Causas de las enfermedades mentales
Algunos cristianos creen que los cristianos no pueden tener enfermedades mentales. Si un cristiano profesante está deprimido, es ansioso o bipolar, piensan que se debe a que realmente no es cristiano o que hay algún pecado terrible del que no se ha arrepentido o que necesita arrepentirse de su depresión o del problema que sea. Casi la mitad (48 %) de los evangélicos cree que las enfermedades mentales graves pueden superarse sólo con oración y estudio bíblico[1].
El resultado de esta condena de la enfermedad mental como un pecado se debe a que muchos cristianos no admiten que ellos tienen una enfermedad mental. No hablan de eso y no buscan ayuda. Si es que lo hacen, a menudo van al mundo secular en lugar de a la iglesia, porque sienten que ahí encontrarán más comprensión, más compasión y más ayuda. No obstante, los enfoques seculares a veces podrían llevar a más dificultades y complicaciones espirituales. Si queremos superar estos desafíos, necesitamos entender tres razones por las cuales los cristianos pueden padecer enfermedades mentales.
Los cristianos pueden padecer enfermedades mentales simplemente porque son humanos
Los cristianos tienen cuerpos rotos. El cuerpo de un cristiano está tan caído y débil como el de cualquier otra persona. Esto significa que pueden sufrir infartos, diabetes, Alzheimer y, sí, enfermedades mentales. Sus cerebros pueden estropearse, su química y electricidad pueden funcionar mal, sus hormonas pueden estar desequilibradas, y así sucesivamente.
Los cristianos viven en un mundo roto. Los cristianos no están libres de los efectos de vivir en un mundo caído. Tenemos accidentes, abusan de nosotros, son injustos con nosotros, mienten sobre nosotros. Las personas nos hieren, algunos intencionalmente, y otros sin intención. Vemos y escuchamos eventos tristes y dolorosos e historias que nos trauman. Perdemos a nuestros seres queridos. Nuestras familias se rompen. Se ha demostrado que el trauma cambia la forma, el tamaño y la funcionalidad del cerebro y otros sistemas corporales que están relacionados a la manera en que pensamos y sentimos.
Los cristianos se estresan. Estamos diseñados para funcionar durante breves periodos bajo alto estrés para luego regresar a la calma y a un funcionamiento más relajado. No obstante, cuando nuestros cuerpos y mentes están bajo estrés por largo tiempo, nuestro sistema de respuesta ante el estrés dado por Dios (nuestro «sistema de respuesta de lucha y huida», como se mencionó anteriormente) puede funcionar mal. Cuando enfrentamos algún tipo de amenaza (real o percibida; física o emocional), una estructura pequeña de la parte posterior de nuestros cerebros (la amígdala) toma el mando con el fin de responder y sobrevivir a la amenaza percibida. Esto funciona realmente bien cuando nos enfrentamos a amenazas externas (p. ej.: un animal peligroso). Nuestros cuerpos responden, tal y como fueron diseñados, para eliminar la amenaza o alejarse del peligro. O luchamos para ponernos a salvo o huimos de la amenaza. Una vez que hayamos llegado a un lugar seguro, ya no se requiere la función de sobrevivencia de la amígdala por lo que se relaja; ahora la parte frontal del cerebro (pensamiento racional y calmado) puede tomar el control nuevamente, y el cuerpo y el cerebro se pueden relajar.
Sin embargo, cuando una persona se siente amenazada constantemente, cuando no hay alivio de esa amenaza, estrés o presión, la amígdala permanece activada. Toma control de los centros de placer del cuerpo y del cerebro (sistema límbico), produciendo cantidades excesivas y continuas de los químicos del estrés: la adrenalina y el cortisol. Con el tiempo, estos químicos atacan los órganos internos y la salud general de la persona. Aunque estos químicos son buenos en dosis pequeñas y cortas, cuando se sostienen por un largo tiempo pueden llegar a ser extremadamente peligrosos para nuestra salud física y mental[2]. El estrés también puede gatillar una vulnerabilidad subyacente a la enfermedad mental que podrían no haberse activado en circunstancias más tranquilas.
Esperamos que estés comenzando a ver que los cristianos son tan humanos como todo el resto y, por lo tanto, sufren y se estresan como todos los demás. Pero podrías estar preguntándote, ¿las enfermedades mentales pueden afectar a los creyentes como consecuencia de un pecado personal?
Los cristianos pueden padecer enfermedades mentales porque son pecadores
El pecado puede provocar depresión a través del daño físico o espiritual. Sin embargo, existen dos razones adicionales por las que los cristianos en particular podrían padecer enfermedades mentales. En primer lugar, está el castigo divino que está reservado para los hijos de Dios, ¡como lo descubrió el rey David cuando cometió adulterio y asesinato! El Salmo 32 y el Salmo 51 revelan la depresión y la ansiedad que David sintió mientras vivía con un pecado no confesado. Si Dios nos castigara con enfermedades mentales cada vez que pecáramos, ¡estaríamos deprimidos todo el tiempo! Afortunadamente, en su misericordia, Él no hace eso. No obstante, si nuestro pecado es especialmente grave o si permanecemos obstinadamente sin arrepentirnos, Dios podría afligir nuestras mentes y emociones para llamar nuestra atención y hacer que busquemos su misericordia y gracia. La disciplina de Dios, entonces, tiene el propósito de enseñarnos lo malo que es el pecado y de llevarnos de vuelta hacia Él. Por lo tanto, aunque es doloroso en el momento, es, en última instancia, para nuestro bien.
En segundo lugar, la ausencia de virtudes y gracias cristianas también puede dañar nuestros estados de ánimo y mentes. Por ejemplo, si no estamos orando, si no estamos leyendo nuestras Biblias, si no estamos creciendo conscientemente en fe, amor, esperanza, paciencia, confianza y adoración centrada en Dios, estos déficits, con el tiempo, podrían provocar un daño mental, emocional y espiritual. La preocupación y la ansiedad tomarán el lugar de la confianza y la seguridad; la independencia y el autocontrol reemplazarán la dependencia y el control de Dios; trabajar para ser aceptados por Dios tomará el lugar de confiar en Cristo para ser aceptados por Dios, y una identidad secular reemplazará a la identidad cristiana. Todos estos reemplazos traen costos emocionales y mentales que, con el tiempo, pueden resultar en enfermedades mentales.
«Pero sin duda», alguien podría decir, «¿los cristianos tienen menos enfermedades mentales que los no cristianos?».
A veces, es justo lo contrario.
Los cristianos padecen enfermedades mentales porque son cristianos
Aunque los cristianos tienen más recursos para combatir la enfermedad mental que los no cristianos, también pueden ser más vulnerables a ella que los no cristianos. Podemos verlo de tres maneras.
Los cristianos son blancos especiales del diablo. Aunque el diablo apunta a todas las personas, él odia especialmente al pueblo de Dios (Gn 3:15). Los odia porque solían pertenecerle y quiere recuperarlos. Quiere destruir su felicidad en Cristo. Por consiguiente, los ataca con una mayor ferocidad y hará todo lo que esté en su poder para dañarlos. Batallar contra tamaña guerra espiritual es desgastante y estresante. Nos pasa la cuenta de tantas maneras, incluyendo nuestros pensamientos, emociones e incluso nuestros cuerpos. El diablo nos tienta y nos prueba en maneras en las que no tienta ni prueba a los no cristianos.
Los cristianos están especialmente conscientes de su pecado. Uno de los efectos del Espíritu Santo en nuestras vidas es mostrarnos nuestra pecaminosidad. Vemos la maldad de nuestros corazones más que nunca antes. Eso puede ser aterrador y deprimente, en especial si no aplicamos el Evangelio a estas experiencias oscuras y desanimantes. Asimismo, podemos abatirnos por nuestra debilidad de cara a la tentación y por el poco progreso que estamos teniendo en la vida cristiana.
Los cristianos se ven especialmente afectados por todo el pecado y sufrimiento del mundo. Cuando somos llevados a Cristo por su gracia, y a medida que llegamos a ser más como Él, nuestros corazones son ablandados y más sensibilizados al mal del mundo. Vemos el pecado de las personas bajo una nueva luz, en especial, los pecados de nuestros seres queridos, y nos afligimos por el desorden que el pecado provoca. Vemos tragedias, guerras, terrorismo con una agonía cada vez mayor debido al sufrimiento infligido y especialmente porque las personas están siendo arrastradas a la eternidad sin el Evangelio.
Este artículo es una adaptación de A Christian’s Guide to Mental Illness: Answers to 30 Common Questions [Una guía cristiana para la enfermedad mental: respuestas a treinta preguntas comunes] escrito por Tom Karel y David Murray.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] Smietana, B. (2013). «Mental Health: Half of Evangelicals Believe Prayer Can Heal Mental Illness [Salud mental: la mitad de los evangélicos cree que la oración puede sanar la enfermedad mental]», Lifeway Research. https://research.lifeway.com/2013/09/17/mental-health-half-of-evangelicals-believe-prayer-can-heal-mental-illness/
[2] Chandra, A. (2015). «Fight or Flight: When Stress Becomes Our Own Worst Enemy [Luchar o huir: cuando el estrés se convierte en nuestro peor enemigo]». Harvard Science Review 20, (1).
https://issuu.com/harvardsciencereview/docs/
hsrfall15invadersanddefenders
https://harvardsciencereview.org/2015/12/03/
fight-or-flight-when-stress-becomes-our-own-worst-enemy/