Hemos visto las dulces bendiciones que Dios promete a aquellos que prestan atención del quinto mandamiento y también los terribles juicios que él promete a aquellos que no lo toman en cuenta. Hemos visto que los hijos tienen un deber de por vida de honrar a sus padres. Sin embargo, aunque hemos aprendido por qué debemos honrar a nuestros padres, aún no hemos considerado cómo hacerlo. La pregunta que nos haremos hoy es esta: ¿cómo mostramos honor a nuestros padres, especialmente cuando somos adultos? Hoy llegaremos a una respuesta que será suficiente para comenzar a dirigirnos. En un artículo más adelante, buscaremos ayuda en otros para encontrar maneras específicas y concretas en las que podemos extender honor.
Honra y obedece
En ambas descripciones de los diez mandamientos (en Éxodo y en Deuteronomio), Dios le ordena a los hijos a honrar a sus padres y a sus madres. Esta no es una palabra que se trate sobre la obediencia. Sin embargo, cuando leemos las aplicaciones del mandamiento a lo largo de la Biblia, vemos a la obediencia como un componente clave del honor que los hijos les deben a sus padres. Esto levanta preguntas: ¿la obediencia a tus padres es permanente o temporal? ¿El honor siempre requiere obediencia? Si quiero honrar a mis padres, ¿necesito seguir obedeciéndolos a lo largo de mi vida? Para contestar estas preguntas, necesitamos examinar el honor y la obediencia, buscando aquello que es similar y aquello que los distingue.
Obedecer
Lo que el quinto mandamiento no requiere es tan importante como lo que sí requiere. El quinto mandamiento no es «obedece a tu padre y a tu madre»; al contrario, dice, «honra a tu padre y a tu madre». Sin embargo, es claro que la Biblia pone mucho énfasis en que los hijos obedezcan a sus padres. Encontramos el lenguaje de la obediencia en muchas de las interpretaciones y aplicaciones del quinto mandamiento. Pero, a medida que cavamos más profundo, encontramos algo interesante: el lenguaje de la obediencia tiende a venir en pasajes que hablan a los hijos más jóvenes que aún son dependientes de sus padres. Cuando nos encontramos con pasajes que les hablan a los hijos adultos, encontramos un cambio sutil hacia un lenguaje de respeto y provisión. Por consiguiente, la obediencia es una forma particular de honor; una forma para que los hijos más jóvenes honren a sus padres.
Todos los hijos deben honrar a sus padres en todo momento. Sin embargo, cuando los hijos son jóvenes, el honor muy a menudo toma forma de obediencia. Esta es la razón por la que cuando Pablo interpreta el quinto mandamiento para los hijos más jóvenes (Ef 6:1-3 y Col 3:20) él dice, «hijos, obedezcan a sus padres». Obedecer es someterse a la voluntad de una persona que tiene una posición de autoridad por derecho legítimo, obedecer sus exigencias o sus requerimientos. Es, como les enseñamos a nuestros hijos, «hazlo ahora, hazlo bien y hazlo con un corazón contento». La obediencia es la muestra de honor de un niño.
Es correcto que los padres esperen y exijan obediencia de sus hijos y es correcto que los hijos muestren honor a sus padres por medio de esa obediencia. Es la obediencia a los padres la que entrena a los hijos a someterse a cualquier otra autoridad, dentro de ellas Dios mismo. Es bajo el entrenamiento y la disciplina de los padres que los hijos están preparados para vivir vidas ordenadas en este mundo. John MacArthur lo dice bien:
«Los hijos que respetan y que obedecen a sus padres construirán una sociedad ordenada, armoniosa y productiva. Una generación de hijos indisciplinados y desobedientes producirá una sociedad caótica y destructiva».
En lo que concierne a los padres y sus hijos más jóvenes, la obediencia es una medida temporal que dura mientras los hijos estén bajo la autoridad de sus padres. La infancia es un periodo de entrenamiento bajo la tutela de los padres. Los padres fuerzan a sus hijos a obedecer con el fin de que aprendan a honrar y luego pasen el resto de sus vidas honrando a sus padres, a sus profesores, a sus jefes y a sus gobiernos. El entrenamiento de un padre en obediencia se reflejará en un honor de toda la vida.
Honrar
Pero, ¿qué es el honor? Bíblicamente, la palabra honor remite al peso o a la importancia. Para honrar a nuestros padres debemos darle gran dignidad y gran valor a nuestra relación con ellos. John Currid explica, «el punto es que un hijo no debe tomar a sus padres a la ligera o pensar de ellos ligeramente. Deben ser considerados con gran seriedad y valor». Podemos aprender cómo se ve el honor al examinar los pasajes que describen los juicios que le ocurren a aquellos que deshonran a sus padres. Estos son los pasajes de la ley civil y de la literatura de sabiduría que vimos la última vez: Levítico 20:9; Proverbios 30:17, etc.
¿Qué encontramos? Los hijos que deshonran a sus padres son rebeldes y se resisten tercamente a la disciplina lo que los lleva a la rebelión. Podrían ser verbalmente abusivos, burlándose y maldiciendo a sus padres. Podrían incluso ser físicamente violentos con ellos. Si vamos al Nuevo Testamento, encontramos que su deshonra podría verse como el rechazo a cuidar de sus padres o a proveer para sus necesidades físicas y económicas (Mr 7:8-13; 1Ti 5:8).
De este modo, para honrar a nuestros padres debemos respetarlos y reverenciarlos, debemos hablar bien de ellos y tratarlos con bondad, con amabilidad, con dignidad y con estima. Debemos asegurarnos de que son cuidados e incluso de proveer para ellos cuando sea necesario. Dennis Rainey dice, «el honor es una actitud que va acompañada de acciones que le dice a tus padres, “son dignos; tienen valor. Son las personas que Dios puso soberanamente en mi vida”». Todo eso y mucho más está vinculado a esta pequeña palabra.
Obedece hoy; honra por siempre
Necesitamos considerar por qué el básico requerimiento del quinto mandamiento no es obediencia sino honor. Estoy convencido de que existen al menos dos razones: con el tiempo, ya no estaremos obligados a obedecer a nuestros padres e incluso antes hay momentos en los que no podemos o no debemos obedecerles. Dicho de otro modo, existen momentos en los que podemos desobedecer a nuestros padres y aun así honrarlos.
El fin de la obediencia. Llega un momento cuando obedecer a los padres ya no es apropiado. El deber de los padres es criar a sus hijos para que sean independientes, para que vivan fuera de la autoridad de los padres. En la mayoría de los casos, la relación de padres a hijos será alterada permanentemente cuando llegue el momento del matrimonio cuando «el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer» (Gn 2:24). A medida que un hijo se independiza de sus padres deja su supervisión y autoridad. Ya no les debe más obediencia de la misma manera o al mismo grado.
El pecado de la obediencia. También podría haber ocasiones en las que la obediencia es pecaminosa, como cuando los padres les ordenan a sus hijos a pecar o cuando les ordenan a sus hijos a desobedecer a Dios o al gobierno. Cuando esto sucede, un hijo debe desobedecer a mamá y a papá con el fin de obedecer a una autoridad superior. Otra ocasión para la desobediencia aceptable es cuando los padres exigen obediencia de sus hijos adultos o cuando sus exigencias de obediencia son autoritarias o abusivas. En tales casos, el hijo no está obligado por Dios a obedecer.
El mandamiento básico para la humanidad no es «obedece a tu padre y a tu madre» porque la obediencia termina y a veces puede ser pecaminosa. Al contrario, el mandamiento de Dios es «honra a tu padre y a tu madre» porque el honor nunca termina y nunca es incorrecto.
Perfecto honor; perfecta obediencia
Tenemos un modelo bíblico de honor y obediencia. Ambos son perfectamente demostrados en Jesús. Aunque era Dios, nació de padres terrenales y por voluntad propia, honró y obedeció alegre y perfectamente a sus padres. Vemos la obediencia en su infancia en Lucas 2:51, «Descendió con sus padres y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos…». Vemos su honra hacia ellos cuando, en los momentos previos a su muerte, él asegura provisión para su madre: «Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien él amaba que estaba allí cerca, dijo a su madre: “¡Mujer, ahí está tu hijo!”. Después dijo al discípulo: “¡Ahí está tu madre!” y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa» (Jn 19:26-27).
Y así como Jesús honró y obedeció a su madre y a su padre terrenal, él honró y obedeció a su Padre celestial. En todo lo que hizo, habló bien de su Padre, dirigió la gloria a él y llevó a cabo su voluntad. Y, por supuesto, obedeció a su Padre: «Y hallándose en forma de hombre, se humilló él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil 2:8).
Sin perder un rastro de autonomía o dignidad, Jesús honró y obedeció. Si queremos honrar y obedecer a nuestros padres debemos aprender de Jesús. Él, como siempre, es el ejemplo de cómo obedecer perfectamente la perfecta ley de Dios.
Conclusión
En nuestro próximo artículo, veremos asuntos relacionados con la cultura para ver cómo cambia nuestra comprensión del honor. Más adelante miraremos algunos de los casos difíciles en los que dar honor es especialmente difícil. También sacaremos a la luz algunas ayudas prácticas para mostrarnos aún más claro cómo podemos honrar a nuestros padres. Y, por supuesto, necesitamos tomar en consideración cómo nosotros, como padres, podemos asegurarnos de ser dignos de honor.
Terminemos con una nota feliz. Sabemos que existen dos grandes bendiciones envueltas en honrar a nuestros padres: una larga vida y una buena vida. Si cavamos un poco más profundo en el Nuevo Testamento encontramos que hay una bendición aún más grande. «Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es agradable al Señor» (Col 3:20). Nuestro honor hace feliz a Dios. ¿Por qué? Porque al honrar a nuestros padres estamos honrando al Dios que nos dio a esos padres. Después de todo, tu honor hacia ellos agrada y glorifica a Dios.
Otros recursos relacionados:
El mandamiento que olvidamos
Dulces promesas de bendición; terribles amenazas de juicio
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda

