Título original en inglés: “Rebuilding Parental Authority”
Dios dispone la amorosa autoridad en manos de los padres. Esta es la responsabilidad de liderar, supervisar y dirigir un hogar sabia y piadosamente. La autoridad amorosa es digna de confianza; es actuar por aquellos a quienes guía; es hacer lo bueno. Es acertada y benevolente, y entiende la necesidad de dirigir, instruir y establecer reglas. Modela una influencia como la de Cristo y apunta a los niños a un Dios en el que pueden confiar y seguir.
Sin embargo, los niños a menudo se rebelan y rechazan la autoridad de los padres. A veces, esto se debe a la resistencia del niño; otras, a la influencia de sus pares o es un reflejo de la fuerte aversión a la autoridad en nuestra cultura. Cuando esto ocurre, a menudo intentamos restituir nuestros derechos de padres al citar la Escritura y al exigirles obediencia a nuestros hijos. No obstante, la mayoría de los niños no agachan la cabeza ni se arrepienten humildemente de sus errores cuando los padres hacen esto. Al contrario, responden con una disposición a luchar por el control y la independencia.
Creo que la responsabilidad de esto, en gran parte, recae en los padres. En la manera en que estructuramos nuestras vidas, repetidamente, aunque quizás de manera inconsciente, renunciamos a nuestro rol y se lo entregamos a otros sin darnos cuenta. Pasamos casi todo nuestro tiempo entreteniendo a nuestros hijos y reaccionando a ellos, en lugar de relacionarnos con ellos. Nuestros hijos están en la escuela todo el día y luego participan en actividades deportivas, en clases, en pasatiempos e incluso en actividades de la iglesia. Cuando los niños están en casa, hacen tareas o deberes, el Internet o los videojuegos los mantiene ocupados. En resumen, somos irrelevantes en la mayoría de sus experiencias diarias. Dada nuestra ausencia en sus vidas, ¿por qué nuestros hijos continuarían aceptando nuestra autoridad?
Las actividades y las agendas llenas limitan las oportunidades para influir en nuestros hijos. Los estilos de vida activos no son malos, pero debemos ser conscientes de cuánto tiempo dedicamos a que nuestros hijos tengan relaciones significativas en lugar de mantenerlos felizmente ocupados. Una promueve intimidad; la otra, indiferencia pasiva. No se equivoquen, los niños sí buscan guía y autoridad y, cuando la necesitan, probablemente acudirán a la influencia que ha capturado su admiración y confianza, y a menudo es su grupo de pares.
Es difícil enfrentar la impotencia como padres. A veces la minimizamos y la excusamos, pero no podemos solo aceptarla como algo inevitable o atribuirla a «actitudes adolescentes» o a «los niños de este tiempo». Aunque nuestro rol e influencia sí cambia a medida que nuestros hijos crecen, aún necesitamos ser una voz en sus vidas. Pero recuperar ese impacto no sucede por medio de la coacción, el soborno ni las amenazas; viene por medio de la relación y el tiempo que pasen juntos.
Por lo tanto, para cumplir nuestras responsabilidades de crianza, necesitamos priorizar construir relaciones fieles con nuestros hijos que les muestren cuidado, entrega sacrificial, genuina compasión y presencia. Mientras más mostremos una autoridad misericordiosa y genuina, nuestros hijos más desearán seguirla y someterse a ella.
Una relación sólida y piadosa sirve en muchas maneras. Estas son algunas:
- Crea una atmósfera de respeto, admiración y cooperación.
- Produce seguridad y conexión con los niños.
- Promueve una dependencia saludable a los padres para el alimento espiritual y emocional.
- Modela una dependencia de los sabios consejos de otros y, en definitiva, del Señor.
- Modela un respeto apropiadamente ordenado por el liderazgo y el gobierno.
Promover estas cualidades en nuestros hijos imparte una integridad para el diario vivir y los prepara para florecer en el mundo en el que viven.
La autoridad de los padres no se trata de fuerza, de poder ni de dominio. Se trata de una sabia influencia. Se trata de una relación y un liderazgo como los de Cristo que valora el bien de aquellos que son liderados. Por lo tanto, en lugar de volverse más autoritarios con nuestros hijos, invierte en la relación que tienes con ellos. Muéstrales que te importan y que estás comprometido con su bien. Esto podría no ser bien recibido al principio, podría requerir tiempo. Quizás será necesario que limites las actividades, el tiempo con sus pares y la multitud de formas en que tu familia se aparta entre sí, pero los resultados valen la pena.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (01 de julio, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Rebuilding Parental Authority” Copyright © 2018 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.