Título original en inglés: “The Monotony of the Wilderness: Are You Just Marking Time?”
Estoy leyendo el Pentateuco. Ocurren tantas cosas en estos libros, especialmente durante el viaje de los israelitas desde Egipto hacia la Tierra Prometida. El viaje está lleno de acción, en especial al comienzo. Piensa en los muchos eventos memorables: el cruce del Mar Rojo, el milagro del maná, el agua de la roca, la Ley entregada en el monte Sinaí, el becerro de oro. Tendemos a recordar los puntos altos y bajos, pero durante la mayor parte de los cuarenta años que les tomó a los israelitas llegar a Canaán, probablemente fueron días bastante monótonos.
Ponte en el lugar de ellos. Cada día es casi igual: despertar; recoger maná; revisar para ver si la nube se había levantado del tabernáculo, lo que indicaba si es que había que empacar o permanecer ahí; preparar una fogata para cocinar; preparar el maná para la siguiente comida, comer, limpiar; preparar maná para la siguiente comida, comer, limpiar; llevar un cabrito al sacerdote como ofrenda por el pecado al ser culpable de tu enojo hacia tu hermano; cambiarse de ropa; ir a dormir; levantarse y repetir. Un día se mimetiza con el otro. Cuarenta años = 14 600 días = 350 400 horas. Eso parece ser mucha monotonía.
¿Es esa tu experiencia actual en medio de la pandemia de la COVID-19? ¿Un día se siente igual al siguiente? Si eres como yo, no han habido muchos eventos memorables durante las semanas del confinamiento (asumiendo, por supuesto, que ni tú ni un ser querido hayan estado enfermos, ni que hayan perdido sus trabajos). Sin duda, ha habido pocos puntos altos reales. No hubo reuniones presenciales del pueblo de Dios para celebrar la Pascua; tampoco ceremonias de graduación en vivo; ni fiestas de cumpleaños o de graduación; nada de cenas con amigos; ninguna selfie sonriente en medio de las multitudes en Bar Harbor, Maine durante nuestras vacaciones familiares anuales. Lo que nos queda, más a menudo, es una sucesión de días que se desdibujan unos a otros. No hay mucho que sea extraordinario, ¿o sí? ¿Estamos simplemente marcando el paso hasta que termine la pandemia? ¿Los israelitas estuvieron marcando el paso hasta que la primera generación murió y la siguiente pudo entrar a la Tierra Prometida (donde estaba la verdadera acción)?
Esa no era la perspectiva de Dios sobre esos años en el desierto. Deuteronomio 8:2-3 dice:
Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor.
El desierto fue un tiempo para aumentar la confianza en el cuidado y la provisión de Dios. Fue un tiempo para crecer en amar a sus prójimos como a sí mismos (Lv 19:18). En medio de caminos poco espectaculares y a menudo monótonos, Dios estaba obrando. Y aún lo está haciendo, en sus vidas, hoy mismo.
¿Cuál es el llamado de Dios para ti en este día común y corriente? Quizás es preparar el desayuno para tus hijos de buena gana. O lidiar pacientemente con una interrupción mientras intentas trabajar desde casa, o confesar tu pecado de que fuiste impaciente en medio de esa interrupción. O pasar horas en el teléfono intentando asegurar los beneficios del desempleo. O conversar por videollamada con una amiga soltera que está sola en casa. O sacar a pasear al perro. O lavar los platos. O luchar con un tiempo de oración mientras tu mente distraída y ansiosa revolotea de un desafío a otro. Las actividades poco espectaculares y comunes forman el grueso de nuestros días con (o sin) el coronavirus. No obstante, estos simples actos de fidelidad y amor son los lugares donde el Espíritu de Dios está obrando conformándote a su imagen.
¿Te das cuenta de que Jesús pasó treinta comunes y largos indocumentados años en la tierra, aprendiendo y practicando el oficio de la carpintería antes de que comenzara su ministerio público? Treinta años = 10 950 días = 262 800 horas. Eso es mucha monotonía, pareciera. Sin embargo, Él no estaba solo marcando el paso. Esos son los años en los que Él creció en sabiduría y en favor con Dios (Lc 2:52) y se preparó para su ministerio en la tierra. Esos 10 950 días comunes y corrientes construyeron un beneficio incalculable. Y lo que fue cierto para Jesús no es menos cierto para nosotros.
La escritora Annie Dillard dijo: «cómo pasamos nuestros días es, por supuesto, cómo pasamos nuestras vidas». Lo que haces este día importa ya sea que parezca bastante común o no. No desperdicies «el día de las pequeñeces» (Zc 4:10). Abraza la monotonía de tu desierto particular de este día, sabiendo que tu Dios está obrando con determinación en tu vida.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (17 de septiembre, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “The Monotony of the Wilderness: Are You Just Marking Time?” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

