Este artículo forma parte de la serie Pasajes difíciles, publicada originalmente en Crossway.
Leamos el pasaje
1 Después de esto, vi a cuatro ángeles de pie en los cuatro extremos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara viento alguno, ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol. 2 También vi a otro ángel que subía de donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo. Y gritó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes se les había concedido hacer daño a la tierra y al mar: 3 «No hagan daño, ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente a los siervos de nuestro Dios».
4 Oí el número de los que fueron sellados: 144 000 sellados de todas las tribus de los israelitas. 5 De la tribu de Judá fueron sellados 12 000; de la tribu de Rubén, 12 000; de la tribu de Gad, 12 000; 6 de la tribu de Aser, 12 000; de la tribu de Neftalí, 12 000; de la tribu de Manasés, 12 000; 7 de la tribu de Simeón, 12 000; de la tribu de Leví, 12 000; de la tribu de Isacar, 12 000; 8 de la tribu de Zabulón, 12 000; de la tribu de José, 12 000 y de la tribu de Benjamín fueron sellados 12 000.
Los que fueron sellados
El texto previo (Ap 6:12-17) concluye con una pregunta: ¿quién podrá mantenerse en pie ante la ira de Dios y la ira del Cordero? Juan responde esa pregunta en estos versículos. Los «cuatro extremos» de la tierra no tienen el propósito de enseñarnos que el mundo es plano. Al contrario, los cuatro extremos representan al mundo entero (cf. Isaías 11:12; Apocalipsis 20:8), tal como las «cuatro esquinas» de la casa representan la casa entera (Job 1:19) y «los cuatro extremos de esta tierra» representan la tierra completa de Israel (Ez 7:2). Los cuatro ángeles, entonces, supervisan el mundo para los propósitos de Dios. Los «cuatro vientos» representan el juicio venidero, el juicio final, que envolverá al mundo entero. Vemos precedentes de esto en el Antiguo Testamento (cf. también Ezequiel 5:10, 12), donde «los cuatro vientos desde los cuatro extremos del cielo» serán infligidos sobre toda la tierra de Elam (Jer 49:36; cf. Ezequiel. 37:9; Daniel 7:2; 8:8; 11:4; Zacarías 2:6; 6:5; Mateo 24:31; Marcos 13:27), pero aquí los cuatro vientos abarcan a todo el mundo. En otra parte de la Escritura, una relación cercana se forja entre los ángeles y los vientos que azotan al mundo (Sal 104:4). Aquí los ángeles están restringiendo los vientos para que no sean soltados en la tierra, en el mar o en los árboles. Juan nos lleva de vuelta al periodo previo a que comience el juicio final.
Otro ángel aparece con el sello del Dios vivo, ordenando a los cuatro ángeles que están a punto de dañar la tierra y el mar; es decir, los ángeles que están a punto de llevar el juicio final sobre el mundo, que se contengan de provocar cualquier daño hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. El sello en la frente no es literal, pero simboliza la protección otorgada a aquellos que pertenecen a Dios (cf. Apocalipsis 9:4). Así que ahora sabemos quién puede soportar la ira de Dios: quienes tienen el sello de Dios sobre ellos. Juan nuevamente recurre al Antiguo Testamento. En Ezequiel 9, Jerusalén está a punto de ser juzgada por verdugos debido a su maldad. Quienes son malvados serán aniquilados, pero una «señal» es puesta «en la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella» (Ez 9:4). El juicio no perdonará ni a jóvenes ni a ancianos, sino a aquellos que tengan la señal permanecerán intactos (Ez 9:6). Los que son sellados por Dios en la frente en Apocalipsis contrastan con aquellos que aceptan la marca de la bestia en sus frentes (Ap 13:6; 14:9; 20:4). En ambos casos, la marca es simbólica. Lo que separa a los creyentes de los incrédulos es que los primeros tienen el sello de Dios y el «nombre del Padre escrito en la frente» (Ap 14:1; cf. Apocalipsis 22:4). Son protegidos por Dios y distinguidos como su propio pueblo, sus siervos auténticos.
Los sellados e identificados. Juan escucha el número. Son 144 000 de cada tribu de Israel. Juan luego hace una lista de 12 000 de cada tribu. Dios enumera, conoce y cuida de los suyos; Él conoce a cada una de sus ovejas por su nombre (Jn 10:3). La lista de tribus no coincide con ninguna lista de las tribus del Antiguo Testamento. Judá podría ser el primero, puesto que Jesús, el Mesías, cabeza del pueblo de Dios, viene de la tribu de Judá. Lo que también es interesante es que se omite a Dan, tal vez debido a la maldad asociada con esa tribu (Jue 18). En su lugar, tenemos a José y Manasés. Esto es curioso, ya que Manasés desciende de José, por lo que esperaríamos a Efraín y Manasés. Estas peculiaridades en la lista sugieren una lectura simbólica.
Pero ¿quiénes son?
Los académicos difieren al identificar a los 144 000. Algunos dicen que el número es literal y registra a judíos de cada tribu que se convierten a Jesucristo. Intérpretes dispensacionalistas piensan que el número se refiere a los judíos que son salvados durante el periodo final de siete años de tribulación.
Es más convincente decir que los 144 000 representan simbólicamente a todos los cristianos a lo largo de la historia, tanto judíos como gentiles. Ambos son el ejército de Dios que libran guerra al ser fieles al Cordero y soportar la persecución. Las razones para pensar que Juan se refiere a todos los cristianos son numerosas, y algunas son el resultado de Apocalipsis 14, donde los 144 000 vuelven a aparecer. Primero, los números en la literatura apocalíptica regularmente son simbólicos. Aquí tenemos el número 12 que representa al pueblo de Dios de las doce tribus en el Antiguo Testamento y el número se eleva al cuadrado y luego se multiplica por 1 000. Por lo tanto, el número debe ser entendido como una manera simbólica de designar al pueblo completo de Dios.
Segundo, Juan sigue un patrón que vemos en el capítulo 5. Se le cuenta sobre un León (Ap 5:5), pero él ve a un Cordero (Ap 5:6); el León y el Cordero son la misma entidad. Entonces, aquí también, Juan escucha el número 144 000 (Ap 7:4), pero ve una multitud incontable (Ap 7:9). De nuevo, tenemos dos maneras de describir a la misma entidad, y la multitud incontable refuerza el punto de que los 144 000 representan a todos los creyentes.
Tercero, especificar que los 144 000 son de Israel no significa necesariamente que sean judíos. Juan ya dijo dos veces que los judíos son una sinagoga de Satanás (Ap 2:9; 3:9) y los roles entre los judíos incrédulos y los cristianos se han revertido, por lo que ahora los judíos incrédulos juegan el rol de gentiles en el Antiguo Testamento; se inclinarán ante los cristianos para reconocerlos como los amados, los elegidos del Señor (Ap 3:9; cf. Deuteronomio 7:7-8; Isaías 41:8).
Cuarto, se levanta un problema práctico si la referencia es a los 12 000 de cada tribu de Israel. Prácticamente, ningún judío hoy sabe de qué tribu desciende y tampoco es claro que la mayoría conociera su linaje genealógico en los días de Juan. Si alguien dijera que Dios conoce a las tribus y que asigna exactamente a 12 000 de cada tribu, es difícil ver cómo tal afirmación sería significativa, puesto que nadie en la tierra podría saber que los 12 000 proceden de cada una de las doce tribus especificadas.
Quinto, en Apocalipsis 14:3, los 144 000 son descritos como aquellos «rescatados de la tierra» y en Apocalipsis 14:4 como «rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero». Lo más natural es interpretar que los redimidos se refieren a todos los redimidos, tanto judíos como gentiles.
Sexto, Juan dice que ellos son «castos» que «no se han contaminado con mujeres» (Ap 14:4). Pero sin duda este lenguaje es simbólico, puesto que ser virgen no es más agradable a Dios que el matrimonio, y son los falsos maestros los que dicen que las relaciones sexuales dentro del matrimonio son contaminantes (1Ti 4:1-3). Juan (cf. comentario sobre Apocalipsis 14:4) se remonta al Antiguo Testamento, que a menudo advierte a Israel contra la prostitución espiritual. Ser devoto a Dios es ser una «virgen pura» dedicada a Cristo (2Co 11:2). Entonces, por todas estas razones, tenemos buenos fundamentos para pensar que el número 144 000 está cargado de imágenes y simbolismo, refiriéndose al pueblo completo de Dios.
Perdonados por su misericordia
¿Quién escapará a la ira de Dios en el juicio final? Sólo aquellos que les pertenecen a Dios, aquellos que son sellados por Él, los que son enumerados por Él. Si somos sellados por Dios, estamos protegidos y somos autentificados por Él. Al mismo tiempo, aquellos de nosotros que somos sellados por Dios somos el verdadero y nuevo Israel, el pueblo escogido y amado por el Señor. Asimismo, merecemos la ira de Dios, pero hemos sido perdonados por su gracia y misericordia, lo que debe llevarnos al agradecimiento y a la alabanza sincera. Cuán maravilloso es ser contado entre su rebaño, ser el ejército del Señor: ¡un ejército que predica la paz y el amor a través del Cordero sacrificado y resucitado!