Quisiera presentarles una serie de publicaciones que se enfocarán en historias de personas de fe. Algunos de los nombres sonarán familiares: Noé, Abel y Enoc, mientras que otros personajes bíblicos serán menos conocidos, como la viuda de Sarepta, que aun así tienen importantes historias que contar.
Sin embargo, antes de comenzar, necesito recordarles algo importante: el propósito de contar estas historias no es darles héroes para emular, sino más bien para señalarles a la Persona en quien su fe debería estar.
Verán, estos hombres y mujeres no son memorables porque tuvieron fe, pues no hay nada especial en la EXISTENCIA de su fe. Al contrario, estas personas son memorables porque encontraron un LUGAR inamovible y eterno para su fe: el Dios del universo.
Sin fe
Como ya he escrito muchas veces antes, es imposible que exista un ser humano que no tenga fe. Cada hombre, mujer y niño nace siendo un filósofo y un teólogo, organizando su vida basado en una cosmovisión de fe que determina sus pensamientos, sus deseos, sus palabras y sus acciones. Incluso si su teología declara audazmente: «¡no existe Dios!», y si su estilo de vida se define por una autonomía despreocupada, ellos siguen viviendo por fe (una creencia de que no existe Dios ni consecuencias eternas por su comportamiento).
Dios diseñó esta capacidad para tener fe en los corazones y en las mentes de cada persona que ha vivido, con el propósito supremo de llevarlos a la fe en el Creador. Hebreos 11:6 dice, «sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan».
Noten los dos aspectos ineludibles e inseparables de la fe que se encuentran en este versículo. En primer lugar, tener fe en Dios significa que debes «creer que él existe» (este es un compromiso del corazón y de la mente para creer). En segundo lugar, ya que «él recompensa a quienes lo buscan» la fe decide, actúa y habla en base a la creencia de la existencia de Dios.
Por lo tanto, si tuviera que definir lo que es fe, esto es lo que diría: la fe es un compromiso del corazón y de la mente para creer en la existencia de Dios que cambia radicalmente la forma en la que una persona vive.
Sin embargo, esto nos deja una pregunta más: cuando las cosas se ponen difíciles en tu día a día, ¿qué significa creer que Dios existe? Encontramos una maravillosa respuesta en Hechos 17.
Creer en Dios
El apóstol Pablo está en Atenas esperando contactarse con compañeros misioneros cuando observa a personas adorando un altar que tenía la inscripción «A un Dios desconocido». Al ser el misionero del Evangelio que era, Pablo no pudo resistir entablar una conversación con los filósofos locales y contarles que el Dios que existe en realidad es bastante fácil de conocer.
Esto es lo que dice en Hechos 17:24-31:
El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios. Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros, “puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos”. Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: “De él somos descendientes”.
»Por tanto, siendo descendientes de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano. Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan. Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos».
En esta declaración increíblemente concisa, pero completa y práctica, Pablo define extraordinariamente lo que significa «creer que Dios existe». A continuación, les comparto tres elementos:
1. Para creer que Dios existe, debemos creer que él es el CREADOR de todo lo que existe (v.24)
Como fundamento para cada compromiso de fe vertical se encuentra la creencia de que Dios es el Creador de todo lo existe. Por medio de todo lo que él hizo, se nos cuenta de su maravillosa presencia, poder y sabiduría.
Puesto que él creó todo lo que existe, él es el único ser eterno y autosuficiente. Por consiguiente, puesto que somos sus criaturas, hemos sido diseñados para depender de él.
Creer que Dios es el Creador es creer que sus vidas no les pertenecen a ustedes, sino que a él (que cada uno de nosotros le pertenece y que solo podemos vivir apropiadamente cuando vivimos en sometimiento a él y dentro de los límites de su plan para nosotros).
2. Para creer que Dios existe, deben creer que él es SOBERANO sobre todas las cosas y todas las personas (v. 26)
Este segundo aspecto de la verdadera fe bíblica también es fundamental. Creer en Dios significa que descansan en su indiscutible gobierno sobre cada situación, lugar y relación que jamás haya existido o existirá.
Pablo es muy específico cuando habla sobre esto. No es que Dios esté gobernando sobre el universo de manera general; no, Pablo plantea que Dios está en tan específico control que determina la dirección exacta donde todos vivirán y la duración exacta de la vida de cada uno.
Es humillante entender que aunque Dios nos diseñó para ser capaces de tomar decisiones, nosotros no somos autores de nuestras propias historias. Esto significa que la paz del corazón nunca se encontrará en descubrir sus vidas ni en planearlas bien, sino que en descansar en aquel que tiene todo listo y cuyo plan para nosotros es perfecto.
3. Para creer que Dios existe, deben creer que es el único SALVADOR de la humanidad caída (v. 31)
En la conclusión que Pablo hace sobre el arrepentimiento, el juicio y la resurrección, él resume la historia de salvación: este Dios que es Creador y Soberano también es Salvador.
Él envió a su Hijo para vivir la vida que nosotros no pudimos vivir, murió la muerte que nosotros debimos haber muerto y conquistó al enemigo que ningún humano pudo jamás conquistar, para que así pudiéramos recibir su perdón y vida eterna.
Simplemente, no podemos abrazar la creencia en Dios como Salvador sin reconocer también el pecado en nuestros corazones del que todos necesitamos ser salvados. Al igual que con la soberanía de Dios, el descanso no se puede encontrar en nuestros intentos de vivir una buena vida, sino que en confiar en aquel que vivió una vida perfecta en nuestro lugar.
Con fe
Por lo tanto, ¿cómo se ve para ustedes tener su propia historia de fe? Bien, si creen en Dios como Creador, Soberano y Salvador, cambiará radicalmente la forma en la que viven. De alguna manera influenciará cada pensamiento, deseo, decisión, acción y palabra. Vivirán sus vidas más como el resultado de una confianza y descanso vertical que como el resultado de ansias y esperanzas horizontales.
En estas historias de fe, verán un tema común en cada hombre y mujer: ellos confiaban en la existencia de Dios.
Sin embargo, también es importante reconocer que la creencia en Dios no es natural para ninguno de nosotros, incluso para esos personajes que estudiaremos. La fe significa poner a Dios en el centro, someternos a su voluntad y abandonar nuestra gloria por la suya. No obstante, lo que sí es natural para todos los humanos es ponernos a nosotros mismos al centro para demandar las cosas a nuestra manera y obsesionarnos por lo que sea que nos dé gloria.
Cuando lean estas historias de fe y cuando vean cómo estos hombres y mujeres dieron sus vidas para vivir para la existencia de DIos, sabrán que la gracia los visitó.
No habrán héroes en esta serie. Ya sea que sus vidas hayan sido tranquilas y hayan pasado desapercibidas o que hayan sido conocidas a lo largo de la historia, todas tienen una cosa en común: la gracia entró en ellos y radicalmente cambió sus corazones.
Se necesita la gracia para vivir por fe y se necesita gracia para saber que se necesita esa gracia. La razón por la que vamos a tomar un tiempo para considerar a estas personas es porque en última instancia sus historias son historias de gracia (la mismísima gracia que cada uno de nosotros necesita para que así podamos «creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan» y pensemos, deseemos, decidamos, actuemos y hablemos de acuerdo a eso).
Que estas historias nos animen a cada uno de nosotros para clamar por la misma gracia rescatadora y transformadora.