Ilustraciones de estar «en Cristo»
Quizás porque es una especie de concepto extraño para nosotros, la Escritura a menudo devela nuestra unión con Cristo usando ilustraciones de cosas que nos son más familiares. A veces, que nos digan cómo es algo es una buena manera de comenzar a entender qué es ese algo.
1. Un árbol y sus ramas
Jesús habla de la unión de su pueblo con Él como la relación que tiene una rama con un árbol: «Yo soy la vid y ustedes son las ramas […]» (Jn 15:5, [NVI]). No necesitamos estar específicamente familiarizados con los viñedos para entender el punto (aunque existen razones importantes por las que Jesús usa los viñedos como un ejemplo aquí, como veremos a su debido tiempo). Conocemos la relación de una rama con un árbol.
Al momento de escribir esto, me estoy quedando en la casa de mis amigos fuera de la ciudad de Durham. Al lado de la casa está el río Wear, que serpentea a través del condado de Durham. Este tramo particular del río está bordeado por altos robles y sicomoros. En una visita previa un par de meses atrás, estaba sentado trabajando y escuché un fuerte crujido inusual. Miré alrededor para ver si un pedazo de algún mueble estaba a punto de colapsar, y justo mientras me di cuenta de que el sonido parecía no venir de dentro de la habitación, escuché un repentino sonido aplastante desde el exterior. Una enorme rama se había caído de uno de los robles más grandes. La rama en sí era más gruesa que muchos de los sicomoros que la rodeaban y se llevó a uno de ellos al caer. Todavía está ahí, un par de meses después. Aparte de su tamaño y de su llamativa posición, lo que hace a esta rama identificable inmediatamente es su falta de color. El bosque a su alrededor está vivo con todos los tonos de verde, pero la rama es de un marrón apagado y su follaje está marchito y gris.
Conocemos la razón: cuando una rama es separada de su árbol, esta muere. Pierde conexión con su fuente de vida. Lo mismo es cierto de nuestra relación con Jesús. No podemos esperar florecer espiritualmente si estamos apartados de Él. Como Michael Reeves lo explica: «la vid no retiene nada a sus ramas, derrama toda su vida en ellas». Por lo tanto, si nos desconectamos de la vid, nosotros —como esa gran rama— rápidamente nos marchitaremos y moriremos. No existe vida espiritual lejos de Jesús.
No es de sorprender, entonces, que Él continúe hablando sobre nuestra necesidad de «permanecer» o «morar» en Él. Nuestra permanencia en Cristo necesita ser continua. Resulta que el cristianismo no se trata de una única transacción rápida con Jesús. El corazón de la vida cristiana es Jesús mismo. La única vida verdadera que podemos experimentar se obtiene de Él. Dependemos de Él y no tenemos vida espiritual sin Él.
2. Un cuerpo y su cabeza
Los árboles no son las únicas cosas que tienen extremidades. Los cuerpos también los tienen, y yo dependo de la relación entre una extremidad y mi cabeza para poder escribir esto. Pablo señala:
Más bien, al hablar la verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo, estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen, conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor (Efesios 4:15-16).
Podríamos estar familiarizados con otros versículos en los que se compara al pueblo de Dios con un cuerpo, en el que cada uno desempeña un rol diferente. En esos pasajes, el punto normalmente se trata de nuestra relación los unos con los otros, cómo cada uno de nosotros es necesario y cómo cada uno de nosotros necesita a todos los demás. Pero aquí la ilustración está ajustada, no sólo somos como partes de un cuerpo que se relacionan entre sí, sino como un cuerpo que se relaciona con su cabeza. El enfoque no está en nuestras relaciones individuales con el resto de la iglesia, sino en nuestra relación como iglesia con Cristo. Somos el cuerpo y Él es la cabeza. Y mientras cada parte del cuerpo tiene su propia contribución que hacer, la cabeza es completamente indispensable. Tenemos prótesis para quienes pierden un brazo o una pierna, pero no existe algo como una prótesis de cabeza.
Por lo tanto, nuestra relación con Jesús no es sólo estática (como podría parecer la de una rama con un árbol): debemos «crecer[…] en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza». La cabeza no es sólo la fuente de nuestra vida; da forma a lo que somos y a lo que llegaremos a ser. No sólo somos empoderados por ella, sino que somos dirigidos por ella. El crecimiento de la iglesia (lo que «produce el crecimiento del cuerpo», en el idioma de Pablo) está en última instancia en su cabeza. Todo el cuerpo está involucrado «conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro», pero es sólo Cristo quien está detrás de la maduración y el crecimiento de la iglesia.
3. Un cónyuge en un matrimonio
Repetidamente, la Biblia usa el lenguaje de un matrimonio para describir la relación del pueblo de Dios con el Señor, y en el Nuevo Testamento esto se aplica a la relación de la iglesia con Jesús. Colectivamente, la iglesia es la novia de Cristo:
Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia (Efesios 5:31-32).
Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo (Apocalipsis 21:1-2).
Aunque la iglesia es la novia de Cristo, Pablo también usa el lenguaje de la relación marital para decir algo de la relación individual del creyente con Cristo:
¿O no saben que el que se une a una ramera es un cuerpo con ella? Porque Él dice: «los dos vendrán a ser una sola carne». Pero el que se une al Señor, es un espíritu con Él (1 Corintios 6:16-17).
En el matrimonio, el hombre y la mujer llegan a ser «una sola carne». Los dos se convierten en uno físicamente. De igual manera, Pablo nos muestra que el creyente y Cristo se hacen uno espiritualmente. Estamos «un[idos] al Señor» (eso es lo que significa convertirse en cristiano) y, por lo tanto, llegamos a ser «un espíritu con Él». La unidad que tenemos con Jesús es, en cierta forma, parecida a la experiencia de un esposo con su esposa (y que se distorsiona tanto por alguien que se acuesta con una prostituta, como algunos en Corinto evidentemente necesitaban oír). El esposo y la esposa en un matrimonio se hacen uno sin ser fusionados (siguen siendo dos personas individuales). Así es también con nuestra relación con Jesús. No somos absorbidos ni disueltos en Jesús. No perdemos nuestra personalidad ni distinción única. De hecho, nos convertimos en nuestros verdaderos yo al estar en Cristo.
Pablo nos muestra que el matrimonio apunta a Jesús y a su pueblo: «grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia» (Ef 5:32). Necesitamos tener claro cómo debe entenderse esta analogía. En nuestra familiaridad con la institución humana del matrimonio, tendemos a ponerlo en primer plano conceptual y luego pensamos que Pablo está diciendo que nuestra relación con Jesús es un poco así. Pero es al revés. La realidad verdadera es el Evangelio; nuestra unión con Cristo y todo lo que viene con ella. La unión marital de la iglesia con Jesús es el matrimonio verdadero y definitivo y nuestros matrimonios terrenales son algo así. Por lo tanto, Pablo no está diciendo meramente que el patrón del matrimonio es un poco como el que tenemos con Jesús; está diciendo que si no pensamos en nuestra unión con Cristo de la manera correcta, existe el peligro de que no pensemos en el matrimonio de la manera correcta. Nuestra comprensión más completa del matrimonio necesita estar enraizada en la doctrina de nuestra unión con Jesús. La relación de «una carne» se entenderá mejor a medida que honremos y apreciemos la dinámica de nuestra relación de «un espíritu» con el Señor.
Cada una de estas ilustraciones (ramas, cuerpos y novias) resalta un aspecto diferente de esta relación con Jesús. Él es nuestra fuente de vida, nuestra cabeza directora y definitoria, y quien está más cerca de nosotros que cualquier otra relación que podamos disfrutar. John Stott lo resume acertadamente:
La relación que se presenta aquí es algo mucho más que un vínculo formal o un trato superficial, algo más que incluso una amistad personal; no es nada menos que una unión vital, organizada e íntima con Jesucristo que conlleva una vida y un amor compartidos.
Cristo es más necesario; más cercano y más vital de lo que alguna vez nos hayamos dado cuenta.
Sin una comprensión de lo que significa estar en Cristo, nuestra visión de la vida cristiana se hace borrosa. Las ideas aún estarán ahí, por supuesto, sabremos que somos justificados sólo por medio de la muerte de Cristo, que un día nos uniremos a Él en la vida de la resurrección, que por mientras debemos comprometernos a andar en santidad y que todo esto debe entenderse y ser trabajado en el contexto de una iglesia local. Las piezas estarán en su lugar, pero no serán completamente coherentes (parecerán como elementos separados, cada uno de los cuales admiraremos en su propia forma, pero que como piezas de LEGO tiradas encima de una mesa, tienen el propósito de encajar y hacer un todo). La unión con Cristo es el lente a través del cual todas estas partes de la vida cristiana se pueden ver con mayor nitidez y belleza.
Este artículo es una adaptación del libro One with My Lord: The Life-Changing Reality of Being in Christ [Uno con mi Señor: la realidad transformadora de estar en Cristo], escrito por Sam Allberry.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.


Sam Allberry
Sam Allberry es uno de los pastores de la iglesia anglicana St Mary's en Maidenhead, Reino Unido. También es autor del libro Is God Anti-Gay? [¿Está Dios contra los homosexuales?]. Puedes encontrarlo en Twitter como @SamAllberry.