En cierto modo, todo lo que hacemos en un servicio dominical es oración. Adoramos a Dios, expresamos arrepentimiento ante Dios, escuchamos a Dios y le presentamos a Él nuestras necesidades.
Sin embargo, cuando el Nuevo Testamento usa el término orar, en la gran mayoría de los casos, se refiere a oraciones de intercesión o petición: pedir cosas a Dios. Orar presentando nuestras necesidades a Dios es algo que debemos hacer todo el tiempo (1Ts 5:17). Y por lo tanto, especialmente cuando nos reunimos como su pueblo.
Oramos porque dependemos de Dios, es decir, porque tenemos fe, confianza en Él. La persona o la congregación que no ora simplemente no depende de Dios; no tiene fe o confianza en Él.
Claramente, en un servicio dominical, podemos orar por cualquier necesidad y preocupaciones de la congregación, y tenemos la promesa de que Dios hará lo que pedimos cuando oramos «en su nombre» y según su voluntad. Por lo tanto, hay ciertos temas por lo cual debemos orar, si no en todos los servicios, por lo menos a menudo. Por ejemplo, debemos orar:
- Por la expansión del Evangelio y el levantamiento de obreros para la cosecha del Evangelio (Mt 9:38).
- Por los gobernantes y otros líderes (1Ti 2:1-2).
- Por los que están en el ministerio cristiano (Col 4:3-4). Claramente, esto puede incluir a todos los diversos ministerios de la iglesia y por toda la iglesia, ya que todos hemos sido llamados a dar a conocer a Cristo. De hecho, estoy convencida de que esto también es la mejor forma de orar por el mundo en general, dado que la iglesia es el cuerpo de Cristo en la tierra, el enviado de Dios para bendecir al mundo. Existe una prioridad de orar por los líderes de la iglesia.
- Por los enfermos y afligidos (Stg 5:13-16).
Dirigir las oraciones de intercesión en el servicio es orar de parte de la iglesia, de tal modo que toda la iglesia pueda decir: «amén». Por lo tanto, es importante que toda la iglesia pueda escuchar y entender lo que está diciendo el dirigente de las oraciones. No es un momento de oración personal en el que el dirigente esté hablando a solas con Dios. Muy por el contrario, está llevando a toda la iglesia consigo en oración a Dios. Esto puede significar que el que dirigirá las oraciones el domingo necesite probar el micrófono antes del servicio y asegurarse de que, cuando ore, no incline la cabeza a tal punto que el micrófono ya no le sirva. Debe hablar con claridad y con un lenguaje entendible. Todo esto para que la iglesia pueda decir a lo que diga y en conjunto: «amén».
Decir «amén» juntos también requiere que todos estén de acuerdo. El dirigente no tiene que ser un teólogo universitario, pero debe ser alguien que esté comprometido con la autoridad y el conocimiento de la Escritura. La mejor manera de orar según la voluntad de Dios es ser guiados por las prioridades y las expresiones de la Biblia, tal como ya lo mencionamos.
En realidad, todo lo anterior se aplica a que la iglesia utilice o no una liturgia escrita. La iglesia anglicana, a la cual pertenezco, suele utilizar una liturgia escrita y esto tiene muchas ventajas. Asegura que la dirección del servicio esté ajustada a la Biblia y logra expresar lo esencial de lo que hacemos de forma completa y concisa.
Dar forma al servicio, asegurando que se incluya todo lo necesario, es una de las contribuciones más importantes de la liturgia. Un servicio normal incluye confesión de pecado y declaración de perdón, declaración y recordatorio de la fe que confesamos en un Credo, alabanza a Dios en cánticos, salmos, versos responsoriales. Con frecuencia, incluirá la Santa Comunión, lecturas de la Palabra de Dios y una exposición de una o varias de ellas, el sermón. También incluye oraciones de intercesión.
Es importante que quien dirija las oraciones tenga en cuenta la estructura del servicio y reconozca que lo que él o ella haga es una parte de un todo. Las oraciones no constituyen un pequeño servicio en sí. Su tarea es oración de intercesión. No es esencialmente dirigir la congregación en alabanza ni hacer confesión de pecado ni una exposición de la Escritura. Todo esto se hace en otro momento. No es que no pueda incluir alabanza, por ejemplo, pero sería para respaldar la tarea prioritaria en ese momento de dirigir a la congregación con el fin de pedir a Dios por sus necesidades y las de otros.
Así todo el cuerpo trabaja junto en sus respectivos roles para que, como dice el apóstol Pablo: «todo se haga decentemente y con orden» (1Co 14:40).