Cada mañana nos convoca a un festín. Con cada nuevo día, la voz atrayente de Isaías 55 llama: «Todos los sedientos, vengan a las aguas […]. Escúchenme atentamente, y coman lo que es bueno, y se deleitará su alma en la abundancia» (Is 55:1-2).
Por lo tanto, con el libro en la mano, nos volcamos hacia Dios con el alma sedienta y hambrienta del Salmo 63, reconociendo nuestra necesidad y esperando su banquete: «Mi alma tiene sed de Ti […]. Como con médula y grasa está saciada mi alma […]» (Sal 63:1, 5). En Cristo, venimos a Dios, por medio de su Palabra, como los sedientos que van por agua para recibir vino y leche gratuitamente (Is 55:1), como los hambrientos para saciarse con el pan verdadero.
Cada nueva mañana amanece con misericordias divinas para saciar nuestra sed y nuestras almas.
Idealmente, este es el sentimiento principal de la meditación matutina en la Palabra de Dios: alimentar, comer, beber, quedar satisfecho. No es una sensación de batalla y combate, sino que de banquete. Pero ten en cuenta esto: como pecadores, en un mundo maldito, con un enemigo real, para seguir alimentándonos, también tenemos que luchar.
Los devocionales comunes y corrientes no son nada menos que una guerra.
El diablo se levanta temprano
«¿Conque Dios les ha dicho […]?».
Desde esa primera tentación, el enemigo ha puesto su vista en las palabras de Dios. Si ya la hemos escuchado, él las va a cuestionar. Pero sabe que lo mejor será impedir que escuchemos a Dios en primer lugar.
El diablo y su equipo saben cuán poderosas son las palabras de Dios, y cuán vitales son para nuestra vida y salud. Conocen el poder devastador de la ingesta común de Biblia. Conocen el poder del fuego para avivar las brasas y el poder de la Palabra de Dios para alimentar a la fe salvífica, y para mantener suaves a los corazones creyentes. Conocen, y tiemblan ante, la fuerza explosiva y que cambia el mundo de los cristianos fieles que se sientan mañana tras mañana (sin fuegos artificiales, teatros o aplausos) frente a la gloria tranquila de los devocionales comunes y corrientes.
Por lo tanto, los demonios harán todo lo posible para interrumpir el banquete matutino. Lanzan su campaña bajo el manto de la noche y atacan al amanecer. Pero no quedamos a merced de sus maquinaciones, ignorantes ante sus diseños satánicos (2Co 2:11). El diablo podría merodear como un león rugiente, buscando a quien devorar (1P 5:8). Pero con sobriedad mental y atención, podemos observar y reforzar sus probables puntos de ataque.
Tres ataques cuando ingerimos Biblia
Entonces considera cómo nuestro enemigo a menudo influencia los patrones de nuestro mundo, con los pecados y las debilidades de nuestra propia carne, para maquinar contra el alimento común, tranquilo, pausado, temprano de nuestras almas en la Palabra de Dios.
1. Mantenerlos despiertos hasta tarde
La campaña comienza la noche anterior, al anochecer: mantenerlos despiertos hasta tarde. Puede ser un hijo sin dormir; alguna necesidad tangible, de última hora, que requiera un acto de amor; una conversación cara a cara o un evento nocturno, lo de siempre. Pero hoy en día, las máquinas hacen gran parte del trabajo. Nuestras numerosas pantallas (desde las grandes que tenemos colgadas en las paredes hasta las pequeñas que llevamos en nuestros bolsillos) son muy eficientes en hacernos estar despiertos en la noche.
La guerra espiritual para los devocionales comunes y corrientes comienza mucho antes de que salga el sol. Quien es sobrio de mente y vigilante lo observa y actúa con sabiduría: listo para sacrificar el buen dormir ante la llamada de un amor cristiano y deseosos de no malgastar este regalo de Dios por las tonterías de los atracones y el escrolear sin fin por las pantallas en la noche. Un mal hábito puede desincronizar otros buenos. Al enemigo le gustaría cegarnos ante los efectos en cascada de las noches largas y vacías.
2. Distraerlos
Si efectivamente nos retiramos a una hora prudente, no todo está perdido para el enemigo: distraélos en la mañana. Lo que puede ser una palabra rápida.
En un sentido, siempre ha sido fácil. Incluso a mediados del siglo xvii, Blaise Pascal (1623-1662) lamentó nuestra tendencia universal a la distracción: «todos los problemas de la humanidad son el resultado de la incapacidad del hombre de sentarse tranquilo en una habitación a solas». No necesitamos las noticias interminables ni el Internet para despistar nuestra atención; sin embargo, ahora las tenemos y, oh, cuán susceptibles podemos ser. El celular, sus notificaciones y los infinitos escrols son particularmente una trampa.
3. Hacer que se den prisa
Un tercer plan del enemigo es la prisa. Al diablo le gustaría que el motor de nuestras almas funcionara a las mismas revoluciones por minuto a primera hora de la mañana que durante el resto del día. Le gustaría que nos moviéramos al ritmo del mundo en lugar que al de la Palabra. Incluso con felicidad intentaría que hiciéramos demasiado en nuestros devocionales matutinos, para que lo hiciéramos demasiado rápido.
Como escribió el columnista Thomas Friedman: nos encontramos viviendo en una «era de aceleraciones». Nuestro mundo nos presiona y condiciona a adoptar un ritmo y tendemos a internalizar su velocidad como nuestra y llevamos el ajetreo con nosotros cuando vamos a la Palabra de Dios.
No obstante, el banquete matutino de la meditación bíblica no es comida chatarra y no debemos tratarla como tal.
Tres ataques contra la tentación
Entonces, ¿cómo podríamos combatir los planes del diablo? Una cosa es anticipar cómo los demonios atacarán y otra es actuar en consecuencia. ¿Qué harás para frustrar las fuerzas malignas dispuestas contra la lectura y la meditación bíblica diaria?
1. Maneja las pantallas con cuidado
Dentro de otras estrategias prácticas, debemos aprender a manejar nuestras pantallas con especial cuidado. Piensa cuánto menos propenso serías a las distracciones matutinas si mantuvieras tu teléfono en silencio, boca abajo y lejos; o aún mejor, en otra habitación.
Para que nuestras almas comiencen el día en un banquete con el Señor, no sólo necesitamos tiempo y ser realistas sobre lo que tenemos, sino que también debemos guardar ese tiempo al irnos a dormir, al despertar y al evitar desvíos matutinos. Tanto la noche anterior como en la mañana, las pantallas y su contenido, con sus píxeles brillantes, son grandes distractores de las almas.
Para muchos de nosotros en la vida moderna, es difícil evitarlas. Trabajamos con ellas y las usamos para nuestros trabajos. Pasamos una impactante cantidad de días y semanas frente a ellas, muchos de esos días por algo bueno. No obstante, tener una especial cautela con las pantallas después del anochecer y antes de reunirse con Dios en su Palabra, se convierte en la parte más importante de la sabiduría cristiana moderna.
Asimismo, podrías considerar ser más tradicional y usar una Biblia de papel. Ellas no suenan ni vibran ni reciben notificaciones. Y el papel en realidad ayuda al lector a bajar la velocidad y a experimentar «los preciosos milisegundos del profundo proceso de la lectura».
2. Prepara la porción del día
Una simplicidad gloriosa acompaña los devocionales comunes y corrientes, del tipo que alimenta y sustenta las almas por toda una vida. Por más admirable que sea intentar leer este libro y ese comentario, y estudiar esos temas y memorizar esos versículos e incluso orar largas listas (y todo eso además de leer y meditar en la Palabra de Dios), intentar hacer demasiado en la mañana socavará el resto y el festín de estar en la presencia de Dios y disfrutarlo a Él y a su Hijo por medio de su Palabra.
Una manera de hacerlo: simplemente busca preparar una porción diaria cada mañana. Como el pueblo de Dios, al recolectar maná cada día en el desierto, busca saciar el hambre de tu corazón y satisfacer la sed de tu alma sólo por ese día. No hay necesidad de ponerse al día con las lecturas que no hiciste ayer ni intentar adelantar para almacenar para mañana o las próximas semanas. Dios se preocupará del mañana. Al contrario, ven a comer, a beber y a quedar satisfecho hoy. En otras palabras, no te eches a la boca más de lo que puedes masticar. No intentes hacer demasiado, sino que cultiva un realismo fiel a largo plazo.
3. Mastica tu comida despacio
Finalmente, deja el ajetreo para el resto del día. Baja la velocidad, si aún eres capaz. Podría tomar tiempo aprender cómo hacerlo. Busca masticar tu comida lentamente y disfrutarla. Saborear así en el momento también nos ayuda a llevarla con nosotros en nuestros altibajos, presiones y aceleraciones del día.
La imagen bíblica de la meditación encaja con las imágenes de los banquetes de Isaías 55 y Salmo 63. La meditación hebrea es como un animal rumiando. No soy campesino, pero las pocas vacas que he observado haciendo esto no parecían tener en ningún tipo de apuro. Si vas a ser como una vaca, haz que la primera cosa de la mañana sea rumiar, sin apuro, e incluso relajado, las palabras de Dios en la Escritura.
Los libros antiguos en general, y la Biblia en particular, no tienen el propósito de leerse con velocidad, como hoy se nos ha condicionado a leer (eso es, superficialmente). Aprende a leer la Biblia a una velocidad completamente nueva. Lee despacio y vuelve a leer. Busca disfrutar a Dios, a su mundo, a su gloria y a su Hijo. No tragues demasiado rápido y seguir adelante, sino que mastica lentamente y saborea su gracia.
La guerra no es la actitud principal de los madrugadores. Anda a la Palabra de Dios para comer y quedar satisfecho. Pero tienes que saber que esto no es ni más ni menos que una batalla. Considera los planes comunes del diablo y lucha para guardar el festín.