Cuando un hombre se para ante su novia y dice: «sí, quiero», su relación con Dios de pronto adquiere una nueva forma.
Su relación con ella toma una nueva forma, sin duda, tan nueva como la de dos que se convierten en uno. No obstante, también lo hace su relación con Dios. Ya no se relacionará más con Dios simplemente como un hombre soltero. Ahora es una cabeza con un cuerpo, un Adán con una Eva, un esposo con una esposa.
El apóstol Pedro nos da a los hombres una idea de lo que está en juego. «Convivan de manera comprensiva con sus mujeres», le dice a los esposos, «para que sus oraciones no sean estorbadas» (1P 3:7). Las oraciones de un hombre soltero ciertamente pueden ser estorbadas; esto es, si vive una vida sin arrepentimiento (1P 3:12). No obstante, el día de su boda, un nuevo elemento entra en la vida de oración de un hombre: cómo trata a su esposa ahora tiene directa relación con cómo Dios lo oye (o no). Porque Dios no escucha las oraciones de un esposo injusto.
Cuando un hombre se convierte en esposo, entonces, el camino de su discipulado corre por las habitaciones y pasillos de su matrimonio. Así como Adán no podía reflejar la imagen de Dios fielmente si descuidaba y maltrataba a Eva, así un esposo no puede seguir bien a Jesús sin amar a su esposa. Un mal esposo podría seguir siendo un buen empleado, un buen entrenador deportivo o incluso un buen vecino, pero no puede ser un buen cristiano.
Podríamos describir el llamado de Dios sobre el esposo de muchas maneras. Pero una descripción particular ha ayudado a capturar mi enfoque (y a darme toda una vida de trabajo): un buen esposo saca lo mejor de su esposa.
Saca lo mejor de ella
Este llamado a sacar lo mejor de tu esposa nos confronta cada vez que decimos la palabra esposo. Puesto que, en un sentido, la palabra esposo [en inglés husband] significa cultivar, hacer brotar flores de los capullos y frutas de las semillas. Un buen esposo se arrodilla en el jardín del alma de su esposa, trabajado por la gracia de Dios para hacer brotar la belleza latente, para convertirse en una hermosa pala en las manos del Espíritu Santo, usada por Él para dar su maravilloso fruto (Gá 5:22-23). Como el perfecto Padre celestial, un buen esposo terrenal nutre a su esposa hacia la resplandecencia (Ef 5:25-27). Él saca lo mejor que Dios le ha dado.
Seguramente, este rol de esposo no significa que una mujer esté incapacitada sin un buen hombre (Rut, Abigaíl, Ana, Febe y otras testifican lo contrario). El llamado tampoco sugiere que la piedad de un esposo garantice la de su esposa —algunas mujeres rencillosas se oponen a buenos hombres (Pr 21:9)—. La responsabilidad de un esposo tampoco disminuye los profundos efectos que una buena mujer podría tener en él.
No obstante, el punto y el patrón general aún permanecen. La belleza de una mujer piadosa a menudo florece mejor en la tierra de un hombre piadoso. Como escribe Jonathan Leeman: «pocas cosas en esta tierra pueden fortalecer, envalentonar, empoderar, animar, avivar o edificar a una mujer como una cabeza que esté dedicada a su bien»1, como un esposo que se entrega para sacar lo mejor de ella.
¿Y cómo los esposos normales e imperfectos como nosotros se convierten en semejantes hombres? He estado esforzándome para tomar dos posturas fundamentales simples y vitales para un esposo piadoso: ámala y guíala.
Ámala
La primera postura mira hacia adentro. Aquí Adán canta de Eva (Gn 2:23), el hijo sabio se regocija en «la mujer de [su] juventud» (Pr 5:18), el amante locamente enamorado se pierde en los ojos de su amada (Cnt 1:15), el hombre maravillado alaba a su excelente novia (Pr 31:28-29). «Cristo amó a la iglesia», nos dice el apóstol Pablo (Ef 5:25, [énfasis del autor]) y los buenos esposos aman aprender sus caminos. Mediante la postura interna, admiramos todo lo hermoso de una esposa y la elogiamos hacia una belleza más profunda.
El amor, por supuesto, es una rosa de muchos pétalos. Considera sólo un par de esos pétalos.
1. Disfrútala
Tal amor a menudo se ve como una sonrisa y suena como una risa. Podría bromear, bailar y llevar a que un hombre haga cosas ridículas. Escribe notas de amor inesperadas y la toma del brazo para llevarla a la aventura. No permite que los niños, los trabajos, las casas y las cuentas silencien la canción una vez cantada, sino que encuentra maneras de llenar días ordinarios con el gozo del Edén sin vergüenza.
«Goza de la vida con la mujer que amas[…]», nos dice el Predicador (Ec 9:9). Sí, «regocíjate con la mujer de tu juventud»; haz que su amor te embriague (Pr 5:18-19). Porque tal gozo dice algo maravilloso y verdadero sobre el gran Novio: nunca se aburre de su novia.
Algunas flores alzan sus cabezas al ver al sol; muchas mujeres hacen lo mismo al ver a un hombre alegre y admirador. Es cierto, no todos los momentos matrimoniales pueden conocer la poesía del placer profundo, el vino del deleite desbordante. Algunos días, vivimos por el agua y la prosa de la lealtad del pacto. Pero si nuestros matrimonios nunca visten trajes blancos, nunca se ungen con el aceite de la alegría y dicen: «¡levántate amada mía, hermosa mía, y ven conmigo!» (Cnt 2:13), entonces parte de lo mejor de ella estará oculto dentro.
2. Sírvela
En nuestro Señor Jesús, el afecto toma la mano del sacrificio. Él amó a la iglesia y Él «se dio Él mismo por ella» (Ef 5:25). Ahora, unidos con Él, la iglesia recibe su alimento y cuidados diarios. Él la ama y la sirve como a su propio cuerpo (Ef 5:29-30). Y entonces, el patrón se repite en otros esposos felices. Hay hombres como Jacob que alegremente sirven siete años y más por su Raquel, y su amor hace que el trabajo se siente ligero (Gn 29:20).
Sin duda, el servicio de un esposo piadoso incluirá todo tipo de tareas prácticas. Cuidar el jardín; planificar para la familia; limpiar después de la cena; pasar tiempo habitual y tranquilo con los niños mientras ella sale: él levantará el peso que pueda de su cuerpo, su lista de quehaceres y su tiempo. Sin embargo, un esposo cristiano también ve más profundo y pregunta cómo puede servir a su espíritu.
¿Cómo puede alimentar y cuidar no sólo su ser exterior, sino que también su ser interior (Ef 5:29)? Cómo puede lavar su corazón con el agua pura de la Palabra de Dios (Ef 5:26)? Al final, aunque Jesús use a los esposos, sólo Él tiene el poder de sacar lo mejor de una esposa. Por lo tanto, ¿qué ritmos de la lectura bíblica, de la oración y de la comunión tejerá un hombre en la vida familiar para que ella, así como María, permanezca a menudo a los pies de su Señor (Lc 10:39)?
3. Hónrala
Un esposo que disfruta y sirve a su esposa ciertamente la honra. No obstante, el honor de un buen esposo también va más allá. No sólo la abraza y sonríe por ella, la ayuda y le recuerda la Palabra de Dios, él también alza su voz y la elogia. Como el esposo en Proverbios 31, él habla palabras que hacen eco de su excelencia (Pr 31:28-29).
El apóstol Pedro nombra al honor como un privilegio particularmente del esposo, y al hacerlo, fija nuestra atención hacia donde se debe el honor más profundo. Honren a sus esposas, dice: «por ser heredera como ustedes de la gracia de la vida» (1P 3:7). Esta esposa tuya es una reina, una hija de Dios y una heredera de la eternidad. El mundo podría perderse la verdadera belleza de esta heredera celestial, «incorruptible» en «lo íntimo del corazón»: su «espíritu tierno y sereno», su negativa a tener «miedo de nada que pueda aterrorizarlas» (1P 3:4-6). Pero semejante belleza no necesita ni debe pasar desapercibida en ti.
Los elogios de un esposo piadoso, por supuesto, no pueden ser falsos; no puede adular. Sin embargo, imagino que la mayoría de los esposos se equivocan al ir en la dirección opuesta: no al adular inapropiadamente, sino al quedarnos en silencio a medida que nuestras esposas exhiben mérito ante nosotros. No obstante, cuando el silencio se rompa, el elogio de un esposo a menudo da fruto. Cuando él honre la gracia que hay en ella (observándola, amándola y hablando de ella) él ayuda a que salga más de ella.
Guíala
Hasta ahora, hemos considerado la postura interna de un esposo. Sin embargo, un buen esposo, un esposo que saca lo mejor de su esposa, también mira hacia afuera. Él la ama, sí, y a menudo la mira a los ojos. No obstante, también la lidera, invitándola a unirse a él en una misión mucho más grande que el matrimonio.
Dios le dio Eva a Adán no sólo para que él le pudiera cantar la poesía de amor, sino para que ambos pudieran cantar la poesía del Reino de Dios sobre todo el mundo (Gn 1:28). Su propósito fue que ambos se convirtieran no sólo en uno, sino en muchos, a medida que juntos multiplicaban la imagen de Dios en la tierra. Él les dio el matrimonio para la misión: una misión que no puede ser exitosa lejos del amor interior, pero que tampoco puede ser exitosa si el amor interior nunca sale al exterior. Y como tantos esposos han descubierto, algunas de las mejores cosas en una mujer aparecen sólo a medida que ella vuelque su corazón, su mente y su alma hacia la necesidad.
¿Hacia qué tipo de necesidad? Las respuestas a esa pregunta son muchas. La misión de cualquier matrimonio cristiano tomará sus cargas de la Gran Comisión de Jesús (Mt 28:19-20), pero las posibilidades bajo esa bandera son amplias. Para obtener dirección, un esposo necesitará mirar los dones que Dios le ha dado y eso incluye su más grande don en la tierra: su esposa.
Quizás Dios ha hecho que tu matrimonio florezca y dé fruto en el campo de cosecha de un pueblo no alcanzado. Tal vez Él ha hecho a tu esposa capaz de criar muchos hijos, de engendrar, de acoger y de adoptar hasta que no quepan en ninguna minivan. Es posible que tenga habilidades de una increíble anfitriona y evangelista barrial. Cualquiera sean sus dones, la manera en que un esposo lidera los sacará a la luz o los enterrará, les sacará el máximo partido o los silenciará.
En mi propio matrimonio, las necesidades de los niños pequeños y una iglesia joven han sacado bellezas en mi esposa que nunca habría podido sacarlas por mi cuenta. Y maravillosamente, verla dedicar sus días a las necesidades de los niños pequeños y santos, a las exigencias de un hogar y de una comunidad, sólo me ha hecho amarla más.
Así sucede a menudo. Comienza un ciclo maravilloso: un hombre ama a su esposa y la guía en la misión (y mientras están en misión, él se enamora más). Y con el tiempo, con mucha misericordia en el camino (porque nosotros los esposos que a menudo tropezamos con nuestro llamado), el jardín de su alma llega a estar más florecido y fragante, y cualquiera que tenga ojos para ver tiene un destello de la novia que un día aparecerá «radiante» (Ef 5:27, [NVI]), la amada perfeccionada de su Novio perfecto.
Scott Hubbard © 2024 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
- Leeman, Jonathan (2023). Authority: How Godly Rule Protects the Vulnerable, Strengthens Communities, and Promotes Human Flourishing [Autoridad: cómo el gobierno piadoso protege al vulnerable, fortalece a las comunidades y promueve el florecimiento humano] (Wheaton, Illinois: Crossway). p. 174. Nota del T.: traducción propia.