Título original en inglés: «Pastoral wisdom and the mandate to report abuse».
Soy una madre de cinco niños y, como consejera, trabajo con niños casi todos los días. Lamentablemente, muchos de los niños que conozco experimentan problemas difíciles y desgarradores, y algunos han sufrido abusos y maltrato. Estoy comprometida a educarme a mí misma y a los demás sobre la importancia de proteger a los más vulnerables. Es una pasión personal para mí. Es la forma en que he construido mi familia y vivo mi vida. Mi objetivo para mí y para la comunidad cristiana, en general, es que estemos bien informados, seamos competentes y bíblicamente sabios cuando se trata de manejar acusaciones de abuso.
El mandato legal y bíblico de denunciar
Es muy difícil responder bien a las acusaciones de abuso. Estas situaciones generan una amplia gama de emociones: desde la indignación y la demanda de justicia, hasta el miedo, la vergüenza, la incredulidad y la desconfianza. Sin embargo, cuando se nos informa de un abuso, debemos trabajar duro para no responder a partir de las emociones o los prejuicios personales, sino estar dispuestos a actuar con sensatez, de manera justa y deliberada. Denunciar los abusos no es simplemente un mandato legal, es también moral y bíblico. Las leyes están destinadas a proteger a los inocentes y revelar a los culpables, para definir qué es abuso y qué no lo es. Estoy segura de que todos estaríamos de acuerdo en que proteger a los vulnerables es un buen objetivo, pero para hacerlo también debemos aceptar que no es apropiado que nadie, excepto los organismos correspondientes, investigue una acusación o la desestime.
Por qué algunos no denuncian
No obstante, a pesar de estos mandatos claros, me parece que las iglesias y otras organizaciones cristianas a veces se muestran reacias a denunciar los abusos cuando llegan a su conocimiento. Buscan formas de evitar cumplir la ley por varias razones: miedo a las consecuencias legales, repercusiones dentro de la organización o reacciones duras del público. Estas preocupaciones se validan aún más con las historias de terror en las que las autoridades manejan mal una acusación y la situación estalla. Al observar todos estos posibles resultados negativos, algunos comienzan a evaluar si «vale la pena correr el riesgo» y algunos continúan justificando el no informar porque «solo empeorará las cosas».
La otra cara de la moneda es la creencia implícita en la propia capacidad de una organización para evaluar y responder bien a los abusos. Es fácil para un ministerio convencerse de que su respuesta será más reflexiva, cuidadosa y ciertamente más bíblica. Pero además de violar la ley, tal decisión es imprudente. No es trabajo de la organización investigar y «descubrir la verdad», y no están adecuadamente preparados para hacerlo. Ninguna iglesia ni ninguna otra organización posee la habilidad, el juicio y la discreción para realizar una buena entrevista. Los investigadores conocen las señales de lo que hay que buscar y las técnicas para hacer que una víctima se comunique de una manera segura y esclarecedora. Son personas expertas y capacitadas que se comprometen a comprender y a responder bien a tales problemas. Las iglesias y otros ministerios no están preparados para hacer este tipo de trabajo y no deberían intentarlo.
La necesidad de continuo cuidado pastoral
Sin embargo, hay muchas cosas que un ministerio puede y debe hacer cuando surge una acusación de abuso. Las denuncias obligatorias y el cuidado pastoral no están en conflicto entre sí. Si se reporta una acusación ante las autoridades, el cuidado pastoral no se detiene ahí; ¡acaba de empezar! El ministerio necesita tener un papel continuo en la situación. No debe «lavarse las manos» del asunto. Situaciones como estas dejan a la gente aturdida. Muchos necesitarán atención y seguimiento a medida que se desarrolla la investigación y durante algún tiempo después.
El cuidado pastoral debe buscar caminar junto a los abusados con cuidado y compasión. También debe considerar cómo cuidar al agresor y evaluar el efecto dominó en los familiares de la víctima y del acusado, así como en todos los demás implicados. Un buen liderazgo pastoral puede proporcionar orientación, apoyo, cuidado y esperanza. La gente necesita ver y experimentar el consuelo de un Dios amoroso en un momento en que algunos pensarán que de alguna manera los ha abandonado en su sufrimiento.
El cuidado pastoral y la obligación de denunciar los abusos van de la mano; ambos son necesarios y valiosos.
La denuncia obligatoria es sabiduría pastoral
El mandato legal de denunciar los abusos, ya sea en nombre de los niños, los ancianos, las personas con discapacidad o los abusados por la autoridad o el poder, es nuestro llamado como creyentes para proteger a los vulnerables. Es permitir que las autoridades investiguen y hagan su trabajo. Es cumplir con las leyes de la tierra, y es caminar al lado de aquellos que han sido dañados con un sabio afecto. Hay mucho más que decir acerca de ministrar bien a aquellos que han sido victimizados, pero es esencial que entendamos que el reporte obligatorio es cuidado pastoral y sabiduría.