Me llegó un paquete por correo con una etiqueta que advertía, «FRÁGIL: tratar con cuidado». Cortamos meticulosamente el cartón para abrir el paquete y fue decepcionante ver un par de piezas rotas dentro de la caja. Si tan solo hubiesen leído la útil etiqueta cuando las ponían en las rápidas cintas transportadoras y en los bruscos camiones, hubiesen sabido darle la importancia y el valor apropiado que tenía.
Una lámpara de cristal es una exquisitez en su fragilidad. Podríamos sustituirla por un marco de madera, resistente y funcional, que tendría cierta virtud, pero perderíamos todo lo que la hace ser una lámpara de cristal: la luz que brilla en el vidrio multifacético, el suave tintineo de piezas a medida que se topan entre ellas, la elegancia suspendida que resalta un tipo necesario de civilización. Sería un error considerar que una lámpara de cristal no tiene valor debido a que es frágil; no tiene sentido.
La fragilidad no es un defecto; es más, podría ser lo que define el valor de una cosa.
¿El vaso más frágil?
Tenemos un análogo en 1 Pedro 3. ¿Cómo puede ser que Dios llame a las mujeres en un versículo (1Pe 3:6) a «hacer el bien y a no tener miedo de nada que pueda aterrorizarlas» y luego, en el siguiente, se refiera a ellas como un «vaso más frágil» (1Pe 3:7)? A menudo, no relacionamos la valentía con la fragilidad.
¿Qué se obtiene de la fragilidad física? ¿Deben sentirse ofendidas las cosas frágiles porque las reconocemos como delicadas? ¿O podría su propia naturaleza más débil llevarlas a la fuente de su valentía? ¿Puede su impotencia llevarlas a confiar en el Padre todopoderoso?
Es útil reconocer primero que lo que Dios dice a través de Pedro es verdad. Somos más débiles, o podemos usar un sinónimo: frágiles. No más estúpidas; no menos humanas; no incapaces de razonar o de lograr algo; no quebradas emocionalmente; no más pecadoras ni sin gran fuerza, sino que más frágiles, como testifica la Escritura. Aun cuando a muchas de nosotras esto les incomoda, o les ha incomodado hasta cierto punto, porque es contrario al espíritu de la época y parece una ofensa para nuestro orgullo. Tanto así que podemos llegar a rechazar tenazmente la verdad de 1 Pedro, incluso en los momentos en que tomamos todas las precauciones al caminar solas en un callejón oscuro.
Nuestra debilidad (el hecho de que no importa cuánto tiempo pasemos en el gimnasio, nunca seremos capaces de vencer a un hombre promedio o ganarle en una competencia de lucha libre) no es una señal de que algo falló. Más bien, significa que deben tratarnos con cuidado, porque en nosotras residen exquisitas bellezas, capacidades y virtudes femeninas (como la hermosa fuerza de un grueso vidrio biselado).
Una mujer embarazada es uno de los seres humanos más indefensos en la faz de la tierra. Apenas puede levantar sus pies después de hundirse en un cómodo sillón. Sin embargo, ¿quién si no el vaso frágil, llamado mujer, puede hacer que crezca otro ser humano dentro de su cuerpo?
Piensen en la enorme fuerza y resistencia que conlleva dar a luz, aunque es al mismo tiempo una especie vulnerable de vigor. Una mujer después de un parto maratónico de un sinfín de horas, se sienta en la cama, aun cuando su cuerpo comienza a sangrar, para intentar alimentar y cuidar a otra persona. ¿Por qué Dios la hizo de esta manera? Para que sepamos que, como una madre con su bebé lactante, Dios nunca se olvida de nosotros, aun mientras la sangre de su propio hijo era derramada en nuestro lugar. Es un diseño valiente, alucinante y frágil que apunta a cosas mayores; ese diseño debe ser honrado y protegido, no menospreciado en comparación con un hombre, sino que adecuadamente comprendido.
Bajo la protección de Dios
Por lo tanto, ¿de dónde viene la valentía de una mujer? Tengo más de treinta plantas en mi ventanilla mientras espero que la temperatura en Minnesota comience a subir y así poder plantarlas en el jardín. Las plantas son frágiles; no pueden sobrevivir en un clima frío. No obstante, no tienen absolutamente nada que temer. ¿Por qué? Porque cuido de ellas cada día. Las riego y las pongo al sol. Están justo donde trabajo, por lo que nunca dejan de estar en mi mente, nunca las olvido. ¿Cuánto más nosotras estamos bajo el cuidado y la eterna protección de nuestro Padre en el cielo? Siempre está observándonos. Él nos plantó, y él mantendrá y guardará a cada uno de sus hijos.
Es bueno que Dios nos haya hecho más débiles (ha puesto un diseño resplandeciente en los dos cromosomas X). Como escribe Lewis en La travesía del Viajero del Alba, «“En nuestro mundo —dijo Eustace—, una estrella es una enorme bola de gas flameante”[…] “Ni siquiera en tu mundo, hijo, puedes decir que una estrella sea eso, eso solo indica de qué está hecha”». Podríamos estar hechas de cromosomas repetidos, pero somos muchísimo más que el reduccionismo de lo que puede verse en un microscopio. Así que tomamos nuestros dos cromosomas X, que puede verse como un balanceo ridículo mientras crece una persona en nuestro abdomen, para que aunque un borrascoso viento pueda derribarnos, no tengamos miedo ante nada atemorizante. Somos frágiles, dignas de honor e impávidas.
Él está a cargo y nos ama más allá de la tumba.