Título original en inglés: «The Danger of Comparison».
La comparación es una lucha humana común. Miramos a los que nos rodean para evaluar si estamos bien, no bien, o realmente no estamos bien. Tal vez pensábamos que estábamos bien hasta que abrimos Facebook o Instagram y vimos la nueva y hermosa adición que alguien puso en su casa, o las vacaciones con todo incluido que estaban disfrutando.
Considera estas situaciones comunes:
- Un niño se deleita con su dibujo, pero lo arruga después de mirar el de otra persona.
- Una adolescente navega por las redes sociales en busca de formas de mejorar su apariencia, sus posesiones o su número de seguidores.
- Un estudiante universitario trabaja duro, pero se desanima cuando se entera de los logros académicos/deportivos de sus compañeros.
- Una mamá escucha a otras mamás hablar sobre los logros de sus hijos y de repente se siente incapaz de criar a los suyos.
- Un esposo asiste a su grupo de hombres, pero, por temor al rechazo, oculta sus luchas en el trabajo o en su matrimonio.
- Un propietario trabaja duro y está orgulloso de lo que tiene hasta que abre una revista de hogar y decoración.
Tal vez fueron las felices fotos familiares o el anuncio de un compromiso, un embarazo o la aceptación de un hijo en una prestigiosa universidad. De repente, nos golpea la insuficiencia, surge el descontento o nos asaltan sentimientos de envidia.
¿Cómo amenaza la comparación con deshacerte?
En mayor o menor medida, siempre estamos evaluando los comportamientos y elecciones de otras personas y comparándolos con los nuestros. El peligro radica en el peso que le damos a estas valoraciones. ¿Se convierte en tu estándar para medir la importancia y el significado? ¿El valor de tu vida aumenta o disminuye en comparación con la de otra persona? Si es así, estás viviendo tu vida ante el rostro del hombre, no ante el rostro de Dios.
La comparación engendra mentiras.
- Celos y envidia: lo que tienen ellos es «mejor». Llegas a creer que las cosas buenas se les dan a los demás, pero no a ti. Te esclaviza codiciar o esforzarte por obtener lo que otro tiene.
- Descontento: lo que tengo es «menos que». Buscas en este mundo, y en todo lo que ofrece, satisfacción, significado o propósito. Ya sea en la riqueza, en el estatus o en las relaciones, comienzas a creer que Dios te está negando el bien.
- Inadecuación: quien soy es «menos que». Crees que nunca podrás estar a la altura. Te sientes inadecuado en tu matrimonio, crianza o circunstancias de la vida. La inseguridad echa raíces.
- Falta de autenticidad: batallas por ser vulnerable o transparente para que nadie sepa tus defectos. Las luchas, la debilidad y el quebrantamiento se ven como defectos que deben ocultarse.
- Miopía: nos olvidamos del tesoro que nos espera en el cielo. Somos ciudadanos de otro mundo que es mucho mejor, mucho más digno de anhelar que las metas irreflexivas del presente.
Cuando caemos en la comparación, cambiamos nuestro deseo de evaluarnos honestamente por el de competir contra otras personas. Se convierten en una amenaza para nosotros o en una vara de medir.
Dios nos llama a otra cosa. Él nos llama a vivir juntos con las diferencias, las fortalezas y las debilidades, las bendiciones y las luchas, el éxito y el fracaso. Y debemos hacerlo en unidad y con el deseo de llevarnos unos a otros hacia la semejanza de Cristo, al valorar a los demás por encima de nosotros mismos (Fil 2:3-4). Sin embargo, no puedes complementar a alguien contra quien estás compitiendo porque ahora es un rival, en lugar de un compañero de lucha. ¿Cómo podemos realmente preocuparnos por los demás si los vemos de esta manera? Eclesiastés 4:9-10 dice:
Más valen dos que uno solo,
Pues tienen mejor pago por su trabajo.
Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero;
Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!
En lugar de competir entre nosotros, debemos apoyarnos y fortalecernos unos a otros.
Pero ¿cómo? ¿Cómo luchamos contra la presión de comparar? Aquí hay cuatro maneras:
- Confiesa lo fácil que es permitir que las cosas de este mundo te absorban y te distraigan de las cosas del Señor. Deja tus deseos, descontento, celos e insuficiencia ante el Señor. Echa tus preocupaciones sobre Él y experimenta la libertad que Él ofrece al no estar cargado con el peso de la comparación.
- Una evaluación sana y piadosa puede ser buena cuando reorienta las prioridades. Recuerda dónde está tu tesoro. No lo encontrarás en esta vida, pero estará allí esperándote y será mucho mejor que cualquier cosa por la que puedas esforzarte ahora.
- Desvía la comparación que otros puedan hacer contigo. Habrá personas que intentarán hacer comparaciones contigo, con tus elecciones o con tu vida. Rechaza cualquier intento de permitir que tu vida sea medida en función de la de otro.
- Vive ante el rostro de Dios, no ante el de los demás en Facebook. Anhela reflejar el carácter de Dios y sus caminos en tu vida. Fija tus ojos en lo que no se ve, no en lo que se ve.
Cuanto más buscamos lo que es eterno y verdaderamente significativo, más se oscurecen las cosas de este mundo. En lugar de vivir como rivales en este mundo, podemos vivir como el hierro que afila el hierro, deseando sacar a relucir la semejanza de Cristo en los demás. La comparación nos embota a cada uno de nosotros; la semejanza con Cristo nos afila y refina.
Una vez que cambiamos la postura de nuestro corazón, somos libres para evaluar las elecciones, los estilos de vida y el comportamiento de los demás de una manera que nos ayude a crecer (no para definirnos o darnos valor). La evaluación piadosa da lugar a las diferencias que se complementan y agudizan entre sí, no a la jerarquización del valor de cada uno. Cuando el valor está arraigado en nuestro Creador, somos libres para deleitarnos en las diferencias de los demás y en nuestra propia individualidad, y descubriremos que nuestras vidas son más que suficientes.
Esta traducción está protegida por derechos de autor © (5 de enero de 2022) por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado «The Danger of Comparison» Copyright © 2022 fue escrito por Julie Lowe y está disponible en https://www.ccef.org/the-danger-of-comparison/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.