«Insiste a tiempo y fuera de tiempo» (2Ti 4:2).
El ministerio pastoral es estacional. Hice esta simple observación en mi último artículo: «Pastor, no olvides recordar esto cuando todo marche bien». En resumen, estuvimos pensando juntos en las estaciones de la abundancia ministerial. Sin embargo, ¿qué ocurre con los momentos difíciles? ¿Qué debemos recordar cuando la tragedia nos abruma o cuando perdemos el rumbo en la confusión o cuando parecemos ser incapaces de complacer a alguien, la congregación es difícil y fría o incluso se va?
1. Recuerda aceptar que las dificultades finalmente vienen del Señor mismo
Si la congregación no está respondiendo bien, quizás tú eres la razón. Tal vez, sin darte cuenta, estás haciendo algo que los está desanimando, lo que sabotea tu ministerio. Podrías no ser tú en lo absoluto, ¿pero, quizás?
«¿Quién puede discernir sus propios errores?» (Sal 19:12), se preguntó David. En el verso 13, él habla de «pecados de soberbia»: pecados de obstinada arrogancia. No obstante, los «errores» en el verso 12 son un asunto de discernimiento. ¡Podemos ofender a nuestro Señor y pasar a llevar a personas con nuestras mejores intenciones! Entonces, nuestro amoroso Señor permite que el impacto negativo de nuestros errores caiga sobre nosotros. Duele. Pero ese impacto y vergüenza es del Señor. Él está abriendo nuestros ojos para que la próxima vez seamos más cuidadosos, más sensibles, más respetuosos. Por lo tanto, permitámonos aceptar profundamente la disciplina de nuestro Señor, bajemos nuestras defensas, riámonos mucho de nosotros mismos y hagamos un cambio saludable.
Nosotros, los ministros, al aceptar el llamado del Señor para la obra del Evangelio, hemos plantado nuestra bandera de su Reino con profunda sinceridad de corazón; sin embargo, la sinceridad no es suficiente. Sin duda, nuestra sinceridad más ferviente puede, por su misma naturaleza, hacernos sentir más virtuosos de lo que realmente somos. Necesitamos que otros nos ayuden a discernir nuestros gestos irritantes, nuestras palabras desanimantes y nuestros énfasis poco convincentes. Son como un tipo con mal aliento. ¿Quién lo amará lo suficiente como para decirle?
Creo que todo hombre debería estar en conversación regular con otros hombres piadosos, con este llamamiento humilde como pauta: «hermanos: ¡ayúdenme a verme a mí mismo!». ¿Quién no se beneficiaría de eso? ¿Quién puede estar por encima de ello? Tu amada esposa te ayudará, por supuesto. Sin embargo, ella podría estar demasiado sesgada a tu favor. Deja que otros hombres, en quienes confías, te ayuden también. El Señor mismo estará en ello completamente, honrando tu humilde apertura. Hermano, tu ministerio puede llegar a ser «aceptable a los santos» (Ro 15:31).
Recuerda permanecer enseñable.
2. Recuerda que estás completamente equipado en todos los aspectos esenciales
Me encanta 1 Corintios 2:1-5, donde Pablo se regocija en su ministerio. Él sabe qué tiene a favor, incluso con su imagen modesta y sus nervios alterados. Moviéndose a través de las culturas sofisticadas de nuestro mundo, como Pablo lo hizo entonces, enfrentando tanto una indiferencia pasiva como un rechazo audaz, ¿qué podemos considerar tú y yo donde sea que vayamos? Nada menos que: «[…] el testimonio de Dios, […] a Jesucristo, y este crucificado, […] demostración del Espíritu y de poder». ¿Qué hay en todo este mundo que pueda competir con eso?
Tu iglesia podría ser pequeña en número, pero tú eres fuerte en el poder divino. Podrías ser modesto en prestigio, pero eres exaltado con glorias Trinas. Podrías estar limitado en programas, pero eres inmensurable en significancia eterna. Deja de preocuparte por ti mismo; deja de tener resentimiento contra esa gran iglesia al otro lado de la calle. Tu pequeña iglesia está completamente equipada en todo lo esencial con la verdad del Evangelio y el poder del Espíritu. Tu pequeña iglesia bien podría llegar a ser el punto de partida para el próximo despertar mundial.
¡Cuán maravilloso es recordar que, con Dios, simplemente nunca sabes qué será lo próximo que Él hará! Quédate cerca de Él. Sigue «arriesgándote», y el Señor te sorprenderá con aliento y avances, mientras le das todo de ti.
Recuerda permanecer lleno de confianza.
3. Recuerda que prevalecerá tu fuerte y alegre resistencia
El poder de la fidelidad es tan grande, que nuestro mismo Señor mismo afirma que es una de sus propias glorias: «el Dios fiel, que guarda su pacto y su misericordia» (Dt 7:9). Si nuestro Señor no recurre a un arreglo rápido sino que trabaja fielmente a largo plazo, ¿podemos resentirnos a andar por ese mismo camino?
No nos gusta esperar pacientemente. ¡Amazon Prime cuenta con que seamos impacientes! Sin embargo, son aquellos que «esperan en el Señor» los que renuevan sus fuerzas (Is 40:31). El rabino medieval, David Kimchi, explicó que la palabra hebrea «esperar» sugiere elasticidad, prolongación, alargamiento. Por tanto, «esperar en el Señor» no es parecido a descansar en una hamaca con un vaso de té helado; es como mantener la posición de la plancha hasta que nuestro entrenador nos diga que ya es suficiente. Nuestra fuerza es renovada; por lo tanto, sigamos luchando y prevaleceremos, porque el Señor vendrá por nosotros.
«Con paciencia lo aguardamos» (Ro 8:25). La iglesia primitiva entendió eso. Sí, ellos vieron milagros. Sin embargo, mira Romanos 16 y cómo Pablo saluda a sus amigos: «[…] los cuales expusieron su vida, […] que ha trabajado mucho, […] mis compañeros de prisión», etc. Eran impotentes; sin embargo, prevalecieron. ¿Cómo? Esperaron con paciencia y se rehusaron a rendirse. Creyeron que Dios no estaba apurado, por lo que ellos tampoco lo estaban. Creyeron que Dios está en control, por lo que ellos no sintieron necesidad de estar en control. Ellos creyeron que Dios es poderoso, por lo que ellos no fueron prepotentes. El obispo Cipriano le escribió a su congregación que estaba sufriendo: «como siervos y adoradores de Dios, mostremos la paciencia que aprendimos de las enseñanzas celestiales, pues esa virtud tenemos en común con Dios».
Un último pensamiento: el mundo está en una carrera hacia el juicio final, pero Dios está con nosotros. Todas sus promesas son ciertas; todos sus propósitos, exitosos. Ahora es nuestro turno, en nuestra generación, de ser testigos de su gloria. ¿Cómo? Sigue adelante, sigue adelante, sigue adelante, sigue adelante, sigue adelante. Y cuando hayamos hecho eso, ¡sigue adelante! Y así es cómo prevalecemos.
Recuerda permanecer fiel.