Pocas cosas envenenan a la iglesia y manchan su reputación en el mundo como los pastores arrogantes. La soberbia manifiesta en los políticos, por más lamentable que sea, es de esperar. Sin embargo, la arrogancia en el púlpito es una gran plaga para la iglesia y para la comunidad donde ella, la iglesia, debe brillar.
No es que el Nuevo Testamento no haya previsto el peligro o que de alguna manera esto sea un hecho reciente para la iglesia. Los cristianos siempre han sabido mantener alejados a los hombres engreídos de los cargos en la iglesia. Si las condenas generalizadas de la Escritura contra el orgullo y la arrogancia no fueran suficientes; entonces, las aptitudes específicas para el cargo de pastor-anciano lo hacen más claro:
No debe ser arrogante (Tito 1:7, NVI).
No debe ser un recién convertido, no sea que se envanezca y caiga en la condenación en que cayó el diablo (1 Timoteo 3:6).
«Recién convertido» (del griego neófito) significa, literalmente, «recién plantado». Es una imagen adecuada para un recién convertido al cristianismo. Las nuevas plantas aún no han tenido tiempo de echar raíces profundas y extensas. Las plantas nuevas, ya sean trasplantadas o de la semilla, son mucho más fáciles de arrancar que los árboles que han crecido profundamente en el suelo en cuestión de meses y años, en lugar de días y semanas.
En otro lugar, cuando Pablo se refiere al nombramiento formal de pastores y ancianos, exhorta a Timoteo y a las iglesias: «No impongas las manos sobre nadie con ligereza» (1Ti 5:22). Este principio de paciencia en el nombramiento para el cargo se aplica no solo a los pastores, sino también a los diáconos: «Que también estos sean sometidos a prueba primero, y si son irreprensibles, que entonces sirvan como diáconos» (1Ti 3:10).
Estas advertencias están unidas por un hilo conductor: el orgullo creciente en un líder pone en peligro a toda la iglesia, y cuanto más tiempo un hombre ha caminado fielmente con Dios, es menos probable que el orgullo remanente en él crezca en lugar de disminuir.
Por qué no a las plantas nuevas
El ministerio pastoral puede ser muy difícil emocionalmente, no es lo típico en cada paso, pero sí de manera aguda en los momentos de crisis. Es solo cuestión de tiempo para que el ministerio pastoral demuestre ser más desafiante emocionalmente de lo previsto. Ciertos tipos de trauma espiritual son inevitables porque los pastores están más expuestos a las profundidades de la depravación humana.
Las sorprendentes profundidades del pecado que habita en los cristianos profesantes, multiplicadas en una congregación, pueden ser suficientes para dañar y hasta arrancar a las plantas jóvenes. Las nuevas plantas aún no están listas para soportar todo tipo de tormentas. Necesitan echar raíces y fortalecer los tallos y brotar hojas y dar algunos frutos iniciales. Muy pronto estarán listos para los fuertes vientos y las lluvias torrenciales del ministerio pastoral, pero no de inmediato.
Sumado a eso, a Satanás le encanta apuntar a los tenientes opuestos, y más cuando uno es manifiestamente joven y débil. Un nuevo converso entre los pastores puede ser un blanco fácil, un punto de apoyo conveniente para los esfuerzos del diablo (Ef 4:27). Las iglesias sabias se arman contra tales esquemas (Ef 6:11).
Estos son peligros reales al poner nuevas plantas en el liderazgo, pero el peligro específico que menciona Pablo, y que por lo tanto merece la máxima atención, es que la nueva planta podría estar «envanecida» (1Ti 3:6). Tal arrogancia aparentemente se había convertido en un problema en la iglesia de Éfeso (1Ti 6:4; 2Ti 3:4). Los falsos maestros allí pueden haber surgido precisamente de esta manera. Recién convertidos, manifiestamente dotados en la enseñanza y vistos como líderes naturales, tal vez fueron ordenados apresuradamente al oficio pastoral, lo que puede haber producido dos efectos a la vez: (1) no se les probó lo suficiente para ver realmente de qué estaban hechos estos hombres espiritualmente y (2) el nombramiento en sí, y el servicio en el cargo, pueden haber alterado la trayectoria de lo que de otro modo podría haber sido un crecimiento y desarrollo saludable.
1. ¿Cómo ha persistido el viejo orgullo?
En el primer caso, la arrogancia del recién convertido simplemente puede permanecer de su vida anterior de incredulidad. Pablo menciona el «envanecimiento» como una característica de los que están fuera de la iglesia (2Ti 3:4). En consecuencia, los recién convertidos necesitan algo de tiempo en la fe para que la soberbia disminuya. La precaución puede ser más que simplemente la preocupación de que ser puesto en el liderazgo pueda hacer que un hombre inmaduro se vuelva arrogante, sino que, al ser un recién convertido, todavía no se le ha sacado a golpes tanto engreimiento. Su mente todavía está siendo puesta bajo la autoridad de Dios de maneras fundamentales. No solo es necesario que el polvo se asiente; las raíces necesitan profundizarse.
Los pastores no deben ser arrogantes (Tit 1:7), entre otras razones, porque deben ser hombres bajo autoridad, mayordomos y sujetos a las palabras de Cristo y a sus apóstoles. Pablo identifica al que está «envanecido» con el que «enseña una doctrina diferente y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad» (1Ti 6:3-4). El corazón mismo de la tarea pastoral es la enseñanza, y no la enseñanza de uno mismo o sus preferencias, sino la enseñanza de «las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo». Pablo menciona «la condenación del diablo», quien en su orgullo y arrogancia no estaba dispuesto a inclinarse ante la autoridad de Dios.
2. ¿Provocará el liderazgo un nuevo orgullo?
No obstante, un recién convertido no solo necesita tiempo para que disminuya la soberbia de su viejo orgullo, sino que también debemos considerar cómo el nombramiento al liderazgo podría afectar a un hombre. ¿Ser presentado como un líder de la iglesia será una ocasión para un nuevo tipo de arrogancia? Esta parece ser la principal preocupación que Pablo tiene en mente en 1 Timoteo 3:6, no solo superar la arrogancia anterior, sino también si ¿se envanecerá por el papel de liderazgo en sí mismo y, por lo tanto, caerá en la misma condenación (orgullosa) que Satanás?
Al buscar ocupar puestos y oportunidades de liderazgo, a menudo tomamos una de dos posturas: «un hombre para el trabajo» o «un trabajo para el hombre». «Un hombre para el trabajo» significa que es tal la necesidad que el candidato debe cumplir el rol y las expectativas desde el primer día. «Un trabajo para el hombre» significa que el rol es una oportunidad para que un líder en desarrollo llegue a cumplir el rol y las expectativas a medida que sirve. Si bien el pastorado nunca es completamente un escenario de un hombre para el trabajo (¿quién es suficiente para estas cosas?), no debemos abordar nuestra búsqueda con una mentalidad de un trabajo para el hombre cuando se trata de orgullo y arrogancia.
Un hombre puede ser capaz de crecer en la enseñanza y en los aspectos de la conducta pastoral, y en una multitud de otras cosas mientras sirve, pero no así con la humildad. No debemos pensar en el pastorado como un crisol útil que podría hacer humilde a un hombre arrogante. El pastorado es de hecho un crisol. Hará que un hombre humilde sea aún más humilde (2Co 12:7), pero no es un laboratorio para hombres arrogantes.
Alejar a los nuevos conversos del concilio no solo sirve a la iglesia, sino también al recién convertido. Es saludable establecerse por un tiempo como cristiano para primero empaparse de que la identidad de uno está en Cristo, no en su oficio. Antes de intentar, en el ministerio, que los espíritus se nos sometan, primero necesitamos una buena y sólida temporada de regocijo al saber que nuestros «nombres están escritos en los cielos» (Lc 10:20).
¿Cuán reciente?
Sin embargo, ¿qué tan reciente es un converso? ¿Qué tan nueva es una planta? Aquí se muestra la sabiduría de la pluralidad en el liderazgo de la iglesia local. El Nuevo Testamento no nos da un marco de tiempo particular, ya sea un año o cinco. Al igual que con las otras aptitudes de los ancianos, «no un recién convertido» es analógico, no digital. No se trata de que un hombre se vaya a dormir una noche como una «planta nueva» y se despierte al día siguiente listo para capear las tormentas. Más bien, tal madurez, y en particular, la humildad, es incremental y en un espectro. Y Pablo deja que lo determinen colectivamente la pluralidad de ancianos, confirmada por la iglesia, teniendo en cuenta la edad y la madurez tanto del candidato como de la iglesia y otras circunstancias relevantes, entre las cuales se encuentran las necesidades actuales de la iglesia.
Observa las diferencias entre la iglesia de Éfeso bien establecida (1 Timoteo) y la incipiente iglesia de Creta (Tito). Al escribir a Éfeso, Pablo especifica «No debe ser un recién convertido». La iglesia de Éfeso era lo suficientemente antigua, probablemente de una década o más, como para que no necesitar a conversos relativamente nuevos en el liderazgo. Creta no tenía el mismo lujo. La totalidad de la iglesia había sido plantada recientemente, y cuando Tito fue a nombrar ancianos, era inevitable que todos fueran, en cierto sentido, nuevas plantas. Sin embargo, la preocupación subyacente seguía siendo: la arrogancia. Y así Pablo específica para los cretenses: «no arrogante» (Tit 1:7).
Una calificación importante es que «no un recién convertido» no significa necesariamente «no joven». Sabemos que el propio Timoteo era relativamente joven, probablemente en sus veinte o treinta años. Sin embargo, Pablo le escribe que no permita que la iglesia lo menosprecie por su juventud, sino que sea de ejemplo (1Ti 4:12), incluso huyendo de las pasiones juveniles (2Ti 2:22). Como dijo Eliú a Job con toda sinceridad, no es la edad lo que hace sabio al hombre, sino el Espíritu de Dios (Job 32:8-9). Ora para que el paso del tiempo aumente la obra de sabiduría del Espíritu en un hombre, pero no asumas tal cosa simplemente por el paso de los años.
Dos preguntas clave
Para hacer tangible la búsqueda de la humildad pastoral, para las iglesias y los consejos que buscan un pastor y para los hombres que aspiran al ministerio, considera dos manifestaciones particulares de humildad esenciales en los pastores y ancianos:
1. ¿Piensa con juicio sobrio?
Aquí la pregunta no es solo sobre el juicio sobrio en general (que es vital, llamado sensatez, 1Ti 3:2), sino en particular relación con la autoevaluación. Romanos 12:3 dice:
Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno.
¿Es autocrítico? ¿Está dispuesto a admitir sus defectos? ¿Está tratando regularmente de construirse a sí mismo en la mente de los demás con sus propias palabras? ¿Da evidencia de pensar en sí mismo más alto de lo que debería pensar?
2. ¿Considera a los demás más importantes que él mismo?
Pablo escribe a todos los cristianos en Filipenses 2:3-4 una palabra que es especialmente apremiante para los líderes de la iglesia:
No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.
Considerar a los demás más importantes que uno mismo afecta al corazón mismo de la vocación pastoral y al corazón de la fe. Jesús mismo, el gran Pastor y Guardián de nuestras almas (1P 2:25), es el paradigmático líder humilde que tomó nota, buscó y se entregó por los intereses últimos de los demás (Fil 2:5-8). La labor pastoral nunca eclipsa ni reemplaza la perfecta humildad de Cristo, quien «se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil 2:8), pero sí busca hacer eco de su humildad, y así apuntar a ella en nuestros esfuerzos diarios.
Danos pastores humildes
Cuando Dios hace el doble milagro de producir hombres humildes y darlos como pastores-maestros a las iglesias locales, ¿qué clase de hombres podemos esperar encontrar enseñando y dirigiendo nuestras iglesias? Los pastores humildes aman la Escritura y «las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo» (1Ti 6:3). Reciben su llamado como subpastores, aceptando alegremente su rol bajo la autoridad de su Jefe. Los pastores humildes no aman predicarse a sí mismos, sino a Cristo Jesús como Señor (2Co 4:5).
Los pastores humildes dan el beneficio de la duda y esperan lo mejor (no asumen lo peor) unos de otros y del rebaño. No permiten que el cinismo sobre su gente se desarrolle y se pudra en sus corazones. Tienen una especie de mansedumbre de espíritu y no un menor celo por el honor de Dios, lo que les impide tener miedo a equivocarse y, por lo tanto, a sentir una necesidad constante de autoprotección.
Los pastores humildes son transparentes en lugar de evasivos; auténticos (en el mejor de los sentidos) en lugar de superficiales. No están a la defensiva, sino con ganas de aprender, crecer y mejorar. Los pastores humildes escuchan. Son el tipo de hombres poco inclinados a absorber la atención de los demás, sino que están más interesados en escuchar a los demás que en hablarles a los demás de sí mismos. Si pudiéramos resumir en una palabra cuál es el atributo que más necesitamos en el pastorado hoy, como en cada generación, pocos se acercarían a la humildad.
Dios, danos pastores humildes.