La amistad, concluye C. S. Lewis, es «innecesaria». Él dice: «no tengo la obligación de ser el amigo de nadie, y ningún ser humano tiene la obligación de ser el mío. No hay exigencias, ni la sombra de necesidad alguna. La amistad es innecesaria, como la filosofía, como el arte»1.
La amistad es un poco como el ofrecimiento de un postre después de una maravillosa cena. Nadie debe comer más de lo que el anfitrión debe ofrecer: la mejor parte innecesaria. Así también sucede con los amigos de alguien. La amistad funciona con el combustible del disfrute compartido, no por contrato ni deuda ni deber familiar. No obstante, en temporadas sin amigos, sentimos una pérdida (de compañía, de consuelo, de ánimo y de edificación).
La Escritura nos muestra cuán fuertes pueden ser los vínculos de amistad, como con Jonatán y David: «lo amaba como a sí mismo» (1S 18:3). De igual forma, vemos el dolor de un amigo que no está a la altura de la definición, como con los amigos de Job: «mis amigos son mis escarnecedores; mis ojos lloran a Dios» (Job 16:20). Sabemos que «en todo tiempo ama el amigo» y que el amor de un amigo incluye incluso su disposición a herirnos, puesto que «fieles son las heridas de un amigo» (Pr 17:17; 27:6).
Al considerar tan potente bendición, ¿cómo las mujeres jóvenes pueden buscar amistades piadosas?
Caminos hacia la amistad femenina
En algunos momentos de transición de la vida, podemos vernos sin amigas, o al menos con pocas amigas de confianza cerca. Una cosa que sé es que no te haces amigas nuevas al sentarte deseando tenerlas. La mejor manera en la que he encontrado amigas es al ocuparme en hacer lo que sea que Dios me haya dado para hacer y luego ver a quién Dios pone en mi camino.
Ahora bien, debería ser obvio que nuestras amigas más cercanas sean cristianas, no simplemente cualquiera que esté cerca de nosotras. Necesitamos rodearnos de personas de la iglesia, de nuestra familia y de nuestras amistades que honran a Cristo y sus caminos. Cuando andamos con los sabios, llegamos a ser como ellos —cuando andamos con necios, sufriremos por ello (Pr 13:20)—. La amistad es una comunión y «¿qué comunión puede tener la luz con la oscuridad?» (2Co 6:14, [NVI]).
A menudo observo que las mujeres admiran a alguien desde una distancia y luego la invitan a tomar café. Intentar encender una amistad no es incorrecto, pero podría ser desalentador cuando la mujer no vive de acuerdo a tu ideal. En mi experiencia, la mejor manera de conocer a alguien es hacer algo junto a ella, en lugar de comenzar principalmente uno a uno y cara a cara. Servir codo a codo con mujeres de la iglesia es una gran manera de tener conversaciones sin presión. Invitar a una familia a cenar es otra manera útil de llegar a conocer a una potencial amiga, mientras ves un panorama más completo de cómo es ella cuando está rodeada de su esposo y de sus hijos.
A veces me sorprendo cuando una mujer con quien parecía llevarme bien en una conversación privada no es compatible cuando estamos con nuestras familias o en un grupo más grande de amigos. Pero también me sorprende cuando alguien con quien no sentía ninguna gran afinidad al comienzo, al final, se convierte en una querida amiga en el contexto de nuestras familias y trabajo compartido. En otras palabras, conoce a amigas potenciales en la vida real, no sólo al sentarte con un café lejos del bullicio de los hijos, de clases, de la vida de hogar, del servicio o del trabajo. Las amistades femeninas no deben darse principalmente aisladas de los esposos, de los hijos, de los padres o del trabajo práctico. Al contrario, nuestro contexto de la vida real es tierra fértil para amistades saludables.
Las amistades más gratificantes que Dios me ha dado son lo suficientemente seguras como para quitar nuestros ojos de la amistad, tomarnos de los brazos y subir una colina juntas. Quizás la colina es una hazaña de hospitalidad demasiado grande para sólo una persona. Tal vez tiene que ver con intentar resolver algún problema difícil y orar juntas. Puede ser que la colina sea encontrar la mejor manera de educar a nuestros hijos en el Señor. Puede que sea trabajar en un proyecto de escritura con una amiga, entregando o recibiendo retroalimentación crítica. En estos casos, la amistad ha ido más allá de sí misma hacia una fructificación productiva que salpica a otros.
Enemigos de las amistades femeninas
Regularmente, ciertas malezas encuentran su camino en el jardín de la amistad entre las mujeres y pueden evitar que una amistad llegue a ser fructífera en el Señor. La amistad femenina crece en un tipo particular de tierra propensa a malezas particulares: envidia, adulación, rivalidad, ostentación, engaño, queja y chisme, por nombrar algunas.
Mi primer recuerdo de un pensamiento envidioso me llevó doce años atrás con una vieja amiga que amaba (¡y amo!) profundamente. Envidiaba su apariencia y forma. La envidia se sentó en el fondo de mi corazón por muchos años, una visita no bienvenida pero persistente, antes de que me diera cuenta de que podía hacer algo al respecto. De igual manera, puedo recordar la rivalidad (un impulso competitivo de ser o desempeñarme mejor que mis amigas) incluso desde una temprana edad.
Es más, incluso como una mujer adulta de más de 40 años, aún estoy mortificando el impulso ocasional de chismear, quejarme o exagerar con mis amigas. Doy gracias a Dios porque me ha dado un nuevo corazón que desea mortificar esos pecados y también desea amar a mis amigas en verdad. Pero la batalla no ha terminado aún. Por lo tanto, por el bien de nuestras propias almas y de nuestras amigas, debemos arrancar persistentemente las dañinas malezas de nuestras amistades.
Podemos comenzar por desarrollar el hábito de lidiar con esas tendencias pecaminosas a la velocidad de la luz. Si un pensamiento envidioso aparece, mátalo inmediatamente al confesarlo a Dios. Pídele que resucite la gratitud en lugar de la envidia y luego dale gracias por la cualidad que estabas a punto de envidiar de tu amiga. Agradece por su hermoso cabello, su buen humor o su maravillosa casa. Luego alegremente continúa (no le des más atención).
Si te encuentras contando historias ya sea con exageración o reteniendo información para proteger de alguna manera tu reputación o hacer que otros piensen mejor de ti, luego rápidamente, antes de que otra palabra falsa salga de tu boca, regresa. Dile a tu amiga: «lo siento, eso no es correcto. Esto es lo que realmente ocurrió».
Si te encuentras comenzando a chismear con una amiga, no sucumbas a la segunda tentación que intentará salir de ahí al actuar como si nunca pasó. Rápidamente, lidia con ello en el momento. Dile a tu amiga: «lo siento, sólo estaba chismeando. ¿Me perdonas?». Incluso si tu amiga también participó, responsabilízate por tu parte, arrepiéntete y recibe el perdón de Dios. El chisme y la queja entregan maneras baratas de intimidad. Hacen sentir a las amigas cercanas y unidas. Pero al final, siguen siendo fundamentos que se desmoronan para la amistad.
Amor en las buenas y en las malas
Aun cuando Lewis está en lo correcto respecto a que la amistad no es un deber que pueda exigirse unos a otros, sí tenemos la oportunidad de darles a nuestras amigas un regalo precioso semejante al de Cristo: un amor constante. Este amor no es algo que demos con base en cuán divertidas son en cierto día, sino con base en nuestro Salvador, Cristo, quien nos llama sus amigas y nos ama hasta el final (Jn 15:15).
Nuestras amigas enfrentarán valles profundos y cumbres altas en el curso de sus vidas. Si vamos a amarlas en los valles, no tenemos que ser egoístas; si las vamos a amar en las cumbres, no debemos ser envidiosas. Dios puede otorgarnos un disfrute real en nuestras amigas en cada etapa porque Él ha hecho algo maravilloso al hacerlas únicas, al llamarlas, al dotarlas y al dejarnos ser parte de sus vidas. Es un privilegio llamar a alguien amiga y aún más ser llamada así de vuelta.