Mis recuerdos de la soltería son potentes, pero pocos. Me comprometí cuando tenía veinte años y me casé antes de terminar la universidad. Aún así, recuerdo la soltería, la emoción y el horror de las relaciones amorosas.
En la actualidad, la soltería es más común, está más aceptada y está más de moda de lo que jamás lo ha estado en la cultura estadounidense. Yo, por lo pronto, aplaudo cuando veo mujeres solteras que no son consumidas por la espera de un hombre mítico que satisfará sus más profundos deseos para que su vida comience. El hombre capaz de satisfacer todos nuestros deseos ya existe: llegó hace más de dos mil años.
Sin embargo, muchas mujeres solteras lo están no porque fue su elección ni porque es su llamado. A pesar de que tal vez amen su soltería o quizás no, ninguna de nosotras fue creada para vivir sola. En el jardín, Dios resolvió el problema de la soledad al crear a Eva para Adán. Sin embargo, si un hombre y una mujer se completan mutuamente, entonces, ¿quién completa a una persona soltera?
Nuestro instinto de Escuela Dominical podría equiparnos para decir inmediatamente, «¡Jesús!». Pero, ¿es correcto? ¿Es Jesús solamente la pieza perdida del rompecabezas que le falta a una persona para ser completa? No lo creo. Jesús no simplemente completa lo incompleto; él nos domina y nos consume completamente en él: en su muerte y resurrección. Somos hechos nuevos y completos en Cristo, no simplemente completados por él. Por lo tanto, ¿quién completa a una persona soltera?
Como mujer casada, podría parecer una candidata poco adecuada para responder esta pregunta, pero tengo una perspectiva que ofrecer. He tenido el humillante privilegio de ser amada, enseñada, disciplinada y cuidada maternalmente por mujeres solteras. Quisiera contar sus historias. Lo que escucho a menudo respecto a casados y solteros es que las familias deben hacer que los solteros sean parte de sus vidas: acogerlos. ¡De acuerdo! No obstante, también quisiera animar a las familias y a las parejas que se dejen mentorear por solteros y que escuchen su sabiduría. No piensen que para esto ellos deben estar calificados como consejeros y mentores, el soltero debe haber vivido las mismas cosas que nosotros. Los casados pueden invitar a solteros piadosos a formar parte de sus vidas en cualquier tema, incluso en temas como el matrimonio y la crianza.
Joyce, Emily y Julie
No mucho después de que mi esposo y yo comenzáramos a tener hijos, Joyce me invitó a su casa a mí y a varias otras mamás. Cuando entré, noté cuán hermoso y ordenado estaba todo, cuán deliciosa olía la comida y cómo estaba puesta la mesa. Cuando Joyce se presentó y todas comenzaron a conversar, mi primera impresión sobre ella fue que era una mujer de la cual podía aprender. Era amable, cariñosa y agradable con las personas.
Más adelante en nuestra visita, me encontré contándole a Joyce un desafío que estaba enfrentando en la crianza. Ella me respondió, «nunca he tenido hijos, así que no sé si esto será útil, pero esto es lo que he visto en mis sobrinas y sobrinos». Esto me sorprendió (aún más al saber que nunca se había casado). No había considerado la posibilidad de que una mujer entusiasmada en cuidar a algunas mamás inmaduras podría ser soltera. Estoy agradecida de que lo haya hecho.
Emily es diez años menor que yo. La conocí cuando comencé a llamar desesperadamente a familias de la agenda telefónica de nuestra iglesia con el fin de encontrar niñeras para la gran cantidad de niños de nuestro grupo pequeño. En ese tiempo, ella estaba en la secundaria y, junto a sus hermanas menores, decidieron ayudarnos. Nos sirvieron fielmente por seis años.
Después de que Emily comenzó la universidad, yo estaba abrumada con mis hijos, la escuela y las cosas cotidianas de la vida. Le pregunté si le interesaría venir a ayudarme semanalmente. Ella aceptó y su compromiso con el trabajo era gratamente confiable. Ella aparecía y trabajaba duro. Compartía el conocimiento, los consejos y los hábitos que había aprendido de su mamá (lo que lo hizo aún más conmovedor cuando su mamá falleció de cáncer durante su primer año en la universidad).
Aprendí tanto de Emily, por ejemplo una mejor forma de juntar los calcetines y que organizarse puede ser simple. Pero más importante aún, aprendí sobre la fidelidad: la fidelidad a tus compromisos y la fidelidad a Dios en los momentos más oscuros.
Mi tía Julie siempre ha sido una parte integral de mi vida. Ha sido soltera toda su vida lo que ha sido un regalo para nosotros. No estoy minimizando la dificultad de serlo. Su soltería, junto con su disposición a protegernos a amarnos, con todas nuestras imperfecciones, ha sido un tipo de cuidado maternal de tía tan preciado y único.
Cuando veo que la cara de mi hijo de dos años se ilumina cuando la ve o cuando veo a mis hijos mayores hacer carrera para invadir la privacidad de su habitación, doy gracias.
Mujeres santas (solteras) que esperan en Dios
Me faltaría tiempo para hablar de Char, cuya devoción a Dios, a su pueblo y a aquellos que no han sido alcanzados en el mundo era una fuerza que podría derribar reyes y naciones.
O mi tía abuela Ola, que a los cien años aún podría orar en sueco antes de comer y nunca se encontró con un niño que no calificara para ser uno de sus «porotitos».
O Sue, una mamá soltera que me enseñó a orar y a amar a otros cuando era una adolescente fastidiosa.
O Lindsey, que ama tanto a nuestro hijo menor con necesidades especiales, tanto que espera más de él de lo que yo sé. Ella usa sus habilidades de terapeuta física para hacerle el bien a otros.
Los testimonios y los ejemplos fieles de estas mujeres solteras son hermosos. Tengo mucho que aprender de mujeres como ellas.
¿Quién te completará?
Las mujeres solteras están equipadas para cuidar maternalmente de maneras prácticas y entrenar a otros en la vida real; también lo están para disciplinar espiritualmente. La línea entre ambas no es rígida. De hecho, no existe una línea entre las dos; al contrario, se desbordan y se envuelven la una a la otra.
Así que, cuando te preguntes como mujer soltera, «¿quién me completa?», espero que no te resulte una triste consolación cuando el cuerpo de Cristo responda: «nosotros». Tú también nos completas. La casada no puede decirle a la soltera «no te necesito», ni tampoco puede hacerlo la soltera a la casada (1Co 12:21).
Las personas en tu ciudad (miembros de tu iglesia) que están en Cristo, están en él contigo. Necesitan todo lo que eres y lo que tienes que ofrecer más de lo que puedes imaginar, puesto que todos somos miembros los unos de los otros (Ro 12:5) (casados o solteros). Somos hechos nuevos y completos por Jesús.