Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veinticuatro:
Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:13-14).
En 1954 Roger Bannister y John Landy se enfrentaron en una carrera monumental. Ambos hombres habían logrado recientemente lo impensable al correr 1,6 kilómetros en cuatro minutos. Landy lideró la mayoría de la carrera, llegando incluso a liderar en un punto por un poco más de 9 metros. Sin embargo, en la última vuelta de la carrera cometió el error que los corredores no deben cometer: miró hacia atrás. Bannister lo adelantó y no dejó nunca de liderar la carrera.
En nuestra batalla por la pureza, aquello que está detrás de nosotros (nuestro pasado) puede robar nuestra mirada. Podemos caer en la trampa de pensar demasiado en nuestros éxitos del pasado o podemos correr más lento debido al peso de los fracasos de nuestro pasado. Aquí Pablo no nos está llamado a simplemente olvidar nuestro pasado como si no existiera. Al contrario, nos está llamando a confiar en el Señor con nuestro pasado (tanto el éxito como el fracaso) y a que mantengamos nuestros ojos fijos en Jesucristo.
Si has confiado en la provisión de un Salvador misericordioso; si has ganado una batalla, confía en que fue la provisión de un Señor transformador. Luego, sigue corriendo.
Padre, te agradezco porque no solo eres el Señor de mi presente y mi futuro, sino que también de mi pasado. Conoces cada momento en el que he fallado y cada momento en el fallaré. Conoces cada victoria de gracia que tendré en mi vida. Y todo esto lo sabías antes de la fundación del mundo. Ayúdame a confiar en ti con mi pasado. Cualquiera sean las heridas que otros me dejaron, mis propios fracasos o incluso los momentos cuando he triunfado en obediencia, te los confío a ti.