Recuerda el sabbat
En las líneas introductorias de las Diez Palabras[1], Dios llamó a su pueblo a recordar: «Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto» (Ex 20:2). Él les recordó cómo su brazo poderoso los había liberado apenas cincuenta días antes. En la cuarta palabra[2], el concepto de recordar se presenta de nuevo, y esta vez explícitamente: «Acuérdate del día de reposo para santificarlo». Sin embargo, esta vez la instrucción es acordarse de un recuerdo antiguo en lugar de uno reciente. En el preámbulo de las Diez Palabras, Dios le recuerda a Israel que Él es su Libertador. En la cuarta palabra, Dios le recuerda a Israel que Él es su Creador.
En vez de apelar a su reciente identidad de esclavos, Dios apela esta vez a su identidad básica como portadores de imagen. La práctica de recordar el sabbat requiere que Israel (y nosotros) recordemos lo que Dios ha ordenado de sus hijos desde el principio de la existencia humana: un patrón de trabajo seguido de descanso, como se establece en el relato de la creación de Génesis 1 y 2. «Acuérdate», dice la cuarta palabra, que la historia del acto creativo de Dios concluye con el descanso. El pueblo de Dios lo refleja cuando guardan el descanso después del trabajo, tanto al participar de él ellos mismos como al brindarlo a otros.
¡Cuán bueno es el Dios de Israel, que nos ordena descansar! Como Israel bien sabía, los dioses de Egipto y Canaán exigían trabajo sin descanso, incesantes ofrendas para asegurar su favor. Pero no es así con Yahweh. En el mandamiento a detenerse, Dios se distingue a sí mismo de las deidades paganas del pasado de Israel y de sus futuros vecinos. En la cuarta palabra, Dios responde la pregunta: «¿Quién como tú entre los dioses, oh Señor?» con un inequívoco: «nadie».
Una obediencia expansiva
El mandamiento del sabbat es el más largo y el más detallado de los diez, también es el más mencionado en el Antiguo Testamento. Pareciera que el llamado a descansar es uno que necesita énfasis y reiteración.
Pero ¿cómo este mandamiento puede guardarse hoy? ¿Acaso requiere, como lo fue para Israel, que se aparte un día específico completamente para descansar? La controversia por esta pregunta se ha prolongado durante siglos y abundan las fuertes opiniones al respecto. En lugar de intentar resolver el desacuerdo, nuestra discusión se enfocará en todo en lo que sí podemos estar de acuerdo en principio: que un buen Dios ha ordenado ritmos regulares de descanso para aquellos que lo adoran.
Una perspectiva de obediencia indispensable podría conformarse con trazar límites claros sobre lo que se puede y no se puede hacer en un día específico de la semana. Eso estaba en el corazón del fariseo, con sus requerimientos sobre cuántos pasos se podían dar o si un grano de trigo podía arrancarse en el sabbat. No obstante, el corazón del seguidor de Cristo se inclina hacia una obediencia expansiva, preguntando: «¿cómo podría practicar el día de reposo en maneras más amplias y más profundas?».
Luz en la oscuridad
En 1879, el mundo moderno cambió para siempre con una patente. Se emitió para la invención de un filamento de carbón hecho de «hilos de algodón y lino, astillas de madera, papeles enrollados en varias maneras», un proceso que, medio después de hacer los últimos retoques, lanzaría una compañía al siguiente año dedicado a la producción comercial de la bombilla de luz eléctrica[3]. La compañía eléctrica Edison le ofreció a sus clientes una alternativa comercial, más limpia y más barata que la luz de gas y a medida que el poder eléctrico comenzó a reemplazar el gas en las casas y en las empresas, por primera vez en la historia humana el trabajo no estaba limitado al tiempo entre el amanecer y el atardecer. Con su moderna expresión «sea la luz». Thomas Alva Edison invitó a la humanidad a un mundo que nunca duerme.
Edison mismo creyó que dormir era una pérdida de tiempo. Él era conocido por trabajar más de cien horas a la semana, por tener entrevistas laborales a las cuatro de la mañana y por insistir en que sus empleados adhirieran al mismo horario insomne que él tenía. Él adhirió y promovía una filosofía que decía que el descanso era el enemigo de la productividad, afirmando en 1914 que «en realidad no hay razón por la que los hombres deban acostarse en lo absoluto»[4]. Parecería que su visión de una humanidad insomne se ha cumplido, ya que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades han declarado que la privación del sueño es una epidemia entre los estadounidenses[5]. Aunque la frase de Edison «sea la luz» podría habernos llevado a la falta de sueño, asimismo el Creador divino, quien pronunció «sea la luz», también declaró con benevolencia e intención: «sea el descanso».
Si la tercera palabra[6] nos manda a honrar a Dios con nuestras palabras, el cuarto nos ordena a honrar a Dios con nuestro tiempo. Así como el uso de nuestras palabras revela cómo vemos a Dios, también lo hace la manera en que usamos nuestro tiempo. Nuestros patrones de trabajo y descanso revelan lo que creemos que es cierto sobre Dios y sobre nosotros mismos. Sólo Dios no requiere límites en su actividad. Descansar es reconocer que los humanos somos limitados por diseño. Sin duda fuimos creados para descansar así como fuimos creados para trabajar. Una incapacidad o una falta de voluntad para dejar nuestros trabajos es una confesión de incredulidad, una admisión de que nos vemos como creadores y sustentadores de nuestros propios universos. Como en el caso de Edison, este pensamiento erróneo no nos deja libres, sino que nos esclaviza a nuestra ambición y esclaviza a aquellos que empleamos para lograrlo. Necesitamos el mandamiento del día reposo. Pero ¿entendemos lo que implica?
El día libre
Nuestra concepción moderna del sabbat suele ser a penas «tomar un día libre» con el propósito de relajarnos. Sin embargo, el verdadero descanso del sabbat consiste en apartarlo como algo sagrado: se destina a la adoración tanto como al bienestar. La cuarta palabra hace más que decirnos que nos relajemos. El descanso del sabbat es distinto de la holgazanería (descansar sin primero trabajar) y diferente de simplemente haber dormido lo suficiente. La palabra shabat significa «cesar». Sabbat es cesar una actividad con el propósito de recordar las provisiones de Dios, para que podamos adorarlo como debemos. Estar bien descansado y cuidarnos a nosotros mismos son cosas buenas, pero, en el mejor de los casos, es una obediencia superficial al cuarto mandamiento.
Más que el cese deliberado del trabajo con el propósito de relajarse, el día de reposo es un cese deliberado de cualquier actividad que podría reforzar mi creencia en mi propia autosuficiencia. En contraste a las ideas culturales del descanso marcadas por el autocuidado, el descanso del sabbat está marcado por negarse a uno mismo. Requiere que nos neguemos la ganancia material o el sentido de logro que trae un día de trabajo. Nuestra inclinación natural es creer que mantenemos al mundo girando en su eje, una cosmovisión que alimenta una ética laboral incesante. El sabbat presiona esa mentalidad. El descanso no sólo restaura, sino que reorienta. Nos recuerda que no somos Dios. Y si lo descuidamos, como Edison, sin duda nos desviaremos hacia el tipo de trabajo que esclaviza.
Este artículo es una adaptación de Diez palabras que dan vida: el deleite y el cumplimiento de los mandamientos de Dios, escrito por Jen Wilkin.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[5] Juan Rodriguez. 2016. «CDC Declares Sleep Disorders a Public Health Epidemic» [CDC declara que los desórdenes del sueño son una epidemia de salud pública]. Advanced Sleep Medicine Services, Inc., 9 de diciembre. https://www.sleepdr.com/the-sleep-blog/cdc-declares-sleep-disorders-a-public-health-epidemic/