En un sentido, la «Semana Santa» no tiene nada de especial. Es tan sólo otra secuencia más de ocho días cada otoño (no hay nada intrínsecamente santo en estos días que cada año se mueven en el calendario).
Ni Jesús ni sus discípulos nos dejaron un mandato para celebrar estos días en particular. Pablo, por su parte, estaría contento ya sea que tomemos parte en esto o no. «Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones» (Ro 14:5).
Claramente, la celebración de estos días no debe ser impuesta en la consciencia de otros. «Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con respecto a los días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo» (Col 2:16).
Una oportunidad, no una obligación
Celebrar la Semana Santa no es una obligación, sino que una oportunidad. Es una oportunidad para caminar junto a la iglesia, a lo largo del tiempo y del mundo, mientras ella camina junto a su novio en la semana más importante de la historia mundial. Es una oportunidad para centrar nuestras mentes y buscar intensificar nuestros afectos en las realidades más importantes y eternas.
Aunque el Nuevo Testamento no nos manda a celebrar esta semana, ni nos sugiere hacerlo, sí nos da un motivo indirecto, si es que lo buscamos. Los últimos ocho capítulos de los veintiocho que tiene Mateo fueron dados para esta semana, junto con los últimos seis de los dieciséis que tiene Marcos y los últimos seis de los veinticuatro de Lucas.
Aunque, el más importante es Juan. Diez de los veintiún capítulos de este Evangelio —en esencia la mitad— lidian con la última semana de vida de nuestro Señor, su traición, sus pruebas, su crucifixión y su triunfante resurrección. Incluso Hechos, que narra la vida de la iglesia primitiva, menciona con frecuencia los eventos de la Semana Santa (ver, por ejemplo, Hechos 1:15–19; 2:22–36; 3:11–26; 4:8–12, 24–28, entre otros).
Ciertamente, se podría decir que todo el Antiguo Testamento anticipa esta semana y el resto del Nuevo Testamento lo refleja en la teología y en la vida práctica.
Aprovechemos la semana
Sin ninguna presión de consciencia, los animo a considerar las formas en que podrían aprovechar al máximo esta semana. Éstos son unos de los días más oscuros y más brillantes en la historia del mundo, son ricos en alimento para nutrir el alma y visión para clarificar la vida.
En medio del caos de nuestra sociedad que cada vez lleva un estilo de vida más acelerado y frenético, la Semana Santa es un recordatorio para parar y reflexionar, para darle importancia a cada día y no dejar que esta gran semana pase como cualquier otra.
Quizás podrías tomarte un tiempo diario (solo, con tu familia o con tus compañeros de casa) para disminuir la velocidad y saborear lo que estaba sucediendo, hace dos mil años, durante la semana de la Pasión. Podrían leer un devocional sobre Semana Santa o aún mejor, una (o un par) de las narraciones de la Pasión de los Evangelios:
- Mateo 21–28
- Marcos 11–16
- Lucas 19–24
- Juan 12–21
Aparten varios minutos. Encuentren un lugar cómodo para sentarse. Busquen callar su alma y orar para que Dios los visite en los eventos y en la importancia de esta semana. Pasen unos momentos en oración después de que hayan leído y se hayan vuelto a la verdad que nos lleva hacia Dios en adoración a Cristo. Reciban esta semana con agradecimiento y santifíquenla con la Palabra de Dios y la oración (1Ti 4:5).
Posiblemente, querrán que sea un momento memorable: podrían usar velas o algún otro estilo especial. Si sus iglesias, u otra en la ciudad, hacen un servicio de Jueves o Viernes Santo, es otra oportunidad que pueden aprovechar.
Una oración para la semana de la Pasión
Si les gustaría que un texto bíblico específico sirva como una oración a seguir por esta semana, les comparto lo que estoy orando para mi familia y para mí: que Dios haga que la oración de Efesios 3:16-19 sea cada vez más cierta para nosotros en esta Semana Santa:
…que por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones… y que arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios.
El viaje paso a paso de Jesús al Calvario es una revelación brillante del alcance de su amor. Él nos amó «hasta el fin» (Jn 13:1) al recorrer todo el camino hasta llegar a la cruz por nosotros, con cada moretón, con cada perforación hecha por los clavos y cada punzada y puñalada de dolor. Es durante esta Semana Santa que vemos más profundamente Cuán grande es el amor de Dios. «Pero Dios muestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Ro 5:8).
Que Dios haga que esa semana sea una en la que se tengan nuevos cimientos en el amor de Cristo, mostrados claramente desde la determinación de Cristo el Domingo de Ramos hasta el sacrificio definitivo del Viernes Santo y el triunfo el Domingo de Resurrección. Que conozcan nuevamente el amor de Cristo: lo ancho y largo; lo alto y profundo que es (y que cada vez que se asombren, sean llenos con la plenitud de Dios).