Cuando tu hijo empieza a pensar y hacerse preguntas que van más allá de lo que hay para cenar o la fecha de su próximo partido de fútbol, es el momento de iniciar una conversación sobre sus emociones.
La relación es el puente sobre el cual podemos llevar la verdad del evangelio a las vidas de nuestros hijos. ¿Cómo podemos fortalecer esta relación e iniciar esta conversación? A continuación hay algunas sugerencias.
1. Pon atención. Observa a tus hijos para discernir cómo están configurados emocionalmente y qué es lo que más influye en sus emociones. Hace poco, una de mis hijas me contó que a veces su hijo anda más callado y menos alegre. Ella y su esposo comenzaron a observarlo de cerca y hacerle preguntas sobre sus estados de ánimo, lo cual llevó a conversaciones provechosas sobre sus luchas y tentaciones. Con el fin de discernir la estructura emocional de nuestro hijo, debemos estar cerca y prestar una cuidadosa atención. Pregúntate: ¿Cómo es su personalidad? ¿Qué determina sus estados de ánimo? ¿En qué momentos se siente más feliz o triste?
2. Crea oportunidades. Genera momentos regulares de conversación. Salgan y pasen un momento especial una vez a la semana. Caminen. Hagan trámites. A menudo los chicos pueden sentirse más cómodos hablando durante una tarea o actividad rutinaria que sentándose frente a ti en un café. Yo generalmente descubro que mis hijas hablan más a la hora de acostarse, así que procuro aprovechar esa oportunidad aun cuando no es mi primera opción.
3. Haz buenas preguntas. Hacer preguntas es un arte; un arte que deberás trabajar por el resto de tu vida. Trata de empezar con preguntas que te proporcionen mucha información sin provocarle a tu hijo el susto de pensar que se acerca un sermón. Una vez que lo hayas hecho hablar, te dará muchas pistas sobre la forma en que procesa sus emociones. Por lo tanto, en vez de: «¿Por qué últimamente te ves tan deprimido?», empieza, quizás, con: «¿Qué es lo que más has disfrutado de la escuela últimamente?» Las preguntas livianas e inofensivas son una entrada a su vida. Con algo de suerte, te llevarán a preguntas como: «¿En qué has estado pensando últimamente?» o «¿Cómo te has sentido esta semana?» «Como aguas profundas es el [propósito del] corazón del [adolescente], y [la mamá] de entendimiento lo sacará» (Proverbios 20:5).
4. Escucha bien. Si logras que tu hijo se abra delante de ti, ¡prepárate para escuchar! Los chicos pueden darse cuenta de si te interesa o no lo que ellos están diciendo. Procura establecerte como la persona que está siempre ansiosa de oír lo que ellos necesitan decir y forjarás un fuerte lazo con tu hijo.
Empieza una conversación y construirás un sólido puente de amistad que te permitirá conectar las verdades vitales del evangelio a sus emociones.