No soy fan de las resoluciones para el Año Nuevo.
Aunque entiendo el deseo por nuevos comienzos, ninguno de nosotros tiene el poder de reinventarse a sí mismo simplemente porque el calendario avanzó hacia el nuevo año.
Sin embargo, dado que el Evangelio de Jesucristo trae consigo un mensaje de nuevos comienzos (nuevos comienzos por el poder perdonador y transformador de la gracia de Dios), mirar hacia el año que viene nos da una oportunidad para entregarnos otra vez a compromisos de vida que están enraizados en el Evangelio.
Déjame sugerirte siete compromisos para los que todos nosotros hemos sido facultados y deberíamos estar emocionados por hacer.
1. Sé honesto sobre tus luchas
La negación de tus luchas diarias con la tentación y el pecado nunca es un camino para cambiar. La obra de Jesús nos libera a todos nosotros para ser honestos sobre nuestras debilidades y fracasos sin temer al juicio de Dios.
El Evangelio nos da la bienvenida en nuestra debilidad para correr hacia Dios y no para huir de Él. La entrada hacia un cambio personal comienza al admitir humildemente nuestras necesidades para así tener la ayuda que sólo Dios nos puede dar.
2. Descansa en la presencia y en la fortaleza de Dios
Rehúsate a cargar tus capacidades y bienestar personales en tus pequeños hombros. Recuerda que Jesús está contigo, en ti y por ti, y porque es así, tu bienestar reposa en sus hombros infinitamente inmensos.
Cuando midas tu capacidad, no olvides que tu vida ha sido invadida por su poder y gracia. Puedes sostener que Jesús es tu potencial.
3. No busques horizontalmente lo que solo puedes encontrar verticalmente
No te permitas ser seducido para creer que la vida puede encontrarse en las personas, en las posesiones, en las situaciones, en los lugares y en las experiencias de la vida diaria.
Recuerda, el rol de las cosas creadas no es darte vida, sino que señalarte hacia Aquel que es el camino, la verdad y la vida. Niégate a intentar satisfacer tu corazón con cosas que nunca te darán la satisfacción que buscas.
4. Profundiza en tu relación con el cuerpo de Cristo
Dios nunca nos diseñó a ti y mí para caminar solos con Él. El plan de Dios para nosotros es profundamente relacional. Fuimos diseñados para estar conectados y depender de otros, no para estar aislados y ser independientes.
Vive cerca del pueblo de Dios, invitando a los que te rodean a que se entrometan en tu mundo privado y a funcionar como herramientas de Dios de consuelo, ánimo, confrontación, crecimiento y cambio.
Recuerda, el pecado hace que sea difícil vernos a nosotros mismos objetivamente y con exactitud. La comprensión y el crecimiento espiritual personal realmente es el resultado de la comunidad.
5. Discute con tu propio corazón
Es un tema en mi ministerio que continuaré repitiendo: nadie tiene más influencia en tu vida que tú mismo, porque nadie le habla más a tu corazón que tú.
No des paso al diálogo interno que se caracteriza por el miedo, el desaliento, lo inútil, la desesperanza o el desánimo. Predícate el Evangelio del amor, de la gracia, de la presencia, de las promesas y del poder de Dios múltiples veces al día. Comprométete a continuar teniendo una conversación del Evangelio contigo mismo sin fin.
6. Esfuérzate para asegurarte de que la alabanza reemplace la queja
Es triste, pero es verdad: el lenguaje predeterminado de cada pecador es la queja. Puesto que el pecado provoca que piense que la vida se trata de mí, también provoca que constantemente encuentre razones para estar insatisfecho.
Sin embargo, cuando tú y yo estamos viviendo por algo más grande que nuestro propio placer y comodidad y cuando estamos comprometidos a contar nuestras bendiciones más de lo que contamos nuestras quejas, la alabanza llenará nuestros corazones y marcarán nuestras conversaciones.
¿Por qué no comprometerte a comenzar cada día contando las muchísimas formas en las que Dios te ha colmado con sus bendiciones que nunca podrías haber ganado por tu propia cuenta y que no mereces?
7. Descansa en la obra completa de Jesucristo
Tienes motivos para descansar, porque aunque el calendario haya avanzado hacia un nuevo año, tu Salvador aún te saluda con nuevas misericordias cada mañana. Él no te enviará a ningún lugar sin ir contigo o no te llamará a un trabajo sin darte lo que necesitas para hacerlo y Él todavía reina sobre todas las cosas por tu bien.
Puedes descansar porque estás en las buenas manos del Rey de reyes y Señor de señores.
Por lo tanto, a medida que el nuevo año va avanzando, no se engañen con ambiciosas resoluciones que ninguno de nosotros tiene el poder de llevar a cabo. Al contrario, celebra el Evangelio de Jesucristo y su gran catálogo lleno de gracia.
Vuelve a comprometerte a vivir cada día a la luz de lo que se te ha dado en y por medio de tu Salvador, el Señor Jesucristo.
¡Feliz Año Nuevo!