentir
Cómo un alfiler contra un globo, una sola palabra o acción puede liberar la presión de la tentación emocional. En algunos casos, debemos hacer lo opuesto a lo que sea que sintamos hacer. Si sientes que necesitas criticar, di algo elogioso; si sientes que quieres quejarte, expresa gratitud; si sientes que quieres apartarte, comienza una conversación; si sientes que quieres ponerte melancólica, canta un himno. Sal de la cama. Lava los platos. Empieza a cargar la lavadora. Saca al perro a dar un paseo. Aléjate del conflicto. En otras palabras, haz una acción para alejarte de la tentación y dirigirte hacia algo constructivo. Dicho de otra manera, obedece la Escritura, que nos dice: «Apártate del mal y haz el bien […]» (Sal 34:14).
Hacer lo opuesto a lo que sientes podría sentirse como una tarea imposible, pero tiene un efecto inmediato. Aunque nuestros corazones puedan acelerarse por la envidia o nuestras mentes puedan nublarse por la desesperación, cuando nos alejamos de la tentación emocional y nos dirigimos hacia la dirección correcta, la fuerza de nuestras emociones pecaminosas comenzará a disiparse.
¿Qué acción puedes tomar hoy para redirigir tus emociones?
Conclusión
Cuando las emociones pecaminosas «[…] fácilmente nos envuelve[n] […]» (Heb 12:1), podemos caer en la tentación de pensar que, después de todo, tales emociones son demasiado fuertes y que, por lo tanto, el cambio real no es posible. No obstante, la verdad es que «[…] Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para su buena intención» (Fil 2:13).
Incluso cuando no lo vemos (incluso cuando no lo sentimos) Dios está obrando amorosamente en nuestras vidas por medio del poder del Espíritu Santo para ayudarnos a cambiar nuestras emociones.