Este artículo es parte de la serie Cinco mitos publicada originalmente en Crossway.
Creencias comunes
He sido ama de casa por diecisiete años. En el transcurso de ese tiempo, no solo he escuchado a otros expresar mitos sobre las tareas del hogar, sino que también los he creído yo misma. Aquí hay cinco para evitar.
Mito n.° 1: las amas de casa son opcionales
Las personas viven en hogares. Los niños son criados en hogares. Estos hogares adoptan muchas formas alrededor del mundo. Algunos pueden verse más como tiendas de campaña, otros como casas de hielo, algunos como castillos y otros como cabañas. Sin embargo, se supone que las personas viven en hogares, por lo tanto las tareas del hogar no son actividades opcionales. Pueden ser hechas con poco cuidado y atención o con mucho cuidado y atención. El hogar puede convertirse en un lugar de calidez, vida, alegría, belleza y alimento nutritivo de tipo físico y espiritual o puede ser un lugar frío, amargo, antagónico, infeliz y solitario. Y puede ser cualquier cosa entre esos dos extremos.
No obstante, nuestros hogares nunca significan nada. Nunca son irrelevantes. Nunca jamás son opcionales. Y por eso, tampoco lo son las amas de casa.
Mito n.° 2: ser ama de casa significa que te opones al trabajo que recibe un ingreso
En la visión inspiradora que propone la madre del Rey Lemuel sobre una mujer piadosa, observamos un tipo de cuidado del hogar que es multidimensional. La mujer de Proverbios 31 trabaja duro, es diligente y productiva tanto dentro como fuera de su casa; sin embargo, toda su productividad sirve al hogar. Algunas personas actúan como si, para ser ama de casa, no es posible ganar un salario o involucrarte en el tipo de trabajo que contribuye financieramente a su hogar. Pero esa versión reducida y legalista de la labor del ama de casa es ajena a la Escritura. Aprisiona innecesariamente la creatividad y la productividad de las mujeres.
Las mujeres deben estar ocupadas en el hogar. Las mujeres casadas deben amar a sus esposos y a sus hijos. Esto no significa que una mujer no puede también estar ocupada en la iglesia o enseñando en una escuela o trabajando en una panadería o cosechando la siembra o estudiando en una área en particular. Lo que significa es que esas cosas no tienen permitido competir o usurpar el hogar y las personas que necesitan ser cuidadas dentro de él. El hogar es nuestra prioridad porque el hogar es la prioridad de Dios para nosotros. El hogar es el fundamento de la humanidad, la plataforma de lanzamiento y el lugar de aterrizaje, el alivio quieto de alimentación, el entorno esencial para el discipulado, el amor y la comunidad. Todo lo demás que hacemos debe salir del hogar o regresar al hogar.
Mito n.° 3: ser ama de casa significa que no eres capaz o no estás calificada para hacer ninguna otra cosa
A veces, cuando una mujer dedica su vida a cuidar del hogar sin recibir un salario, se asume que ella no está calificada para tener un empleo remunerado. Incluso se puede llegar a suponer que es perezosa o engreída. No es que esas cosas no puedan ser ciertas (por supuesto que pueden serlo), pero no son necesariamente ciertas ni generalmente ciertas.
Conozco a amas de casa que son médicos, que tienen doctorados, que son músicos habilidosos o excelentes maestras, que se han dedicado a la planificación de eventos y a las ventas, que han sido propietarias de su propio negocio y mucho más. Estas mujeres han tomado la decisión consciente de dejar a un lado esas carreras y oportunidades (ya sea de manera permanente o por un tiempo), mientras dedican un tiempo y energía concertados al hogar y a las personas dentro de él. Algunos ven esto como «un desperdicio de educación» o «un desperdicio de sus dones», pero la mujer que ha hecho esta elección sabe que no es así, como deberían saberlo todos los cristianos. Ella sabe que nada se desperdicia cuando es sometido a Dios en fe. Ella sabe que el hogar es un lugar suficientemente grande para que su educación y sus talentos sean multiplicados al servicio de Dios y de los demás, en lugar de ser disminuidos.
Mito n.° 4: cuidar del hogar es solo para mamás con hijos pequeños
Aunque tener hijos pequeños pone una lupa sobre la importancia del hogar y nos ayuda a ver por qué es valioso y esencial, ser una madre de hijos pequeños es solo una esfera en la vida de las ama de casa. Cuidar del hogar es para solteros, para parejas jóvenes casadas, para padres cuyos hijos han dejado el hogar y más. El hogar es el lugar donde cuidamos a los ancianos, a los niños de otras personas, donde cocinamos para una multitud o para la familia de al lado, donde recibimos grupos pequeños o grupos grandes y cualquier tipo de grupo. Es donde transmitimos las habilidades que tanto nos costaron adquirir para cocinar, hornear, lavar la ropa, hacer la cama, limpiar, organizar y para acoger.
Podemos y debemos transmitir estas habilidades a cualquier que esté interesado, no solo a nuestros hijos. El hogar es un lugar disponible. Debe estar disponible para satisfacer las necesidades de la comunidad cristiana. Sin embargo, no puedes hacer eso sin una ama de casa que administre los recursos y que esté disponible para recibir a las personas.
Mito n° 5: ser ama de casa es una pequeña tarea para mujeres y tiene poca conexión con realidades importantes y eternas
Es cierto que las mujeres tienen una conexión particular con el cuidado del hogar que los hombres no tienen. ¡Y qué cosa más gloriosa! ¡Qué privilegio! Los cuerpos de las mujeres en verdad fueron hechos para ser un hogar para otros. Sus cuerpos están equipados para alimentar y nutrir a otros. Entonces, ¿por qué debería sorprendernos que la persona que fue hecha para ser un hogar pueda también estar en el centro del cuidado del hogar?
Sin embargo, el cuidado del hogar no es solo cosa de mujeres. Los cristianos son concebidos por el Espíritu Santo de Dios y nacidos de Dios. Jesús ha ido a preparar un lugar para nosotros, un hogar. Él nos sirve su cuerpo como nuestro alimento y su sangre como nuestra bebida. Dios hace un hogar para nosotros con Él: «Jesús le respondió: “Si alguien me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada”» (Jn 14:23).
Cuando creamos un hogar para otros, a menudo estamos haciendo un trabajo pequeño e invisible, humanamente hablando; no obstante, el significado detrás de ese trabajo nunca es pequeño. Estamos imitando a Dios de un modo eternamente significativo. Cuando priorizamos el hogar, discipulamos a otros al ayudarlos a saborear la importancia y la realidad final de nuestro hogar celestial por medio de un hogar tangible, concreto y terrenal.