Es un mandamiento de Dios. Es un mandamiento con promesa, que trae bendición divina. Es un mandamiento que tiene un especial lugar de honor e importancia. Es un mandamiento que concierne a toda la vida de cada ser humano. Es un mandamiento que tiene aplicaciones para el hogar, para la iglesia y para el trabajo; un mandamiento que entrega un fundamento estable para toda la sociedad. Sin embargo, es un mandamiento que hoy se descuida gravemente. No es exagerado llamarlo el mandamiento que olvidamos. Me refiero al quinto de los diez grandes mandamientos de Dios a la humanidad: honra a tu padre y a tu madre.
Hoy quiero comenzar una pequeña serie sobre este mandamiento y quiero enfocarlo especialmente a un ángulo que pocos de nosotros hemos explorado con seriedad: ¿qué significa obedecer este mandamiento como adultos? Entendemos que se aplica a los niños y que les enseña la importancia de honrar y obedecer a mamá y a papá. ¿Pero se deja de aplicar el día en que nos vamos de casa o que nos casamos? ¿Expira cuando nuestros padres fallecen o cuando no muestran ser dignos de nuestro respeto? ¿Es aplicable para aquellos que han sido abandonados y abusados? ¿La observancia de este mandamiento cambia a medida que crecemos y nos independizamos? Quizás tenemos preguntas que son urgentes y prácticas: ¿cuáles son mis obligaciones hacia mis padres? ¿Debo apoyarlos económicamente? ¿Necesito obedecerles aun cuando soy un completo adulto? Estas son algunas de las preguntas que necesitamos hacernos y responder si deseamos honrar a Dios al honrar este mandamiento.
No me importa decir que tengo altas expectativas de esta serie. Quiero que sea bíblica, que la Biblia sea la fuente suprema de verdad y el único estándar con el derecho de exigir obediencia y comprometer la consciencia. Quisiera que esta serie sea práctica para responder las preguntas reales de formas reales para la vida real. Quisiera que esta serie sea multicultural para que sea aplicable a personas de diferentes trasfondos y que viven en distintos lugares del mundo. Quisiera que esta serie fuera convincente para impactar y tal vez incluso transformar la forma en que vivimos. Esto es una verdad ya sea que seamos jóvenes o ancianos, que hayamos sido criados o que estemos criando, que dependamos de nuestros padres o que ellos dependan de nosotros, que vivamos bajo su techo o que ellos vivan bajo el nuestro.
Nuestro versículo clave será Deuteronomio 5:16: «honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da». Este versículo nos lanzará a otros lugares del Antiguo Testamento: a Éxodo, donde descubriremos las terribles consecuencias de desobedecer los mandamientos de Dios y a Proverbios donde nos maravillaremos con las promesas de bendición de Dios para aquellos que tomen su ley en serio. Y, por supuesto, iremos al Nuevo Testamento, a la vida de Jesús, para ver cómo Él enseñó y modeló la manera en que debemos honrar a los padres; luego, iremos a las cartas de Pablo donde veremos cómo los antiguos mandamientos se aplican (y, en algunos casos no se aplican) a los creyentes contemporáneos.
Espero que te unas a medida que volvemos a descubrir juntos el mandamiento que olvidamos.
Tres razones para conocer y obedecer este mandamiento
Comenzaremos de inmediato con tres razones por las cuales es crucial que conozcamos y obedezcamos el quinto mandamiento.
Todos somos hijos. Es biología de la más básica: cada ser humano es la descendencia de dos seres humanos. Algunos siempre han conocido y respetado a ambos de sus padres; otros, solo han conocido a uno de ellos o solo han conocido a sus padres adoptivos; hay personas que incluso crecieron lejos de sus padres en una familia de acogida; hay quienes han sobrevivido a sus padres. Cualquiera sea la situación, el quinto mandamiento se aplica a cada uno de nosotros por la razón más simple de todas: todos nosotros somos hijos. No existe ser humano que esté fuera de esto porque no hay persona que no tenga padres.
Por supuesto, también sabemos que los mandamientos de Dios deben considerarse tanto de forma literal como bajo principios. Las condiciones del mandamiento van más allá de la simple relación de los hijos con sus padres, y se extiende a toda otra posición de autoridad y sumisión. El orden correcto del gobierno de la familia, del gobierno de la iglesia, del gobierno civil depende de este mandamiento. De esta manera, también, es universal. Todos somos hijos bajo una autoridad, por lo que todos necesitamos escuchar este mandamiento y prestarle atención.
Este mandamiento viene con promesa. La segunda razón es que este mandamiento viene con promesa. Es sabio y bueno obedecer el mandamiento para que así podamos disfrutar las bendiciones prometidas; en cambio, es necio y peligroso desobedecer el mandamiento y perder las bendiciones prometidas. Cuando Pablo le escribe a los hijos de Éfeso, él les recuerda la promesa de Dios por su obediencia: «Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra» (Ef 6:1-3). Dios le promete una larga y buena vida a aquellos que obedezcan este mandamiento. Dios se complace cuando obedecemos, así que Él naturalmente nos concede sus bendiciones (Col 3:20). Pronto exploraremos la naturaleza de esas bendiciones.
Dios le da a este mandamiento un lugar de especial honor. Ahora agregaremos una tercera razón para entender y obedecer este mandamiento: Dios le da un lugar de especial honor. Los creyentes han dividido los diez mandamientos en dos grupos o en dos tablas por mucho tiempo. El primer grupo explica nuestro deber hacia Dios y el segundo explica nuestro deber hacia nuestros semejantes. Este mandamiento cae de lleno entre los dos grupos y de esa manera nos recuerda que nuestros padres tienen un rol único en nuestras vidas. Nuestros padres son los representantes divinos de Dios para nosotros, de modo que cuando honramos y obedecemos a nuestros padres, honramos y obedecemos a Dios. No existe obediencia o amor a Dios sin obediencia y amor hacia nuestros padres. Si excluimos este mandamiento, hemos socavado los diez. Hemos caído en una desobediencia grave y peligrosa.
Todos somos hijos, debemos buscar la bendición de Dios y necesitamos darle importancia a este importante mandamiento de Dios. Por esta razón y por muchas otras no podemos ignorar más al mandamiento que olvidamos.
Una advertencia
Antes de concluir este artículo de introducción, me gustaría darte una advertencia. Hay algo en lo profundo de nuestro ser que cuando escuchamos un mandamiento, de inmediato buscamos la excepción. «Pero tú no conoces a mis padres»; «pero no conozco a mis padres»; «pero mis padres no me reconocieron»; «pero mis padres fueron abusivos». Vamos a ver las excepciones, veremos que el honor toma diferentes formas y se adapta a las diferentes situaciones. No obstante, debemos ver el principio antes de ver las excepciones. Discutiremos qué hacer en situaciones donde ha habido abuso o donde ha habido una relación particularmente conflictiva. No quiero justificar ni quitarle importancia a las experiencias que han sido horribles. Sin embargo, antes de que podamos hacer cualquier otra cosa, necesitamos entender y admitir esto: no hay un «si es que» en el quinto mandamiento. Debemos honrar a nuestros padres; no hay excepciones.
Conclusión
Permíteme terminar con un adelanto de lo que vendrá a medida que avanzamos en esta serie. En el próximo artículo exploraremos el honor y la obediencia como formas básicas en las que cumplimos el quinto mandamiento. Después discutiremos el rol de la cultura (como la cultura del honor/vergüenza o de la culpa/inocencia) para entender y obedecer este mandamiento. Consideraremos el papel de los padres para ser dignos de honor y luego pasaremos a los casos difíciles como el descuido, el abuso y el abandono (casos donde el honor es difícil de entregar o donde la obediencia sería pecaminosa). Por último, veremos formas muy prácticas en las que todos podemos honrar a Dios al honrar a nuestros padres.