Los primeros meses cuidando a un bebé pueden ser muy intensos y agotadores. Nos toma gran parte de nuestro tiempo y atención. Estás tan absorta con tu bebé que llegas hasta el punto de creer que la única manera de tener contacto con el mundo exterior es por medio de tu teléfono inteligente, específicamente, por medio de las redes sociales. Sí, es la manera más fácil de saber lo que está pasando en el mundo y de seleccionar lo que te interesa ver. Pero no se trata, necesariamente, de estar enterada de las últimas noticias relacionadas con la economía y con la política, sino de ver a otras personas que tienen vidas distintas a la tuya. Ver las fotos del viaje de una celebridad o de la boda que no pudiste asistir; las vidas de otras mamás frente al desafío de la maternidad; los videos de recetas prácticas y saludables que, apenas puedas, seguramente vas a preparar, y también las notificaciones de los comentarios amables y de los «me gusta» que surgen cada vez que publicas una foto de tu bebé.
Durante el tiempo que disfruté mi licencia maternal, pude dedicarme a cuidar a mi hija e interactuar solamente con el mundo por medio de un teléfono inteligente. De modo que mi vida se resumía a esto: cuidar a mi hija y mirar la pantalla de mi teléfono —como si no hubiera tenido otra opción—. No pasó mucho tiempo para que mi mente y mi corazón comenzaran a dar señales de que esto me estaba haciendo mal. Me sentía triste por no poder hacer las cosas normales que hacen las personas sin hijos. Comencé a compararme con otras mamás y a sentirme incapaz, improductiva y perezosa. De hecho, estaba siendo improductiva y floja. Mi vida espiritual ya no era una prioridad. Me sentía agotada y desanimada, pero obviamente, le atribuía toda la culpa a la maternidad. No tenía tiempo para leer la Biblia, para mantener la casa en orden o para hacer las cosas que me gustaban, como leer o ver una película. Sin embargo, al final del día, me daba cuenta de que pasaba horas en las redes sociales o viendo cualquier cosa en Internet.
¿Qué estaba pasando conmigo? ¡Y no solo conmigo! Al hablar de esto con algunas amigas, me di cuenta de que estaban luchando con el mismo problema: «¿por qué recurrimos a las redes sociales y cada vez con más frecuencia?».
¿Alguna vez te has preguntado por qué es tan difícil comenzar un nuevo hábito? ¿Por qué es tan difícil comenzar a hacer ejercicio o comer de manera saludable frente a lo sencillo y simple que es ver constantemente las redes sociales? Probablemente, ni siquiera recuerdas el momento exacto en que, revisar tu celular, se volvió un hábito en tu vida, ¿verdad? Pero debo decirte que eso no sucedió de la nada. Hay miles de personas trabajando ahora mismo y diligentemente para que te mantengas conectada el mayor tiempo posible a las redes sociales. Imagina que todo el mundo quisiera ayudarte para que puedas levantarte temprano o para que puedas hacer ejercicio. Imagina que cientos de personas quieren ser tus entrenadores personales unidos bajo el propósito de hacer tu vida más saludable. ¿Crees que sería más fácil vencer la pereza? Algo así pasa con el Internet. Hay una gran cantidad de especialistas diseñando herramientas e invirtiendo grandes cantidades de dinero para que pases todo el tiempo que sea posible mirando tu teléfono y revisando una y otra vez tus redes sociales.
No sé si a ti te pasa, pero revisar las redes sociales produce una especie de satisfacción. Y aunque no es una sensación de total plenitud, sí nos recuerda un poco lo que sentimos cuando nos suceden cosas buenas. Esto va más allá de nuestra conciencia; sin embargo, hay estudios que explican lo que sucede químicamente en nuestro cerebro cada vez que usamos nuestro teléfono. Por ejemplo, cuando subimos una foto y recibimos un comentario o un «me gusta», se activa la región cerebral del placer, que está mediada principalmente por una hormona llamada dopamina. Nuestro teléfono inteligente nos regala pequeñas dosis de placer que cada vez nos dejan con la sensación de querer más y nuestro cerebro guarda ese placer como una recompensa. Entonces, insistirá para que repitamos aquella acción que generó ese placer de manera instantánea. Pues, así como rápido viene, rápido también se va.
Otra cosa que nos hace querer estar cada vez más conectadas es el conocido FOMO (por sus siglas en inglés, Fear Of Missing Out, cuya traducción al español sería «miedo a perderse algo»). Este se refiere a la necesidad de no perdernos nada, de estar siempre atentas a todo lo que está pasando. La sensación de que, si no estamos pendientes, podemos no enterarnos de alguna novedad interesante o noticia importante. Queremos estar al tanto porque queremos seguir perteneciendo al grupo. Grupos que nosotras mismas hemos creado con amigos, familiares, artistas famosos, influencers o personas que ni siquiera conocemos, pero que, de alguna u otra manera, los sentimos como parte de nuestra vida. Lo triste es que olvidamos que todos muestran solo una parte pequeña y, por lo general, bonita de sus vidas, lo que nos produce sentimientos de soledad, baja autoestima, tristeza, angustia, ansiedad y hasta depresión.
Brett McCracken, autor del libro La pirámide de la sabiduría, ofrece en esta obra una visión interesante sobre el uso de las redes sociales. Usando el modelo de la pirámide nutricional, este autor nos enseña cuáles son los principales alimentos que deberíamos estar consumiendo y cuáles deberían ser considerados como comida chatarra y sin nutrientes. Brett nos invita a consumir una nueva dieta de información con el firme propósito de encontrar sabiduría y más conocimiento de Dios. El desafío que plantea apunta a aumentar el consumo de fuentes verdaderas y confiables como la Biblia, y a disminuir el consumo de fuentes menos confiables como el Internet y las redes sociales.
Utilizando un lenguaje relacionado con la alimentación, él trabaja tres aspectos para explicar la razón por la cual el consumo exagerado de información es tan perjudicial para nuestra salud mental y espiritual cuando son demasiadas cosas, demasiado rápido y demasiado centradas en mí misma. De la misma manera que no será bueno para nuestros estómagos comer solo lo que nos gusta, en grandes cantidades y con rapidez, consumir solo redes sociales, en grandes cantidades y con rapidez tampoco traerá beneficios para nuestra vida espiritual. Debemos cuidar la manera en que consumimos las redes sociales. Me gusta el pensamiento de Brett, él no es radical hasta el punto de decirnos que debemos abandonar completamente el Internet, sino que nos invita a entender cuál es su lugar y cómo ponerlo allí.
Un problema del corazón
Las personas que trabajan en este medio entendieron una verdad muy sencilla y bíblica: nosotros, los seres humanos, necesitamos estar conectados para sentirnos amados y aceptados. El problema, en última instancia, no es el teléfono, las redes sociales o el Internet, sino el corazón. ¿Qué es lo que buscas? ¿Descanso, distracción, alegría, aceptación, placer? ¿En qué momentos eres más propensa a consumir redes sociales? ¿Cuando estás cansada, aburrida, estresada o triste? Es importante sondear nuestros corazones para entender qué es lo que estamos buscando cada vez que tomamos nuestros teléfonos y para recordar la verdad de que solo en Dios podemos encontrar lo que nuestros corazones anhelan.
Si en los momentos en que te sientes más agotada tomas tu teléfono para encontrar algo que alivie tus cargas, probablemente descubrirás que hay entretención disponible por algunos minutos y que puedes olvidar un poco la realidad apremiante de la maternidad. Pero a pesar de que esto funcione por un pequeño tiempo, luego, querrás sentirte así otra vez; entonces, volverás por más la siguiente vez para encontrar un poco más de estas recompensas superficiales. No obstante, ¿qué está pasando realmente? ¿Con qué estás llenando tu mente? ¿Estás encontrando verdadero descanso? Quizás, un baño te dejaría más dispuesta para seguir sirviendo a tu familia o cinco minutos de quietud en oración podrían ser suficientes para renovar tu ánimo y para acercarte más a Dios, de modo que puedas seguir tu labor de madre con más sabiduría.
La verdad es que somos adictas a la gratificación instantánea y superficial. Sin embargo, el problema de esta adicción es que cada vez toleramos menos la frustración, la irritación, la tristeza o el tedio, todos propios de la vida y más durante la maternidad. Ya no queremos esperar, no queremos estar en silencio. No queremos ningún tipo de espera o sensación de vacío. Pero la verdad es que estamos sujetas a frustraciones todo el tiempo, y si no aprendemos que todo lo que necesitamos se encuentra en Cristo, las frustraciones van a destrozar nuestro corazón. Sin embargo, si entendemos que nuestras vidas están en las manos de nuestro buen Dios y que en Él tenemos todo lo que necesitamos, el cansancio, la tristeza, la soledad, los momentos de irritación, los retrasos e imprevistos de la maternidad, no serán vistos como desgracias y desventuras, sino como la providencia de Dios para tratar nuestros corazones, para hacernos más parecidas a su Hijo, para hacernos crecer y para dar a conocer su Evangelio. Aprendamos a sentir, a digerir nuestras emociones y sentimientos, y a llevar todo esto en oración delante del Único que puede satisfacer el alma.
No podemos seguir consumiendo las redes de manera ingenua y sin reflexión. Debemos poner en práctica las palabras del apóstol Pablo en Efesios: «Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no sean necios, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor» (Ef 5:15-17).
¿Cómo podemos cambiar?
Si queremos cambiar el hábito de usar en exceso las redes sociales, debemos entender otra verdad sobre nuestro corazón. El teólogo Juan Calvino dijo que nuestro corazón es una fábrica constante de ídolos; por lo tanto, debemos saber que será insuficiente solo destruir nuestros ídolos, ya que automáticamente vendrán otros a tomar su lugar. Así que, debemos no solamente destruirlos, sino reemplazarlos por algo mejor.
En primer lugar, debemos entender que nuestro corazón siempre deseará encontrar satisfacción, pero solo la encontraremos en nuestro Creador. Nada ni nadie puede traernos plena y duradera satisfacción, sino una relación íntima y verdadera con Dios. En Él encontraremos aceptación, amor y propósito. Todo lo demás solamente es una sombra de lo que podemos tener en Dios.
Con esto en mente, quiero darte algunas sugerencias prácticas que podrían ayudarte. Piensa en otras actividades que podrías hacer en lugar de usar tu teléfono, por ejemplo: toma ese libro que dejaste abandonado hace un tiempo y que deseabas leer. Elige un libro de la Biblia y sumérgete en él. La idea es que, cada vez que sientas ganas de utilizar tu dispositivo móvil, abras tu Biblia o un libro y comiences a leerlos. Puedes también leerle a tu hijo pequeño, te edificará y a él lo estimulará. Canta una canción o varias. Haz aquella tarea que hace días estás postergando. Piensa en las personas que amas y ora por ellas. Escribe un diario, ¿por qué no? Escribe cómo te sientes, puede ser un pensamiento, un sueño, un desahogo o una oración. Piensa en Dios y en todo lo que Él te ha dado, recuerda sus bendiciones y enumérelas, y deja que tu corazón se llene de gratitud. Experimenta también la bendición de hacer nada. Escucha el silencio o el ruido que hace tu hijo mientras juega. Mira por la ventana, respira hondo, elige estar presente y conectada con el momento que estás viviendo.
Deja que el teléfono inteligente sea una herramienta que te ayude en el propósito de acercarte más a Dios y de glorificarlo. Aprende a usarlo con sabiduría. Revisa las cuentas que sigues y decide cuál será el tipo de contenido y personas que deseas que te influencien. Si aún no la tienes, descarga la aplicación de la Biblia y busca un buen plan de lectura bíblica. Haz una lista de tus alabanzas favoritas y predicaciones bíblicas. Lo mejor de todo es que puedes hacer estas cosas mientras amamantas, cambias un pañal o juegas con tu bebé. Desactiva las notificaciones, guarda tu teléfono por lo menos una hora antes de dormir y úsalo una hora después de despertarte.
Antes de publicar algo en redes sociales, pregúntate: ¿por qué quiero que otras personas vean esto? ¿Deseo impresionar a alguien? ¿Esto muestra una verdad o una mentira de mi vida? ¿Glorificará a Dios? ¿Será de bendición para los que la vean?
Creemos y decimos que Dios nos hizo libres de la esclavitud al pecado gracias a Jesús, ¿amén? ¿De verdad lo crees? ¿Estás disfrutando tu libertad o estás atrapada en tu teléfono cada día? Querida hermana, eres libre para cambiar tus hábitos y para que, en medio de tu rutina como mamá, te acerques más a Dios a fin de conocerlo y amarlo. Y aunque la industria del Internet tenga a miles de funcionarios trabajando para que estés conectada a las redes sociales, tenemos a nuestro favor al Dios del universo y al Espíritu Santo, quien está trabajando en todo momento para formar en ti el carácter de Cristo.