De vez en cuando, alguien me pregunta si una mujer podría servir en el ministerio. Mi respuesta siempre es: «¡sí, por supuesto! Todos los creyentes son llamados a servirse y ministrarse mutuamente».
No obstante, respondería de manera diferente si la pregunta se hiciera con más precisión: «¿existe algún rol ministerial en el que las mujeres no podrían servir?». Yo diría que el Nuevo Testamento enseña claramente que las mujeres no deberían servir como pastoras (que el Nuevo Testamento también denomina como obispos o ancianos). Es claro en el Nuevo Testamento que los términos pastor, obispos y anciano se refiere al mismo cargo (cf. Hechos 20:17, 28; Tito 1:5, 7; 1 Pedro 5:1-2). Para el resto del ensayo usaré los términos «anciano» y «pastor» indistintamente para designar este cargo.
La prohibición de Pablo en 1 Timoteo 2:12
El texto fundamental que establece que las mujeres no deben servir como ancianas es 1 Timoteo 2:11-15. Leemos en el versículo 12: «yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre […]». En este pasaje, Pablo les prohíbe a las mujeres involucrarse en dos actividades que caracterizan el ministerio de los ancianos: enseñar y ejercer autoridad. Vemos esto en las cualidades del rol descritas en otras partes: los ancianos deben tener la capacidad de enseñar (1Ti 3:2; 5:17; Tit 1:9; cf. Hechos 20:17-34) y de liderar la iglesia (1Ti 3:4-5; 5:17). Las mujeres tienen prohibido enseñarles a los hombres y ejercer autoridad sobre ellos y, por lo tanto, lo que se concluye es que no deben servir como ancianas.
¿Esta prohibición aún está vigente hoy?
No obstante, ¿esta orden, de que las mujeres no deben enseñar a los hombres o ejercer autoridad sobre ellos, pretende seguir vigente hoy? Muchos hoy en día sostienen que Pablo les prohibió a las mujeres servir como ancianas porque las mujeres en el tiempo de Pablo no tenían educación y, por tanto, carecían de la habilidad de enseñar bien a los hombres. Asimismo, se dice que las mujeres eran responsables de las falsas enseñanzas que estaban molestando a la congregación a la cual Pablo le escribió en 1 Timoteo (1Ti 1:3; 6:3). Según esta lectura, Pablo apoyaría que las mujeres sirvieran como pastoras después de que fueran adecuadamente educadas y si enseñan sana doctrina.
La prohibición está cimentada en la creación, no en las circunstancias
Estos intentos de relativizar la prohibición de Pablo deben considerarse un fracaso. Pablo podría haber escrito fácilmente: «no quiero que las mujeres enseñen o ejerzan autoridad sobre los hombres porque no tienen educación» o «no quiero que las mujeres enseñen o ejerzan autoridad sobre los hombres porque están difundiendo falsas enseñanzas». No obstante, ¿qué razón dio Pablo para su mandato en el versículo 12? El fundamento de Pablo para el mandato sigue en el siguiente versículo: «porque Adán fue creado primero, después Eva» (v. 13). Pablo no dice nada sobre falta de educación o sobre mujeres que promulgan falsas enseñanzas. Al contrario, él apela al orden creado, a la buena y perfecta intención de Dios cuando formó a los seres humanos. Es imperativo ver que la referencia a la creación indica que el mandato de que las mujeres no enseñen ni ejerzan autoridad sobre los hombres es una palabra transcultural, una prohibición que está unida a la iglesia de todos los tiempos en todos los lugares. Al dar este mandato, Pablo no apela a la creación caída, a las circunstancias relacionadas a la vida humana como resultado del pecado. Al contrario, él basa su prohibición completamente en la buena creación que existió antes de que el pecado entrara en el mundo.
La razón fundamental por la que las mujeres no deben servir como pastoras se comunica aquí, y el argumento de la creación no puede rechazarse como algo limitado culturalmente. Es más, el Nuevo Testamento contiene muchas apelaciones similares al orden creado. Por ejemplo, la homosexualidad no va de acuerdo con la voluntad de Dios porque es «contra la naturaleza» (Ro 1:26); es decir, viola el propósito que Dios tenía cuando hizo a los seres humanos como hombres y mujeres (Gn 1:26-27). De igual manera, Jesús enseñó que el divorcio no es el ideal divino, puesto que en la creación Dios hizo un hombre y una mujer, lo que significa que un hombre debe casarse con una sola mujer «hasta que la muerte nos separe» (Mt 10:3-12). De igual forma, toda la comida debe recibirse con agradecimiento, ya que es un regalo de la mano creadora de Dios (1Ti 4:3-5).
En 1 Timoteo 2:11-15, Pablo fundamenta específicamente su prohibición de que las mujeres enseñen y ejerzan autoridad en el orden de la creación, concretamente, en que Adán fue creado primero y luego Eva (Gn 2:4-25). La narrativa en Génesis es cuidadosamente construida y Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, nos ayuda a ver la significancia de que Eva fuera creada después de Adán. Los críticos ocasionalmente objetan que el argumento falla en persuadir, ya que los animales fueron creados antes que los seres humanos, pero esto se aleja del punto de Pablo. Sólo los seres humanos son creados a la imagen de Dios (Gn 1:26-27) y, por lo tanto, Pablo comunica el significado de que Dios al crear al hombre antes que a la mujer; es decir, que el hombre es responsable de liderar.
Pablo da una segunda razón por la que las mujeres no deben enseñar ni ejercer autoridad sobre los hombres en 1 Timoteo 2:14: «y Adán no fue el engañado, sino que la mujer, siendo engañada completamente, cayó en transgresión». El punto de Pablo aquí es que probablemente no es que las mujeres son más propensas a ser engañadas que los hombres, porque en otra parte él elogia a las mujeres como maestras de mujeres y niños (Tit 2:3; 2Ti 1.5; 3:14-15), lo que no haría si las mujeres por naturaleza fueran propensas a ser engañadas. Es probable que Pablo estuviera pensando nuevamente en el registro de la creación, puesto que la serpiente subvirtió el orden creado al engañar a Eva en lugar de Adán (de ese modo subvirtiendo el liderazgo masculino), aun cuando hay evidencia de que Adán estaba con Eva cuando ocurrió la tentación (Gn 3:6). El versículo 14 no enseña que las mujeres no tuvieran educación, puesto que el engaño es una categoría moral, mientras que la falta de educación es remediada con la instrucción.
El engaño de Eva no puede atribuirse a la debilidad intelectual, sino que se debió a su rebeldía, a su deseo de ser independiente de Dios. Además, la referencia al engaño aquí no indica que las mujeres de Éfeso jugaran un rol primordial en difundir falsas enseñanzas, puesto que los falsos maestros mencionados en 1 Timoteo son hombres (1Ti 1:20). Sin duda, si a las mujeres se les prohibía enseñar porque eran defensoras de las falsas enseñanzas, tendríamos una situación extraña e improbable donde todas las mujeres cristianas en Éfeso hubieran sido engañadas por falsas enseñanzas. Al contrario, el punto de Pablo es que la tentación de Satanás a Eva en lugar de a Adán subvirtió el liderazgo masculino, puesto que engañó y tentó a la mujer aun cuando Adán estaba presente con Eva cuando ocurrió la tentación. Ciertamente, aun cuando Eva fue engañada primero por la serpiente, la principal responsabilidad por el pecado recayó en los hombros de Adán. Esto es evidente en Génesis 3, puesto que el Señor le habla a Adán primero sobre el pecado de la primera pareja y se confirma en Romanos 5:12-19 donde la pecaminosidad de la raza humana se remonta a Adán y no a Eva.
En resumen, 1 Timoteo 2:12 prohíbe que las mujeres enseñen o ejerzan autoridad sobre los hombres en la iglesia. Este mandamiento está cimentado en el orden de la creación y es confirmado por la inversión de roles que tuvo lugar en la caída. No es una prohibición cultural o contextualmente limitada que ya no se aplica a las iglesias hoy.
Corroboremos el testimonio del resto de la Escritura
Lo que aprendemos sobre los roles del hombre y la mujer a partir de cómo Dios los creó
Lo que vemos de los roles de hombres y mujeres en el resto de la Escritura confirma esta lectura de 1 Timoteo 2:11-15. El libro de Génesis nos da seis evidencias de que los hombres tienen la responsabilidad primordial de liderazgo en el matrimonio: (1) Dios creó a Adán primero que a Eva; (2) Dios entregó el mandamiento de no comer del árbol a Adán y no a Eva; (3) Adán nombró a la «mujer» así como nombró a los animales, lo que indica su autoridad (Gn 2:19-23); (4) Eva es designada como la «ayuda» de Adán (Gn 2:18); (5) la serpiente engañó a Eva en lugar de a Adán, de ese modo subvirtió el liderazgo masculino (Gn 3:1-6), y (6) Dios fue a Adán primero, aun cuando Eva pecó primero (Gn 3:9; cf. Romanos 5:12-19).
Lo que aprendemos de lo que la Biblia enseña sobre el matrimonio
Tal lectura de Génesis encaja con lo que descubrimos sobre el matrimonio en el Nuevo Testamento. Los esposos tienen la responsabilidad principal de liderar y las esposas son llamadas a someterse al liderazgo de sus esposos (Ef 5:22-33; Col 3:18-19; 1P 3:1-7). El llamado a la sumisión para la esposa no está enraizada en meras normas culturales, puesto que una esposa es llamada a someterse a su esposo así como la iglesia es llamada a someterse a Cristo (Ef 5:22-24). Pablo designa al matrimonio como un «misterio» (Ef 5:32) y el misterio es que el matrimonio refleja la relación de Cristo con la iglesia. El mandato a los hombres, en lugar de a las mujeres, para servir como pastores, entonces, encaja con el patrón bíblico de liderazgo y autoridad masculina dentro del matrimonio.
Es crucial observar que un rol diferente para las mujeres no significa la inferioridad de las mujeres. Las mujeres y los hombres son creados por igual a la imagen de Dios (Gn 1:26-27). Tienen el mismo acceso a la salvación en Cristo (Gá 3:28) y son herederos juntos de la gran salvación, la cual es nuestra en Jesucristo (1P 3:7). Los escritores bíblicos no menosprecian la dignidad, la inteligencia ni la calidad de persona de las mujeres. Vemos esto con mayor claridad cuando nos damos cuenta de que así como Cristo se somete al Padre (1Co 15:28), así las esposas deben someterse a sus esposos. Cristo tiene la misma dignidad y valor que el Padre y, por tanto, su sumisión no se puede entender como una señal de inferioridad.
Lo que aprendemos de otros pasajes sobre las mujeres en la iglesia
Tampoco 1 Timoteo 2:11-15 es el único texto que exige un rol diferente para hombres y mujeres en la iglesia. En 1 Corintios 14:33b-36, Pablo enseña que las mujeres no deben hablar en la iglesia. Este pasaje no prohíbe absolutamente que las mujeres hablen en la asamblea, pues Pablo anima a las mujeres a orar y a profetizar en la iglesia (1Co 11:5). El principio de 1Co 14:33b-36 es que las mujeres no deben hablar de tal forma que se rebelen contra el liderazgo masculino o que se atribuyan una autoridad injustificada, y este principio concuerda con la noción en 1 Timoteo 2:11-15 de que las mujeres no deben enseñar ni ejercer autoridad sobre los hombres.
Otro texto que nos apunta en la misma dirección es 1 Corintios 11:2-16. Ya hemos visto en este pasaje que Pablo les permite a las mujeres orar y profetizar en la asamblea. Es imperativo ver que la profecía no es el mismo don que la enseñanza, puesto que los dones se distinguen en el Nuevo Testamento (1Co 12:28). Las mujeres sirvieron como profetisas en el Antiguo Testamento, pero nunca como sacerdotisas. De igual manera, sirvieron como profetisas en el Nuevo Testamento, pero nunca como ancianas. Es más, en 1 Corintios 11:2-16 se deja claro que a medida que las mujeres profetizaban debían adornarse de tal forma que fueran sumisas al liderazgo y a la guía masculina (1Co 11:3). Esto encaja con lo que hemos visto en 1 Timoteo 2:11-15. Las mujeres no son los líderes reconocidos de la congregación y, por lo tanto, no deben funcionar como maestras o líderes de la congregación. El asunto fundamental en 1 Corintios 11:2-16 no es el adorno de las mujeres. Los académicos no están seguros, en ningún caso, de si el adorno descrito representa un velo o usar el pelo tomado. Tal adorno era requerido en los días de Pablo porque significaba que las mujeres eran sumisas al liderazgo masculino. Actualmente, cómo se peina una mujer o si usa un velo no significa si es sumisa a los líderes masculinos o no. Por lo tanto, debemos aplicar el principio (pero no la práctica cultural específica) al mundo de hoy: las mujeres deben ser sumisas al liderazgo masculino, lo cual se manifiesta en sí mismo al no servir como pastoras o maestras de hombres.
Conclusión
La Escritura claramente enseña sobre los roles únicos de las mujeres en la iglesia y en el hogar. Son iguales a los hombres en dignidad y valor, pero tienen un rol diferente durante esta estadía terrenal. Dios les ha dado muchos dones diferentes por medio de los cuales pueden ministrar a la iglesia y al mundo, pero no deben servir como pastoras. El Señor no ha dado sus mandamientos para castigar a las mujeres, sino para que puedan servirlo gozosamente según su voluntad.