Cada otoño sustituyo el follaje en dos jardineras de la entrada de mi casa. El primer paso que realizo es buscar detalladamente mi diseño favorito de jardinera por Internet. Cuando encuentro uno que me gusta, estudio la imagen detenidamente, notando la variedad, el tamaño, el color y la posición de las plantas, de la misma manera que el efecto completo. Luego compro mis plantas y flores e intento arreglarlas de una manera similar. El producto final rara vez se ve tan bien como la imagen (¡a veces ni siquiera se acerca!), pero los maceteros sí se ven mejor que si las hubiese diseñado sin la inspiración de una imagen.
Para guiarnos e inspirarnos en nuestra crianza, Dios nos ha dado misericordiosamente dos vibrantes imágenes de madurez juvenil en el Salmo 144:12:
Sean nuestros hijos en su juventud como plantíos florecientes, y nuestras hijas como columnas de esquinas labradas como las de un palacio.
El salmista representa la hermosa complejidad del diseño de la creación al representar a los hijos como «plantíos florecientes» y a las hijas como «columnas de esquinas labradas como las de un palacio». Juntas, estas dos imágenes distintas revelan un supuesto subyacente: hijos e hijas son diferentes. No todos los hijos son como plantíos o como columnas o lo que sea que sientan ser. Son creados por Dios para ser masculinos o femeninos.
Al mirar más detenidamente a la hija de este verso, ¿cómo puede esta imagen de «columnas de esquinas» guiar e inspirar nuestra maternidad con hijas? ¿Qué significa la imagen de una columna? ¿Cómo se ven, en la cotidianidad, los aspectos prácticos de la maternidad: criar una hija femenina como la joven mujer que describe el salmista?
Una imagen de belleza
Estas no son columnas comunes y corrientes: son columnas de palacio esculpidas de manera elaborada y son una belleza para admirar. En una palabra, hermosas. Podemos buscar replicar esta imagen al criar a nuestras hijas para ser hermosas en carácter y apariencia. Como madres cristianas no debemos oponernos a los deseos de nuestras hijas por la belleza; al contrario, debemos cultivar sus inclinaciones dadas por Dios por hermosearse más a ellas mismas y a todo lo que las rodea.
Por supuesto, la verdadera belleza comienza con un espíritu tierno y sereno, con el fuerte carácter de una mujer que confía en Dios y hace el bien (1P 3:3-6; 1Ti 2:9-10). Podemos entrenar a nuestras hijas a hacer el bien. Podemos buscar maneras para que sirvan a sus familias, iglesias y comunidades. Pregúntale a las mamás con hijos pequeños si tu hija puede ser la ayudante de una mamá; pregunta en tu iglesia o en el programa de extensión de tu comunidad si tu hija puede ser voluntaria; o crear oportunidades de «buenas obras» en tu hogar. Al enseñarle a tus hijas a servir a otros también las estamos ayudando a crecer más hermosas.
La verdadera belleza podría comenzar con un corazón humilde y piadoso, pero esto también se refleja en una apariencia modesta y bella (1Ti 2:9). En lugar de ajustar a nuestras hijas a un estándar arbitrario de belleza o de nuestras propias preferencias de estilo, queremos cultivar el gusto por belleza de nuestras hijas de una manera que sea consistente con la Palabra de Dios. Esto involucra enseñanza, por supuesto, pero también una ayuda práctica para vestirse de una manera piadosa. No es siempre fácil tener estilo y ser decorosas. Para tangibilizar nuestro problema, a veces mis tres hijas y yo nos íbamos de compras y pasábamos horas para encontrar solo una blusa. Sin embargo, el esfuerzo extra vale la pena para agradar al Señor y servir a otros.
Finalmente, queremos animar a nuestras hijas a hermosear sus alrededores. Debemos traspasar cualquier habilidad que tengamos en las artes y en las labores del hogar; y en cualquier área en la que carecemos de talento (como yo en muchas áreas), podemos pedirles a nuestras amigas que sí son talentosas en eso que le enseñen a nuestras hijas. No importa nuestro nivel de habilidades, queremos criar a nuestras hijas para ser hermosas hacedoras de belleza.
Una imagen de apoyo
Estas columnas no son meramente atractivas. Son columnas de esquinas: son vigas de apoyo que soportan la estructura misma del palacio. Le enseñamos a nuestras hijas a ser columnas de esquinas al entrenarlas a cargar con la responsabilidad, a trabajar duro con creatividad e ingenio, a servir sin esperar reconocimiento y a resistir la presión y la persecución en un mundo hostil hacia la feminidad bíblica.
Padres bienintencionados podrían intentar quitar los obstáculos y suavizar el camino para cumplir los sueños de sus hijas. Sin embargo, este enfoque a menudo crea mujeres débiles que son incapaces de lidiar con las pesadas responsabilidades de la adultez y de la vida familiar o de resistir las presiones culturales. Como madres cristianas, apuntamos a criar a nuestras hijas como fuertes sustentadoras del hogar, de la iglesia y de la sociedad (que la sostienen y que la mantienen unida). La mujer de Proverbios 31 es una imagen de este tipo de mujer, pero con una visión expandida. Para ser una «columna de esquina» se requiere una gran fuerza de carácter que viene de hábitos de disciplina y determinación, mejor desarrolladas a una temprana edad.
Una manera en que podemos criar a nuestras hijas para que sean mujeres esforzadas y sostenedoras es enseñarles a cómo administrar el hogar. Tan pronto como mis hijas cumplieron la edad suficiente, comencé a enseñarles lecciones sobre varios aspectos de los quehaceres domésticos: planificar la comida, la limpieza, las compras, el lavado y el planchado y la organización.
Entonces, cuando sentí que estaban listas, las puse a cada una a cargo de administrar nuestra casa por una semana completa. Todas estaban sorprendidas de cuán complicado y agotador puede ser administrar un hogar. Desde entonces, cada una de ellas ha comentado cómo esta semana de prueba las ayudó para prepararse para las frecuentes cargas pesadas de la maternidad y de los quehaceres domésticos. No importa cuáles sean las responsabilidades futuras de nuestras hijas, nuestro último fin es entrenarlas para ser columnas de apoyo (física, intelectual y emocionalmente) en casa y en la iglesia.
Una imagen de unión
Finalmente, las columnas de esquinas son unidoras. No solo hermosean y apoyan, también unen las paredes del palacio. De igual manera, queremos que nuestras hijas unan personas, acercando y manteniendo personas juntas (Ro 12:9-13; Ef 4:3).
¿Qué hace a una mujer joven una buena unidora? Un enfoque externo en sus relaciones con otros. Al contrario de centrarse y encerrarse en sí misma o, al otro extremo, de ser vanidosa y presumida, ella está orientada a amar a los de una manera que los une en Cristo. Ser cálida y amistosa, buena para hacer preguntas y atenta a las necesidades y sentimientos de otros la hace una jovencita que acerca y une a las personas.
Una manera en la que podemos ayudar a nuestras hijas a crecer para ser fuertes unidoras es al organizar sus amistades. En lugar de permitirles juntarse con quienes ellas quieran, debemos animarlas a alcanzar al que está solo, a incluir a la chica nueva y a mantenerse cerca de las amigas que las llevan a la piedad. Mis hijas siempre supieron que cada vez que iban a una reunión social, yo iba a enviarlas con recordatorios de «¡servir, alcanzar a otros y hacer buenas preguntas!» y que les iba a preguntar después: «¿con quién conversaron y a quién pudieron servir?». Cuando instruimos a nuestras hijas para resistir la tentación de centrarse en ellas mismas (¡que es tan fuerte en esos primeros años!) podemos ayudarlas a convertirse en columnas de esquinas que unen a las personas y honran a Dios.
Una oración de madre
Criar hijas que se convierten en «columnas de esquinas labradas como la de un palacio» no es solamente difícil, es totalmente imposible en nuestras fuerzas. Podemos sentirnos fácilmente desmoralizadas por esta imagen y sus variadas aplicaciones, pero este versículo es tan animante como lo es desafiante; es una oración para recitar: una oración para nuestro soberano, amoroso y todopoderoso Dios que se deleita en responder las oraciones de una madre.
Esta oración debe llenarnos de esperanza y confianza. Dios no solo nos está llamando a criar fielmente a nuestras hijas según su Palabra; él también nos está invitando a llevarle todas nuestras preocupaciones y anhelos de crianza a él. Oremos para que él haga solo lo que él puede hacer; que por el poder del Espíritu Santo él haga que nuestras hijas sean hermosas, mujeres que apoyen, que unan personas para la gloria de Cristo.
Carolyn Mahaney © 2018 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda

