Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veintiséis:
Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo (Efesios 4:32).
Podrías estar preguntándote, «¿qué tiene que ver el perdón a otros con los Treintaiún días de pureza?». Tiene todo que ver con la pureza personal. Incluso cuando estás hasta el cuello con el pecado, o aún mejor, cuando estás profundamente comprometido con la lucha contra el pecado, las raíces de amargura al no perdonar pueden estar esparciéndose en tu corazón. La Palabra de Dios nos dice que aquel al que se le perdona mucho debe estar dispuesto y deseoso por perdonar a otros. Es completamente posible que mientras te hayas estado permitiendo la impureza sexual, hayas estado cargando una amargura secreta hacia los objetos de tus afectos desordenados. O quizás has pecado sexualmente en el pasado y la amargura ha crecido.
Cuando has buscado el perdón de Dios por el pecado sexual, ¿has considerado tu necesidad de perdonar a otros? ¿Has perdonado a tu papá por exponerte a una revista pornográfica cuando eras solo un pequeño niño? ¿Qué pasa con la amargura que sientes hacia las personas que produjeron la pronografía por primera vez o las personas que lo han comercializado tan efectivamente que te han hecho tropezar una y otra vez? Aunque puedes y debes verlos como enemigos del Evangelio y enemigos de tu santidad personal, Jesús nos dijo que oráramos por nuestros enemigos y que perdonáramos a todos aquellos que pidan perdón. ¿Estás dispuesto a perdonar? ¿Estás dispuesto a dejar ir la amargura? ¿Seguirás tú, a quien le han perdonado una deuda tan grande, considerando en su contra el pecado de otra persona?
Padre, me has perdonado una deuda que yo no podía pagar. He pecado contra ti más de lo que otros han pecado contra mí, y aún así albergo sentimientos de amargura y de no haber perdonado. Revela a mi corazón las áreas en las que no he perdonado a otros y dame la gracia para perdonarlos cuando lo pidan y cuando lo hagan. Oro para que puedas bendecir a aquellos que me han hecho daño. Restaura mi corazón amargado con un corazón lleno de perdón y aprecio por tu gracia. Amén.