Sonia se preocupa todo el día por sus hijos mientras ellos están en la escuela. Juan parece nunca soltar el peso de la preocupación por sus finanzas. Laura teme que nunca llegará a casarse. Sara le tiene pavor a envejecer. Fernando se preocupa constantemente sobre lo que las personas a su alrededor piensan de él. A Benjamín le preocupa no quedar en el equipo de fútbol. María está esclavizada a su preocupación por el peso. Camila ha pasado muchas noches sin dormir preocupándose por su relación con Bernardo. Jaime está preocupado por lo que sucederá después de que salga de la universidad. Jimena admite que sufre un poco de fobia a los gérmenes. Bastián evita las grandes multitudes, pero no quiere que nadie se entere. Sandra teme que Dios no la ame, pero no habla mucho de eso. Rodrigo sabe que pasa mucho tiempo preocupándose por perder su trabajo, pero no puede evitar pensarlo. Daniela se preocupa tanto por sus hijos que ya son adultos que teme que sus frecuentes llamadas los alejen. A Pedro le fue muy bien en el seminario, pero la ansiedad siempre acompaña su predicación. Gabriela se preocupa más de lo que sus compañeros de clase piensan de ella que de sus calificaciones. Josué se preocupa cada vez que alguien le dice que su jefe quiere verlo.
La preocupación realmente está en todas partes. Quizás es el único sentimiento que todos compartimos. Observen a las personas que se mencionaron anteriormente; vean que tienen dos cosas en común: todos son creyentes y todos luchan con la preocupación. ¿Y ustedes? ¿Cómo la preocupación es, de alguna forma, una parte regular de sus pensamientos diarios? ¿Cuánto moldea la preocupación lo que hacen y lo que no hacen? ¿Cómo interactúa la preocupación con la fe que tanto valoran? ¿Es posible que la preocupación esté siendo una influencia mayor en sus vida de lo que normalmente habrían pensado?
Tal vez la preocupación es uno de los secretos sucios de la iglesia. Quizás nos transforma en personas tímidas, pasivas e inseguras aun cuando nuestra teología nos dice que tenemos muchos motivos para ser valientes, activos y seguros. ¿Podría ser que muchos de nosotros vivimos con un gran desfase entre la confianza teológica que celebramos el domingo y el miedo, la preocupación y la ansiedad fuera de la iglesia que nos acompaña el resto de la semana? ¿Por qué tantos de nosotros nos preocupamos? ¿Por qué no podemos experimentar el descanso que Evangelio debe darnos? ¿Por qué pasamos noches sin dormir, nuestros estómagos sufren por nuestros nervios y nuestros días son inquietos? ¿Por qué nos invade la preocupación?
La preocupación y el mundo caído
Probablemente, ustedes respondan a las preguntas que he planteado, diciendo, «¡Paul, me preocupo porque vivo en un mundo caído!». Es cierto que el mundo en el que vivimos simplemente no funciona de la manera en que lo dispuso el Creador. Por esta razón, vivimos en un mundo en donde el engaño, el peligro y la desilusión son una realidad. La Biblia es bastante sincera en su descripción de cuán quebrantado realmente está el mundo. Existen cosas en este mundo a las que ustedes deberían temer; existen cosas que deben llamarles la atención y causarles preocupación; existen cosas que deben evitar con esfuerzo y de las que deben proteger a sus seres queridos. Deben vivir con cuidado y conscientes de esto. Algo responsablemente piadoso que podemos hacer al respecto es vivir con las expectativas realistas que obtenemos de una comprensión bíblica del estado caído de nuestro mundo. No sean ingenuos. A este lado del cielo, siempre deben recordar que el shalom (paz e integridad), que el Creador hizo, ha sido destrozado. Cada día, de alguna manera, el quebranto de nuestro mundo los presionará hasta que estén al otro lado del cielo.
Sin embargo, se debe hacer una distinción importante entre mirar la vida a través de la visión sincera de la Escritura y vivir una vida de preocupación sutil, pero no tan sutil. En la Biblia, somos confrontados con la realidad de que en las situaciones en donde el pueblo de Dios estaba experimentando alguna las realidades más duras de la vida en un mundo caído, ellos experimentaron, en esos momentos, uno de los descansos del alma más increíbles que se registra en la Biblia. Permítanme entregarles un poderoso ejemplo:
Los Salmos 3 y 4 son Salmos para la mañana y para la noche, fueron escritos por David cuando huía para proteger su vida y arrancar de aquellos que querían tomar su trono. Ustedes conocen el fondo de la historia: el hijo de David, Absalón, quería su trono. Absalón ya se había ganado el corazón del pueblo de Israel y ahora iba tras el reino de su padre. David sabía de qué se trataba esto: era una monarquía; por lo tanto, para que un hijo tome el trono de su padre, el padre debía morir. Es por esta razón que David huye para proteger su vida con un pequeño grupo de hombres leales y se esconde en una cueva. Quizás no existe una historia más desgarradora en la Escritura: el pecado separa a la familia, el pecado lleva a la sublevación y, posiblemente, a la muerte. En esta historia, vemos al mundo caído en su peor momento. No obstante, en medio de todo eso, David no se paralizó por el pánico; no estaba dominado por la preocupación; no estaba sesgado por los pensamientos hipotéticos. No, David tiene una tranquilidad increíble. Miren lo que escribe desde la cueva: «en paz me acostaré y así también dormiré, porque sólo tú, Señor, me haces vivir seguro» (Sal 4:8). David está experimentando el peso completo de la desilusión y del peligro de la vida en este mundo caído, pero la angustia no lo inunda. Su corazón está descansando y su cuerpo es capaz de dormir, incluso en medio de una situación que rompería el corazón de cualquier padre.
La historia de David y su salmo nos confronta con algo importante. Es algo que iremos descubriendo en este artículo: las dificultades de la vida en este mundo caído son la razón para preocuparnos, pero no la causa. Para entender la causa, debemos ir más profundo. David estaba viviendo una circunstancia que podría ser la motivación de mucha de su preocupación, pero él no tenía miedo ni estaba ansioso. Su descanso nos apunta al lugar donde podemos encontrar ayuda para nuestra preocupación. Lo que nos rodea no provoca nuestra preocupación; no, más bien, lo que hay dentro de nosotros es la causa de ella.
Los mundos reducidos y la preocupación
Para entender por qué los cristianos tendemos a preocuparnos más de lo que cualquiera debiese teniendo la teología de la vida diaria como la nuestra, tendré que darles un pequeño recorrido bíblico. Quisiera comenzar con dos versículos que entregan una comprensión impresionante de lo que el pecado hace en todos nosotros. Estos versículos comienzan llevándonos a ver por qué la preocupación es una lucha universal. «Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos… para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2Co 5:14-15 [énfasis del autor]).
En las diez palabras que he resaltado, Pablo hace una observación estremecedora sobre cómo el pecado básicamente altera la visión de la vida de cada persona. Fui creado con el propósito de vivir para algo infinitamente superior a mí mismo; fui creado para vivir por Dios: su reino y su gloria; fui diseñado para obtener mi identidad, mi valor, mi propósito y mi sentido interior de bienestar de manera vertical; fui diseñado para obtener en Dios la razón para hacer lo que hago y el descanso mientras llevo eso a cabo. Sin embargo, el pecado provoca que cada uno de nosotros viva para sí mismo; esto es, reducir nuestras vidas al tamaño de nuestras vidas. El pecado provoca que reduzcamos el campo de nuestros sueños y de nuestras preocupaciones a nuestros deseos, necesidades y emociones. El pecado hace que con temor nos centremos en nosotros mismos, nos abstraigamos a nosotros mismos y que nosotros mismos seamos nuestra propia motivación.
¿Qué tiene que ver esto con la preocupación? ¡Todo! Como una consecuencia del pecado, ya no buscamos nuestro descanso interior en un Dios que es la definición de la sabiduría, del poder y del amor; un Dios que nunca jamás cambiará. No, sin darnos cuenta de lo que hemos hecho, comenzamos a buscar nuestra identidad, valor, propósito y nuestro sentido interior de bienestar de manera horizontal. Vamos a las situaciones y a las relaciones quebrantadas y cambiantes de este mundo caído con el fin de encontrar nuestro propósito y nuestra descanso interior. Las cosas que no fueron diseñadas para darnos descanso y sobre las cuales no tenemos control se han transformado en nuestros mesías de reemplazo. Les pedimos que hagan por nosotros lo que sólo Dios es capaz de hacer. Verán, esto es lo que pasa: las cosas importantes (como la familia, el trabajo, la casa, el dinero, etc.) se vuelven cosas demasiado importantes para nosotros porque se convierten en los lugares en los que buscamos descanso. Cuando esto pasa, no solo no nos dan descanso, también se transforman en la razón de los infinitos ciclos de preocupación, ansiedad y miedo que, a decir verdad, están en la vida diaria de muchísimos creyentes. El trabajo es importante, pero no debe ser la fuente de su identidad. Cuando eso pasa, se transforma en la causa de una ansiedad interminable. El matrimonio o las amistades son importantes, pero no deben ser el lugar donde buscan descanso interior. Esto es lo que la Escritura nos lleva a decir. La preocupación que nos controla o nos paraliza revela más de lo que hay dentro de nosotros que de lo que hay fuera de nosotros. Es por esto que pienso que el pasaje que les compartiré a continuación, Mateo 6:19-34, es tan útil.
Reinos, tesoros y preocupación
Mateo 6:19-34 es uno de los pasajes bíblicos más conocidos sobre la ansiedad y la preocupación. (¿Por qué no se toman un tiempo ahora mismo para leer el pasaje?). ¿A quién no le parecen conocidas las palabras «¿quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?» (v. 27) o «por tanto, no se preocupen diciendo, “¿qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos?”» (v. 31)? Cuando se abstraen de este pasaje de inmediato ven que es mucho más que un análisis de preocupación. Es realmente un desglose detallado de la guerra entre el Reino de Dios y el reino del yo. Precisamente, por esta razón dice lo que dice sobre la preocupación. Esto nos enseña que detrás de cada momento de preocupación hay una guerra por el corazón. Esta batalla tiene ver con quién gobernará efectiva y funcionalmente nuestros corazones: si el Reino de Dios o el reino del yo.
Debido al pecado, nuestras luchas contra el reino del yo son tan dominantes y seductoras que Cristo pasó la mayoría de su tiempo en la tierra desglosando las dinámicas de este reino (vv. 19-32). No es hasta la primera palabra del versículo 33, «Pero», que nos encontramos con el giro del pasaje y el llamado a vivir para el Reino de Dios. En esencia, lo que Cristo dice es que el reino del yo está dominado por una búsqueda de tesoros terrenales y necesidades guiadas por la ansiedad. El reino del yo reduce la vida a un catálogo de tesoros físicos y experimentales y a una lista de necesidades personales. En este reino, vivo para asegurar que consigo lo que quiero y que satisfago mis necesidades. Ahora, antes de que digan, «bueno, Paul, ¡yo no vivo de esa manera!», déjenme preguntarles, ¿cuánta de sus preocupaciones en el último mes tuvo algo que ver con el Reino de Dios?
Los animo a permitir humildemente que este pasaje sea un espejo en el cual se vean para observar las cosas sobre ustedes mismos que no verán de otra forma. Cristo usa una palabra muy útil aquí para describir las cosas que capturan nuestros corazones: tesoro. Piensen en esta palabra. Existen muy pocos tesoros en la vida que tienen un valor intrínseco, pues a la mayoría de los tesoros se les atribuye un valor. Es por esto que el viejo proverbio dice, «el piso de uno es el techo de otro». Por ejemplo, ¿por qué un billete de veinte dólares vale veinte dólares? No es porque contenga el valor de veinte dólares en tinta o papel. No, su valor es asignado. De la misma manera, ustedes le asignan valor a las cosas en sus vidas. Es imposible ser un humano y no hacer esto. Jesús nos advierte a ser cuidadosos con aquello a lo que le asignamos valor, porque lo que nombramos como nuestro tesoro controlará nuestros corazones y lo que controla nuestros corazones controlará nuestro comportamiento.
¿Cómo esto se conecta con la preocupación? La conexión es obvia y poderosa. La preocupación y el descanso siempre revelan los verdaderos tesoros del corazón. Tendrán más descanso cuando lo que ustedes atesoren esté más seguro y se preocuparán más cuando lo que atesoren más esté en riesgo. ¿Qué revelan sus mundos de preocupación sobre los verdaderos tesoros de sus corazones?
Sin embargo, en este pasaje, Jesús usa otra categoría provocativa: la necesidad. Sus vidas siempre están formadas por lo que se dicen a ustedes mismos que necesitan. Si el significado de necesidad es «algo esencial para la vida», llamar algo una necesidad es un compromiso importante del corazón. Si están convencidos de que algo es una necesidad, entonces parece apropiado esperar tenerlo y parece natural preocuparse cuando no se obtiene. Quizás la palabra necesidad es una de las que usamos con más descuido. La gran mayoría de las cosas que llamamos «necesidades» no lo son. Jesús sostuvo que nuestro Padre celestial nos proveerá misericordiosamente las cosas que son una verdadera necesidad.
Por lo que la asignación de necesidades se conecta con la preocupación en dos maneras: la primera, tenderán a preocuparse cuando hayan puesto la vitalidad de sus vidas en las cosas que en realidad no necesitan y que nunca podrán controlar. La segunda: tenderán a preocuparse ante la legítima necesidad cuando se olviden de su Padre celestial y de su eterno pacto fiel de amor. Nuestro Padre es soberano, sabio, misericordioso y poderoso. Él gobierna sobre todas las cosas por el bien de su iglesia (Ef 1:15-23). Si no escatimó a su Hijo, ¿no nos dará libremente todo lo que realmente necesitamos (Ro 8:31–32)?
El descanso y la guerra
Estoy profundamente persuadido de que el descanso personal real y duradero nunca se encontrará en la comodidad de las circunstancias. Incluso en lo mejor de las situaciones en este mundo caído, sus corazones serán capaces de encontrar razones para preocuparse. El descanso interior del alma y la paz perdurable del corazón solo pueden encontrarse cuando Jesús y su Reino son sus mayores y más profundos tesoros. Cuando ponen su identidad en sus manos firmes, cuando encuentran su valor y propósito en la obra imparable de su Reino, y cuando ponen su sentido interior del bienestar en el cimiento seguro de su promesa de que satisfará cada una de sus necesidades, podrán descansar cuando las situaciones y las relaciones a su alrededor se quiebren.
Vencer la preocupación no tiene que ver con esperar a que el mañana sea mejor. No, tiene que ver con ser un buen soldado en esta profunda guerra del corazón. Se trata de pelear contra la tentación de poner la paz de nuestro corazón en las cosas que, por su misma naturaleza, son temporales y, por lo tanto, no son orgánicamente diseñadas para darles una paz perdurable (ver Mt 6:19). Se trata de alimentar sus almas diariamente con las promesas y las provisiones de su Padre celestial. Se trata de ser especialmente cuidadosos al nombrar algo como necesidad. Se trata de vivir por algo más grande que ustedes mismos. Se trata de darle el amor y la preocupación de sus corazones al Rey y a su reino y pelear contra el instinto de construir un propio reino liliputense. El reino del yo nunca les dará descanso porque no tiene la capacidad de satisfacer los anhelos de sus corazones.
En la cueva, David entendió esto cuando dijo, «[…] porque solo Tú, Señor, me haces vivir seguro» (Sal 4:8). Era como si David dijera, «mi paz no se encuentra en los lugares, en las relaciones o en las circunstancias; se encuentra en el Señor. ¡Debido a que es así es que soy libre y no tengo necesidad de preocuparme en esta cueva como lo estaba en el palacio!». Sí, David estaba entristecido como cualquier padre lo hubiese estado; y no, él no sabía cómo iban a resultar las cosas, pero en medio de sus preguntas y en la agonía de su dolor él era un hombre con un corazón descansado, hasta el punto de que era capaz de dormir.
La preocupación y el descanso siempre revelan los verdaderos tesoros de nuestros corazones, y en esta batalla no estamos solos porque el Rey al que estamos llamados a servir también es Emanuel. Él está siempre con nosotros y batallando por nosotros por su gracia.