La crisis mundial debido al COVID-19 tiene a muchos llenos de temor y produciendo situaciones de verdadera tragedia. No poder despedirse de un ser querido que muere en la unidad de cuidados intensivos en un hospital; no poder darles el funeral que les gustaría o siquiera asistir al mismo; fosas comunes repletas de cuerpos no reclamados; sentir que todos los demás te ven como alguien inmundo simplemente por andar por la calle; la soledad deprimente de la cuarentena; no poder trabajar ni ver una solución a mediano plazo o tener que vivir con ingresos reducidos; el cansancio de mirar todo el día a personas a través de Zoom; no poder viajar para acompañar a un ser querido que sufre o celebra; no poder cumplir el mandato del Señor de reunirse con los hermanos en la fe; ser excluidos de nuestros lugares de reunión; no poder darnos ese «beso santo», ni poder comer y beber «esto en memoria de mí».
Muchas personas están sufriendo y no puedo saber si a mí me va a tocar vivir una de aquellas tragedias, ni tampoco cómo reaccionaré en aquellas circunstancias. Por lo tanto, me es arriesgado intentar poner esto en una perspectiva mayor, pues no quisiera disminuir la realidad del dolor, ni ofender, ni ser hipócrita en esto. Sin embargo, creo que es provechoso hacerlo.
El aborto
En todos los países que han sido bastante mencionados hasta ahora en la crisis, la cantidad de muertes a causa de la COVID-19 es muy baja en relación a la cantidad de personas que mueren violentamente a causa del aborto. Aquellas personas no salen en nuestros noticieros, porque no cuentan. Este párrafo es corto porque no tengo historias conmovedoras de ellos. Son mudos. No sé si la crisis actual es suficiente para ayudarnos a empatizar.
La persecución de nuestros hermanos
Quisiera ahora, sin embargo, dirigir nuestra atención hacia nuestros hermanos cristianos quienes conviven siempre con la persecución. Se estima de modo muy conservador que la cantidad de personas que mueren cada día por «llevar el nombre de Cristo» es ocho (ahora, en nuestra época, en promedio, todos los días). Mueren, sí, ahora, en nuestro tiempo, por bombas, cuchillos, hachas, armas de fuego, encerrados en sus iglesias y quemados; hombres, mujeres y niños. Y a veces, consecuentemente, tienen que salir huyendo de su aldea, sin poder dar entierro a sus seres queridos. Por razones de higiene, alguien termina echando a sus seres queridos muertos, sin urnas ni ceremonia, a fosos comunes o quemándolos. Incluso, en varios lugares, mientras las autoridades están preocupadas con la crisis, grupos terroristas están aprovechando la situación para aumentar la persecución de las minorías. No salen en nuestros noticieros. No cuentan. Quizás, solo quizás, la crisis nos ayude a empatizar.
Al ser de una minoría perseguida, sentir el rechazo proveniente de todos lados es intrínseco; ser visto como inmundo. Esto no va a cambiar para los perseguidos una vez que el virus pase, a excepción de que renuncien a Cristo, porque lo que los hace inmundos según su sociedad es andar espiritualmente con nosotros, sus hermanos en Cristo. Este rechazo les hace muy difícil poder trabajar, a no ser que tomen las tareas más despreciadas por los demás. No ven salida, ni a corto ni a largo plazo. También tienen acceso reducido o incluso nulo a la educación, con o sin Zoom. Quizás la crisis nos ayude a empatizar.
La empatía de Cristo
Cristo se hizo hombre y murió en nuestro lugar. Se identificó con nosotros a tal punto que dio su vida, llevando sobre sí el castigo por nuestras muchas ofensas contra Dios. Esta obra está hecha y no podemos agregar nada a ella. ¡Tampoco es necesario! Sin embargo, Cristo nos advirtió que los que le siguen sufrirán también de la misma manera que Él:
Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros (Jn 15:20).
Saber eso, nos debe ayudar a simpatizar y, consecuentemente, a empatizar con los que sufren por seguir los pasos de Jesús. No es su culpa. Es por ser nuestros hermanos. Quizás no tenemos la misma sangre corriendo en nuestras venas, pero nuestra vida depende de la misma sangre, la de Cristo derramada en la cruz. Así, podemos ver que su camino de sufrimiento es también el nuestro, porque llevamos el mismo Nombre.
Además, Cristo dijo que sufrir por su causa nos debe traer alegría:
Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes (Mt 5:11-12).
Creo que una de las cosas más difíciles de informarnos sobre la persecución es que puede ser bastante abrumadora. ¡Tanto sufrimiento! Es mejor no saber mucho de él. Sin embargo, recordar las palabras de Jesús nos puede ayudar a entender un poco cómo nuestros hermanos enfrentan la persecución, y así empatizar al haber conocido algo del sufrimiento que experimentan en sus vidas, del sustento de Dios y de cómo se ve la gratitud en aquellas situaciones. Sabemos que en medio del dolor, Dios está cuidando, incluso premiando, a sus hijos que sufren. Conocemos la esperanza cristiana, igual que ellos. Incluso, al leer de la muerte cruel de nuestros hermanos, podemos sobriamente alegrarnos por lo que ellos ahora están viviendo al seguir a su Señor.
Empatizar es tanto dolor como alegría.
Empatía activa
Tal como actuaba Jesús, la empatía cristiana debiese ser activa.
¡Gracias a Dios! Vuelvo a decir, ¡gracias a Dios! que existen organizaciones cristianas que se dedican a abrir la «boca por los mudos, por los derechos de todos los desdichados» (Pr 31:8). Digo, ¡gracias a Dios! porque Proverbios sigue con: «Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende los derechos del afligido y del necesitado». Esto es lo que debemos hacer. Barnabas Fund[1] y Puertas Abiertas[2] son dos organizaciones que buscan defender y/o apoyar a cristianos perseguidos.
Algunos titulares muy recientes de la página Barnabas Fund cuentan de celebraciones de yihadistas a causa del «pequeño soldado» llamado coronavirus por el daño que está haciendo a cristianos vulnerables[3]; de iglesias destruidas en Burkina Faso[4]; de cincuenta y siete muertos e iglesias dañadas en Mozambique[5]; y también de policías egipcios que habrían matado a unos terroristas islámicos que buscaban utilizar el toque de queda para asesinar a cristianos[6]. Todas estas cosas están ocurriendo en nuestro tiempo.
Para la gran mayoría de nosotros, esta crisis actual es una pequeña y amarga probadita de lo que viven muchos de nuestros hermanos, siempre. Quisiera animarlos a empatizar con nuestros hermanos perseguidos, manteniendo en nuestras oraciones (e idealmente en nuestros presupuestos) a los cristianos que no salen en el noticiero debido a que para el mundo no cuentan. En general, no estoy hablando de misioneros, sino de cristianos lugareños. Tal como nos muestra Proverbios, estas personas «que llevan el nombre de Cristo» y que no tienen voz, deben ser nuestra primera prioridad como cristianos.
Al empatizar con nuestros hermanos, podemos también aprender de ellos. Podemos aprender cómo ellos se mantienen en la fe con gozo y perdón frente a tanta adversidad. Especialmente, cuando las dificultades de este mundo podrían desaparecer en una nube de humo si «solo» llegaran a negar a Cristo. Y, quisiera recordarte, que tenemos una mascarilla sobre los ojos si pensamos que estas cosas no nos pueden pasar a ti o a mí. Empatizar nos ayuda también a prepararnos para «el día malo».
El apóstol Pedro, de quien según se cuenta la historia murió crucificado cabeza abajo, escribió estas palabras, probablemente no mucho antes de morir:
Amados, no se sorprendan del fuego de prueba que en medio de ustedes ha venido para probarlos, como si alguna cosa extraña les estuviera aconteciendo. Antes bien, en la medida en que comparten los padecimientos de Cristo, regocíjense, para que también en la revelación de su gloria se regocijen con gran alegría. Si ustedes son insultados por el nombre de Cristo, dichosos son, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre ustedes.Ciertamente, por ellos Él es blasfemado, pero por ustedes es glorificado (1P 4:12-14).
Y, con gran esperanza:
Y después de que hayan sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que los llamó a su gloria eterna en Cristo, Él mismo los perfeccionará, afirmará, fortalecerá, y establecerá (1P 5:10).
Tal como Cristo empatizó con nosotros para que nosotros pudiéramos ser partícipes de su naturaleza y gloria, empatizar con nuestros hermanos que están sufriendo es lo que nos corresponde. Nos recuerda de esa gloria que esperamos, que nos llena de alegría y que nos hace bien porque nos prepara para «el día malo», del cual pasaremos seguros en Cristo porque Él empatizó con nosotros hasta el final.
[1] www.barnabasfund.org [El sitio solamente está en inglés].
[2] www.puertasabiertas.org
[3]https://news.barnabasfund.org/Al-Shabaab-call-Muslims-to-rejoice-in–punishment–of-Covid-19-infected-non-Muslims–as-virus-survey-highlights-Somali-religious-divisions–/index.html
[4]https://news.barnabasfund.org/Eleven-church-buildings-wrecked-in-Burkina-Faso-after-Christian-grave-desecrated/index.html
[5]https://news.barnabasfund.org/Islamist-militants-murder-at-least-57-people-and-damage-church-in-spate-of-attacks-in-Mozambique/index.html
[6]https://news.barnabasfund.org/Islamist-terrorists–plotting-Covid-19-coronavirus-curfew-attack-on-Christians-shot-dead-by-Egypt-police/