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Resumen: el sufrimiento afecta tanto a nuestros cuerpos como a nuestras almas, y así también deberían ser nuestras soluciones al sufrimiento. Muchos cristianos han recurrido a los fármacos psicoactivos con cautela, preocupados de que tales prescripciones pudieran sofocar problemas espirituales más profundos. No obstante, los que ofrecen ayuda y están comprometidos con un enfoque de tratamiento holístico y centrado en Dios pueden aprender a ver los medicamentos como un don de Dios y como una fuente potencial de ayuda al preguntar: «¿qué parece más sabio para esta persona en particular, con estas luchas particulares, en este momento particular?».

Este artículo es parte de una serie continua de artículos destacados escritos por académicos para pastores, líderes y maestros, publicada originalmente en Desiring God.


La familiaridad básica con los fármacos psicoactivos es cada vez más valiosa para los pastores, consejeros y otros ayudantes en la iglesia. Vivimos en un tiempo en el que cada vez más y más se le atribuyen a la disfunción cerebral los problemas de la vida. La medicación es promocionada como un aspecto importante (si no el más importante) del tratamiento dentro de la comunidad psiquiátrica. De acuerdo con la comprensión común, a menudo es el tratamiento de elección.

Los cristianos siguen divididos en este asunto. Algunos dirían que la medicación con frecuencia es apropiada, viéndola como una herramienta dada por Dios para aliviar el sufrimiento mental. Otros son más precavidos, recomendando la medicación sólo en situaciones más graves. Otros todavía consideran el uso de fármacos psicoactivos como una «salida fácil», argumentando que una postura básica de obediencia centrada en el Evangelio es todo lo que realmente se necesita. ¿Quién tiene la razón? ¿Cómo debemos pensar en este importante asunto?

Sin duda, es importante hablar con nuestros médicos sobre los aspectos biomédicos de estos medicamentos, incluida la evidencia basada en la investigación de su eficacia (o no), efectos secundarios y tratamientos alternativos disponibles. Debemos estar bien informados médicamente. Sin embargo, como cristianos, también necesitamos una filosofía basada en la Biblia para guiarnos en el uso o no uso de los fármacos psicoactivos.

Fundamento: antropología del cuerpo y el alma

¿Cómo debemos evaluar el uso de los fármacos psicoactivos desde una perspectiva explícitamente bíblica? Después de todo, ¡no encontrarás «el uso de Prozac» en la concordancia de la Biblia! El mejor punto de partida es recordar que Dios nos creó como criaturas con cuerpo y espíritu (Gn 2:7; Ec 12:7; Mt 10:28). Somos seres espirituales encarnados físicamente, creados por Dios para honrarlo y adorarlo. Somos cuerpo y alma simultáneamente. Nunca ha habido un tiempo en el que no estemos involucrados espiritualmente. Y nunca ha habido un tiempo en el que no estemos físicamente involucrados. Esto significa que la atención tanto de los aspectos físicos como de los espirituales de nuestra persona es obligatorio en el cuidado de otros. Es profundamente deshumanizante ignorar el «corazón» —nuestra disposición moral espiritual (Pr 4:23; 27:19)— y las responsabilidades que van con él. Es profundamente deshumanizante ignorar el cuerpo, las fortalezas y las debilidades que van con él.

Con esta base como fundamento de lo que sigue, discutiré cuatro perspectivas bíblicas que deben dar forma a nuestro enfoque de los fármacos psicoactivos. Notarás que cada perspectiva bíblica es equilibrada. Esto refleja los matices de Dios al lidiar con nosotros como portadores de su imagen cuerpo y espíritu, y la variedad de prioridades ministeriales que están en juego a medida que nos involucramos en el ministerio unos con otros.

Aliviar y redimir el sufrimiento

Perspectiva bíblica nº. 1: el alivio del sufrimiento y el crecimiento del carácter cristiano en medio del sufrimiento son importantes.

Cuando llega el Reino en Jesucristo, ves el corazón de Dios  con respecto al sufrimiento de dos maneras. Primero, es el diseño de Dios aliviar el sufrimiento que apareció como resultado de la caída. Considera cómo Marcos 1 describe las actividades del ministerio de Jesús: enseñanza, exorcismo, sanidad de varias personas con enfermedades, oración y limpieza de un leproso. Pedro se lo explica así a Cornelio:

Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él (Hechos 10:38).

Claramente, una marca del Reino inquebrantable es el alivio del sufrimiento. Como nos recuerda el himno navideño Gozo del mundo, Jesús «viene a dar su bendición, donde llegó la maldición1». El alivio del sufrimiento es bueno y necesario. De hecho, hacia allí se dirige la historia: en el nuevo cielo y en la nueva tierra no habrá llanto ni dolor (Ap 21:4). Por tanto, cuando buscamos traer alivio a nuestro sufrimiento ahora, estamos siguiendo el plan de redención de Dios. Como el puritano Jeremiah Burroughs dijo: el contentamiento «no se opone a esforzarse por salir de las aflicciones actuales mediante el uso de medios permitidos2». Creo que los fármacos ciertamente pueden ser uno de esos medios lícitos. No hay nada inherentemente erróneo en buscar alivio del sufrimiento presente.

Aun así, una segunda hebra de enseñanza se observa en el Nuevo Testamento: el diseño de Dios para redimir la experiencia del sufrimiento para los creyentes debido a su unión con Jesús, el Siervo sufriente. Pablo llama a esto: participación en los sufrimientos de Jesús (Fil 3:10, NVI). En virtud de estar en Cristo, Dios obra en medio de nuestro sufrimiento conformándonos a la imagen de Cristo. Esta es la puerta para experimentar su poder de resurrección y gloria. Muchos pasajes del Nuevo Testamento muestran esta enseñanza central, incluyendo Romanos 8:16-25; 2 Corintios 1:8-9, 2 Corintios 4; 2 Corintios 12:9-10, Filipenses 3:10-11; Colosenses 1:24; Santiago 1:2-5, y 1 Pedro 4:12-13.

El antiguo profesor de seminario Richard B. Gaffin Jr. resume estos pasajes de esta manera: 

Es tan natural para nosotros asociar el sufrimiento sólo con el retraso de la segunda venida de Cristo y ver el sufrimiento sólo a la luz de lo que no tenemos todavía en Cristo. Pero cuando esto sucede, hemos perdido de vista el hecho crítico de que en el Nuevo Testamento, el sufrimiento cristiano siempre es visto dentro del contexto del Reino venidero de Dios en poder y como manifestación de la vida resucitada de Jesús3.

En otras palabras, Dios está obrando redentoramente en medio de nuestros sufrimientos en virtud de nuestra unión con Aquel cuyo sufrimiento, en última instancia, condujo a la resurrección y a la gloria.

Por lo tanto, aunque aliviar el sufrimiento es una prioridad del Reino, buscar un mero alivio sin una visión de la agenda transformadora de Dios en medio del sufrimiento queda corta ante el diseño de Dios para el florecimiento de la vida humana. Otra manera de decir esto es que debemos estar contentos por el alivio de los síntomas, pero simultáneamente buscar el fruto variado del Espíritu: perseverancia en medio del sufrimiento, confianza más profunda en el amor del Padre, esperanza más establecida, amor por quienes luchan, gratitud, y más.

¿Qué significa esto en relación al uso o no uso de medicamentos? No te apresures en desechar el sufrimiento como si el alivio inmediato de las pruebas fuera el único bien que Dios busca. Y no pienses que es más «espiritual» refrenarse de tomar medicamentos, como si el refinamiento del carácter es el único bien que Dios quiere. Él está interesado tanto en el alivio del sufrimiento como en el refinamiento del carácter. No escogemos nuestro sufrimiento de una manera masoquista. No obstante, somos llamados a una vida de caminar en los pasos de nuestro Salvador sufriente. Cristo nos enseña un estilo de vida centrado en la cruz y dependiente en todas las situaciones (Lc 9:23).

¿Regalos o dioses?

Perspectiva bíblica nº. 2: los medicamentos son regalos de la gracia de Dios y los medicamentos (como cualquier regalo de Dios) se pueden usar de manera idólatra.

Creo que es correcto ver el desarrollo de los fármacos psicoactivos como un buen regalo de Dios, una extensión de la función del dominio y de la mayordomía que Él le dio a la humanidad en la creación (Gn 1:26-28; 1Co 10:31). En el mejor de los casos, el descubrimiento científico explora el mundo de Dios en toda su asombrosa complejidad y busca aliviar algunas de las miserias que vivimos como criaturas caídas en un mundo caído. Como tal, debemos recibir los medicamentos agradecida y humildemente, pero sin olvidar a Aquel que ha dado el talento y la sabiduría necesarios a los científicos y médicos para descubrir tales remedios. Finalmente, sólo Él sostiene todas las cosas con su diestra justa (Is 41:10). 

No obstante, tristemente, he conocido personas que son mejores evangelistas del Prozac de lo que lo son del Dios vivo. En lugar de ver el medicamento simplemente como un componente de un enfoque de tratamiento de cuerpo y alma completo y centrado en Dios, lo ven casi como si fuera su salvación. Por definición, esto es idolatría: atribuir poder y ayuda definitivos a algo que no sea nuestro Dios trino (Jr 2:11-13). Si una persona cree que lo que finalmente importa es ajustar la dosis de Paxil y encuentra superfluo o irrelevante discutir sobre cosas espirituales, es un problema. Los regalos no tienen el propósito de convertirse en dioses.

La manera en que una persona responde cuando el medicamento funciona (o no funciona) revela su postura básica ante Dios, su lugar de esperanza definitiva. La acción de gracias y una búsqueda más ferviente de Dios a raíz del éxito del medicamento dicen una cosa; una falta de gratitud y un olvido de Dios guiado por la comodidad dicen otra. Un compromiso a confiar en la fidelidad y en la bondad de Dios a raíz del fracaso del medicamento dice una cosa; una desconfianza amarga y quejumbrosa de sus caminos dice otra.

Por tanto, debemos recibir el regalo, pero mirar principalmente al Dador. Ya sea que el medicamento funcione o no, Dios siempre está obrando por su pueblo.

Buenos y malos motivos

Perspectiva bíblica nº. 3: una persona puede tener motivaciones incorrectas para querer tomar medicamentos y una persona puede tener motivaciones incorrectas para no querer tomar medicamentos.

Con frecuencia, el asunto más importante en el uso de medicamentos es la actitud de la persona a la cual estás ministrando. No es que los fármacos psicoactivos sean o «buenos» o «malos» en sí mismos. Las motivaciones importan. He hablado con personas que quieren una prescripción para obtener un medicamento inmediatamente sin realmente querer examinar sus deseos, temores, pensamientos, decisiones y estilo de vida. Y he hablado con personas que se resisten a la recomendación de considerar el uso de medicamentos por razones egoístas. Permíteme elaborar más en estos dos escenarios. 

¿Cuáles son las razones problemáticas para querer tomar medicamentos? Una razón es una exigencia de alivio inmediato unida a la duda sobre los beneficios de examinar posibles problemas subyacentes. Recuerdo conocer una vez a un joven con una historia reciente de ansiedad asociada a hablar en público. Algunas de las cosas que dijo apuntaban a tendencias subyacentes hacia complacer a las personas y el miedo al fracaso (¡mucho para trabajar desde una perspectiva del Evangelio!). Pero él no estaba interesado en la consejería bíblica. No estaba interesado en una perspectiva del Evangelio para su lucha. Al contrario, él había tomado una hora con el sólo propósito de obtener mi recomendación de un médico que pudiera prescribir un medicamento para la ansiedad.

Una segunda motivación cuestionable para querer tomar medicamentos involucra ceder a las presiones de otros. La familia y amigos podrían presionar a que se tomen medicamentos debido a su propio malestar al ver el sufrimiento de su ser amado. A veces la presión refleja un deseo egoísta de que su ser amado vuelva a la normalidad, para que así la vida sea más fácil para ellos.

No obstante, también existen razones problemáticas para no querer tomar medicamentos. La resistencia a los fármacos puede ser un asunto de orgullo y autosuficiencia: «debo ser lo suficientemente fuerte sin medicamentos». O la versión más espiritualizada: «debo poder, al confiar más en Dios, hacer esto sin medicamentos». Otra razón puede ser el miedo a la desaprobación y al juicio de otros: «¿qué pensará la gente?». Y otra preocupación es la vergüenza: «hay algo seriamente mal conmigo si es que tengo que tomar este medicamento». 

A pesar de que algunos luchan con estos motivos aberrantes, muchas personas desean sinceramente crecer en Cristo en medio de su sufrimiento mental y simplemente se preguntan cuáles son los pro y contras del medicamento. Muchos se preguntan, con razón, sobre los efectos secundarios de usar el medicamento. Estas personas reflexivas permanecen abiertas a comenzar —o no comenzar— a tomar el medicamento, lo cual es una postura sabia ante el Señor.

Un comentario final: a menos que tengas una licencia para prescribir medicamentos, no debes recomendarle a nadie per se que tome (o no tome) medicamentos. La decisión de comenzar a tomarlos debe tomarse junto al consejo de un médico de confianza. Es apropiado que un pastor o consejero sugiera una consulta o evaluación, aunque muchas personas ya han visto a su médico para cuando discuten estos asuntos con su pastor.

Interdependencia del cuerpo y el alma

Perspectiva bíblica nº. 4: los cristianos prestan atención a la compleja y misteriosa interfaz del cuerpo y del alma, particularmente a la influencia de nuestra constitución corporal en nuestra vida espiritual.

Como mencioné anteriormente en este artículo, la Escritura nos trata como seres unificados, teniendo aspectos tanto espirituales como somáticos4. Dado que somos criaturas completamente integradas, cuerpo y espíritu (corazón), no es sorprendente que la fuerza o debilidad corporal nos afecte espiritualmente y viceversa. Me centraré en la influencia de nuestra condición somática en nuestras vidas espirituales.

Les comparto un ejemplo. Digamos que por varias razones fuera de nuestro control dormiste poco la semana pasada. Estás exhausto. Encuentras difícil concentrarte. También cuentas que tiendes más a la queja y a la impaciencia. Ves la vida a través de lentes grises. Y luego tienes dos noches seguidas de sueño maravilloso. De repente, tu mundo es más soleado. Tienes nueva vitalidad, tanto física como espiritual. La paciencia y la bondad requieren mucho menos esfuerzo. ¿Qué acaba de pasar? Un «tratamiento» físico (¡dormir!) influenció tu vida espiritual. Los asuntos del corazón de la queja y la irritación comenzaron a ser menos prominentes. Eso no es necesariamente algo malo; somos llamados a ser administradores sabios de nuestros cuerpos. Tener buenas noches de descanso es importante. Pero en un momento de «abundancia» (en cuanto al sueño), no debemos olvidar nuestras tendencias pecaminosas hacia la ira y la queja que se revelaron en nuestra debilidad. Estar cansados no nos da licencia para tratar mal a otros. Al mismo tiempo, no debemos invitar a un mayor estrés corporal para provocar y probar nuestros propios corazones, como si fuéramos responsables de organizar las condiciones para un crecimiento espiritual óptimo. Este es un asunto de nuestro Padre, «une la labor con paz y con reposo5». No escogemos sufrir como si el dolor en sí mismo fuera noble.

¿Cómo se relaciona esto con el uso de fármacos psicotrópicos? Mejorar los síntomas de una persona (ansiedad, por ejemplo) no necesariamente aborda los temores y deseos subyacentes que podrían estar presentes. ¿Alguien podría sentirse mejor? Sí. De nuevo, esto podría no ser algo malo en sí mismo (recuerda el comentario previo de Jeremiah Burroughs sobre buscar alivio). Sin embargo, ¿la persona conserva el celo para abordar las luchas espirituales que subyacen a la ansiedad ahora que esas tendencias son menos visibles en la vida diaria? Si el perfeccionismo, una búsqueda de éxito material y un temor al fracaso subyacen tu ansiedad en un nuevo trabajo, ¿estás dispuesto a abordar esos deseos torcidos antes que nada? ¿Y hay un compromiso para abordar los factores situacionales que contribuyen a la experiencia de la ansiedad? Por ejemplo, si tu ansiedad está asociada a exigencias irreales en el trabajo, ¿estás dispuesto a abordar esta situación con tu jefe? En mi experiencia, los creyentes maduros sí recuerdan lo que vieron en el espejo y continúan examinando su alma en pensamiento, palabra y obra (Stg 1:23-25), incluso si usan medicamentos. Ellos sí reconocen la importancia de evaluar y cambiar los factores de estrés situacional con o sin medicamentos. Pero también he conocido personas que, después de mejorar sus síntomas con el uso de medicamentos, asumen que no se requiere más trabajo.

A la inversa, hay situaciones, aunque más extremas, en las que no usar medicamento podría dificultar más el abordaje de la vida espiritual de una persona. Aconsejé a una joven mujer que estaba en un exigente programa de posgrado que presentaba insomnio, depresión y ansiedad grave. Ella podía afirmar intelectualmente las promesas de Dios, pero era como si su alma estuviera cubierta de Teflón; las verdades de la Escritura parecían resbalar. Mientras esta desconexión es cierta para algunos de nosotros en algún grado, parece particularmente prominente en ella.

Después de muchas reuniones, vi cuánto su agotamiento continuo por el insomnio era parte de un círculo vicioso. Por un lado, podrías decir que su insomnio, que era impulsado por la ansiedad, era fruto de su miedo e incredulidad; como tal, debería ser el objetivo principal del ministerio. Por otro lado, podrías decir que su agotamiento corporal estaba haciendo mucho más difícil que ella respondiera de una manera llena de fe. Ambas son vías apropiadas para el ministerio. Al final, pienso que ver a un médico para un curso de medicación a corto plazo para el insomnio podría ser beneficioso para quebrar el círculo negativo en el que ella estaba. Ella seguía luchando con la ansiedad. Pero era capaz de internalizar las realidades espirituales y comenzar a conectar verdaderamente con Dios, abordando los asuntos del perfeccionismo, del legalismo y del temor al hombre, que eran causas fundamentales de su ansiedad y desesperación. 

Piénsalo de esta manera: usar medicamentos en situaciones específicas podría ser el análogo de calmar las aguas superficiales para permitir la exploración de las profundidades marinas. Las situaciones en las que tal calma puede ser útil incluyen (pero no están necesariamente limitadas a ellas) las alucinaciones y los delirios de la psicosis (ya sea que estén asociados a la esquizofrenia o a la manía) y la ansiedad o depresión grave ininterrumpida, particularmente si está asociada a pensamientos y planes suicidas. Estos casos extremos son más claros en cuanto a la necesidad de una sabia intervención médica adicional. Pero vivimos en una cultura que no tolera ningún indicio de mar embravecido, sino que anhela el consuelo de aguas tranquilas y cristalinas (¡sé que esa es mi tentación!). Esto contribuye al uso excesivo de medicamentos psicoactivos en alguien que sólo quiere una solución rápida; realmente no quiere probar el fruto que viene de perseverar en aguas turbulentas.

¿Tomar un medicamento puede realmente ayudar en la santificación? ¡Sí, de la misma manera en que un sueño adecuado puede ayudar en la santificación! No es que puedas comprar la santidad en una píldora, pero usar un medicamento en ciertas situaciones podría impactar el cuerpo positivamente, permitiendo un florecimiento espiritual mayor.

Integremos todo

Teniendo en cuenta estas perspectivas bíblicas, ¿cuál debe ser nuestra actitud hacia el uso de medicamentos psicoactivos? Espero que hayas visto que no existe una respuesta clara correcta o incorrecta. No existe una regla universal que podamos aplicar a todas las personas todo el tiempo. No hay un algoritmo simple. Al contrario, el uso de estos medicamentos es un asunto de sabiduría, que debe abordarse individualmente con aquellos a quienes ministramos. Siempre habrá un mix de pros y contras, costos y beneficios para considerar cuidadosamente en relación con el portador de la imagen del cuerpo y alma que busca nuestra opinión. Debemos preguntarnos: «¿qué parece más sabio para esta persona particular con estas luchas particulares en este tiempo en particular?».

A menudo, abordar el sufrimiento de la persona ocurre sin el uso de medicamentos. No obstante, en algunos casos, después de hacer la pregunta, recomendaremos una evaluación de un médico para considerar el uso de medicamentos como parte de un enfoque más holístico para la lucha. Tal evaluación podría también descubrir problemas médicos principales enmascarados como desórdenes psicológicos. Por ejemplo, en alguien con ataques de ansiedad graves, especialmente si no están claramente ligados a factores situacionales, un médico probablemente revisaría sus niveles de tiroides, puesto que una glándula de tiroides sobrerreactiva puede estar asociada a síntomas psicológicos consistentes con la ansiedad. En ese caso, se justifica el tratamiento principal y específico para la condición de la tiroides, no un ansiolítico.

Es muy probable que yo recomiende una evaluación médica cuando ocurra cualquiera de las siguientes cosas: (1) síntomas graves e ininterrumpidos; (2) síntomas que no disminuyen a pesar de la respuesta de la persona al consejo pastoral o (3) alto riesgo de suicidio6.

Te animo a desarrollar una relación con un psiquiatra de confianza y sabio que comparta tus firmes convicciones bíblicas y que pueda asesorarte en este tipo de decisiones. Esa persona podría existir o no en tu localidad. ¡Los psiquiatras bien capacitados, clínicamente astutos y cuya práctica se rige por una sólida cosmovisión bíblica son realmente escasos! Un médico o internista familiar con una extensa experiencia en el uso de medicamentos psicoactivos podría ser otra opción. El punto es que los pastores y otros ayudantes sabios no toman estas decisiones por su cuenta; la conversación cercana con los médicos es esencial.

Demasiado a menudo, las personas llegan a mí ya medicadas; la decisión de comenzar o no, no es un tema. Esto se debe generalmente a que su médico principal ya ha prescrito tal medicamento, pero podrían haber visto a un psiquiatra también. No obstante, normalmente, incluso con medicamentos, las personas que están luchando se han dado cuenta de que las drogas psicotrópicas no resuelven todos sus problemas. Aún necesitan ayuda para reconciliar conflictos o andar en fe no en temor o abordar cualquiera de la multitud de otros problemas que las personas traen a la consejería. Hay mucho que discutir aparte de conversar sobre la utilidad o inutilidad de sus medicamentos. Ya sea que esté con o sin medicamentos, el objetivo siempre es ayudar a una persona a crecer en amor por Dios y por su prójimo.

Permíteme ilustrarlo con una analogía ortopédica. Comparo el uso de medicamentos con el uso de muletas, y no lo digo en sentido peyorativo. Una persona puede experimentar muchas heridas diferentes en las piernas que no requieren un par de muletas. Podría tener un dolor visible. Podría tener una cojera inicialmente, pero el problema son las formas autolimitadas de tratamiento más que el apoyo de las muletas. Aquí podría pensar en las experiencias más leves de depresión, ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo, por ejemplo, donde los medicamentos (como las muletas) podrían no ser necesarios.

Otros requieren muletas para que les ayuden después de experimentar una herida más significativa o una cirugía. Las usan por una temporada mientras sus cuerpos se recuperan. Aquí podría imaginar una depresión postparto bastante grave o ataques de pánico graves tratados con un ciclo de medicamentos más breve. Aun así otros tienen una discapacidad más significativa y podrían necesitar el uso de muletas por un tiempo prolongado o quizás de por vida, si la discapacidad es permanente. Aquí pienso en problemas como la esquizofrenia y el trastorno bipolar, donde el cerebro trastornado está teniendo una influencia más fuerte en la expresión de la salud mental que otros factores contribuyentes y, por lo tanto, el uso a largo plazo del medicamento parece justificado.

Entonces, hay momentos en los que alguien podría estar dependiendo demasiado de las muletas y en realidad le impide progresar. Viví esto en mi adolescencia cuando me quebré el tobillo. Después de que me quitaran el yeso, me dijeron que cargara peso «a tolerancia». ¡Pero no lo toleré muy bien! Continué usando mis muletas por un tiempo más largo, puesto que poner peso en mi tobillo provocaba dolor. En mi control siguiente, el traumatólogo me dijo que me deshiciera de las muletas y aprendiera a cargar peso, a pesar del dolor. Fue un trabajo duro, pero aprendí de nuevo a caminar sin la ayuda de las muletas. El resultado final es que todos los problemas musculoesqueléticos son diferentes y requiere sabiduría saber cuando el apoyo adicional de las muletas es necesario y, si lo es, por cuánto tiempo. Lo mismo es cierto de los medicamentos psicoactivos.

La analogía es imperfecta, por supuesto. Es más fácil determinar si alguien puede caminar sin ayuda o no. Es mucho más desafiante evaluar lo que una persona puede o no puede hacer en medio del sufrimiento emocional. Siempre vamos a luchar para encontrar el equilibrio sabio entre la atención a los aspectos espirituales y físicos de nuestra persona. A veces, en retrospectiva, concluimos que debemos haber recomendado la posibilidad de los medicamentos antes. Otras veces decidimos que el medicamento no era la opción más sabia después de todo. Pero podemos estar seguros de que ya sea que los medicamentos sean parte del enfoque ministerial total o no, Dios actúa soberanamente y «es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros» (Ef 3:20). Él logrará la redención que ha comenzado en nosotros.

Andar en sabiduría

Dios provee abundancia de consejo en su Palabra para desarrollar una perspectiva piadosa sobre los medicamentos psicoactivos. Al reconocer que somos criaturas de cuerpo y espíritu, la Escritura equilibra sabiamente varios aspectos del ministerio personal, prestando atención tanto a los factores somáticos como a los espirituales en el cuidado de aquellos a quienes Dios nos ha llamado a pastorear. Esto significa que no exaltamos ni menospreciamos el rol de los medicamentos psicoactivos. Los medicamentos pueden ser una parte apropiada e incluso necesaria del cuidado de alguien, dependiendo de la naturaleza específica de la lucha de la persona.

Aun si vemos a los fármacos psicoactivos como una pieza fundamental de un enfoque ministerial integral, siempre buscamos que las riquezas de la redención de Cristo impacten la vida de las personas. Los pecadores siempre van a necesitar misericordia, gracia, perdón y poder sobrenatural para amar a Dios y al prójimo. Quienes sufren siempre necesitarán consuelo, esperanza y la voluntad para perseverar. Finalmente, estas bendiciones no se encuentran en un frasco de píldoras, sino en la persona de Jesucristo7.

Publicado originalmente en Desiring God. Usado con permiso.
  1. N. del T.: traducción propia. Para efectos del sentido del artículo, se decidió hacer una traducción propia en lugar de usar la versión oficial del himno en español.
  2. Burroughs, Jeremiah. (2023) La joya rara del contentamiento crisitano (Lima:Teología para Vivir. S.A.C), p. 40.
  3. Gaffin Jr., Richard B. (1979) «The Usefulness of the Cross» [La utilidad de la cruz]. Westminster Theological Journal 41, no. 2 (Spring): 229-46. N. del T.: traducción propia.
  4. Para un tratamiento más extensivo de la antropología bíblica, consulta el libro de John Cooper Body, Soul, and Life Everlasting: Biblical Anthropology and the Monism-Dualism Debate [Cuerpo, alma y la vida eterna: la antropología bíblica y el debate entre monismo y dualismo] (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2000). Para leer un resumen, ver el artículo de Michael R. Emlet, «Understanding the Influences on the Human Heart» [Entendamos las influencias del corazón humano], Journal of Biblical Counseling 20, no. 2 (2002), pp. 47-52.
  5. Sandell Berg, Carolina. (1990). Day by Day and with Each Passing Moment [Día a día, con el pasar de cada momento]. Himno nº. 676. En Trinity Hymnal. Atlanta: Great Commission Publications. N. del T.: traducción propia.
  6. La evaluación de riesgo de suicidio es una habilidad que se aprende y debe contar con la participación de consejeros sabios y con experiencia. El objetivo con una persona con graves pensamientos suicidas es asegurar su seguridad y estabilización, lo que podría requerir consulta y hospitalización psiquiátrica de emergencia. Para mayores detalles, ver el artículo de Aaron Sironi y Michael R. Emlet, «Evaluating a Person with Suicidal Desires» [La evaluación de una persona con deseos suicidas] publicado en The Journal of Biblical Counseling 26, nº. 2 (2012): pp. 33-41. Ver también el libro de S.C. Shea, The Practical Art of Suicide Assessment: A Guide for Mental Health Professionals and Substance Abuse Counselors [El arte práctico de la evaluación del suicidio: una guía para profesionales de la salud mental y consejeros de personas que abusan de sustancias]. (Hoboken, NJ: John Wiley & Sons, 2002).
  7. Para explorar más estos temas, ve el libro de Michael R. Emlet, Descripciones y prescripciones una perspectiva bíblica sobre los diagnósticos y medicamentos psiquiátricos (Colombia: Poiema Publicaciones, 2020).
Photo of Michael R. Emlet
Michael R. Emlet
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Michael R. Emlet

Michael E. Emlet es miembro de la facultad de CCEF. Es Doctor en Medicina, grado que obtuvo en la Universidad de Pennsylvania y un Máster en Divinidad, obtenido en Westminster Theological Seminary. Trabajó como médico familiar por más de diez años antes de unirse a CCEF. Ha aconsejado por muchos años y es autor de CrossTalk: Where Life and Scripture Meet [disponible solo en inglés], que explora el uso de la Escritura en la consejería, así como también de Descripciones & Prescripciones: una perspectiva bíblica sobre los diagnósticos y medicamentos psiquiátricos. Mike está casado con Jody, y tienen dos hijos. Es miembro activo de su iglesia en la ciudad y disfruta de jardinear, acampar y fabricar vasijas en un torno de alfarero.
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