Querido pastor:
Podría no conocer a tu esposa personalmente, pero estamos conectadas por nuestra membresía compartida en un club único. Quizás no has escuchado de este club antes, si es que tu esposa no quiere que sepas que pertenece a él. Es el club de «¡ayuda! Soy esposa de pastor y lucho con eso». No hay cuota de membresía, no hay reuniones anuales ni manera de salir de este club (a menos que tú dejes el ministerio, ¡lo cual ella no quiere!). Al haber sido esposa de pastor por muchos años, permíteme compartir contigo algunas de las luchas que tu esposa podría estar enfrentando.
Los domingos en la mañana son difíciles para una esposa de pastor
Ella podría verse lo suficientemente contenta al darte un beso de despedida cuando te vas temprano a tu preparación final del domingo en la mañana. Sin embargo, después de que te vas, ella respira profundo y luego corre para alimentar, vestir y subir al auto a los niños sin tu ayuda. Ella podría estar sirviendo en el ministerio de niños o en el equipo de música y ve su propia preparación frente a ella. Una vez que llega a la iglesia y baja a los niños del auto, entra a la adoración (normalmente sola), mientras tú lideras el servicio y predicas. A medida que participa, ella estará escuchando maneras en las que puede animarte cuando le pidas su retroalimentación sobre el servicio el domingo por la tarde. Después de la iglesia, tú estarás ocupado saludando a personas y conversando con miembros del equipo mientras ella reúne a los niños y se dirige a casa para preparar la comida de su hambrienta familia. A lo largo del camino, alguien de tu rebaño podría incluso detenerla para darle un mensaje para ti porque ellos «saben cuán ocupado está nuestro pastor y no quieren molestarlo». Créeme, los domingos en la mañana son difíciles para las esposas de pastores.
¿Qué puedes hacer para ayudar? ¡Pregúntale a tu esposa cómo son los domingos en la mañana para ella! ¿Qué disfruta de ellos? ¿Qué encuentra difícil? ¿Hay algo que puedas hacer para ayudar a que tu esposa se goce en su decisión de casarse con un pastor? Intenta que funcione para ambos.
Tu esposa se identifica profundamente con los altibajos de tu ministerio
Ella ve tras bambalinas. Conoce cuán difícil es tu trabajo los seis días de la semana (y también la Noche Buena, el Viernes Santo y la Pascua; los funerales, las bodas y otros servicios especiales) e intenta alegremente encajar en tu ocupada agenda. Ella responde a los clamores de ayuda que se levantan en tu rebaño. Se duele por la distancia que crece entre ella y esa pareja que tú casaste y en la que invirtieron profundamente, y que ahora, por alguna inexplicable razón, dejaron tu comunidad por una iglesia diferente. Escucha la fatiga en tu voz los lunes en la mañana después de que diste todo y continúas luchando con sentimientos de fracaso. Ella ve las preguntas en tus ojos después de la reunión de ancianos para discutir los despidos del equipo que debes llevar a cabo.
Tu esposa está comprometida contigo y con tu ministerio y a veces se siente tan fracasada como tú, muy profundamente. Ella quiere animarte y alentarte, pero no sabe cómo.
Tú puedes enseñarle cómo. Ray necesitaba enseñarme. Aún recuerdo esa tarde de domingo, después de que él había predicado en dos servicios en la mañana y luego un sermón diferente en la tarde. Conversábamos de cómo había sido el día y yo hablaba y hablaba sobre dos sugerencias que tenía para él de un par de personas de nuestra congregación. Finalmente, él se me acercó y me tomó en sus brazos. Captó mi atención con su tierna pero intensa mirada Ortlund hasta que finalmente dejé de hablar sobre la manera correcta de pronunciar el nombre de ese misionero (o cualquiera fuera el asunto de ese domingo en particular). Luego, él dijo algo que nunca voy a olvidar: «querida, cada hombre en la faz de esta tierra necesita alguien que crea en él, alguien que no esté intentando cambiarlo o arreglarlo, que le gusta de la manera en que es. Me pregunto: ¿estarías tú dispuesta a ser esa persona para mí?». ¡Vaya, sí lo estaba! Pero necesitaba la asesoría de Ray.
Así que, asesora tiernamente a tu esposa. Puedes comenzar preguntándole: «¿puedo decirte algo que realmente funciona para mí?». Y luego comparte cómo ustedes dos pueden ser un equipo ganador en este llamado de Cristo. Dale las palabras que debe decir para ayudarte. Y por último, ¡agradécele de manera significativa cuando las use!
La esposa de pastor a veces siente que la iglesia obtuvo «dos por el precio de uno»
Tu esposa quiere ayudarte en tu ministerio. Sin embargo, ¿en cuántas muchas otras ocupaciones la esposa es requerida con tanta frecuencia como en el pastorado? Puede agotarse mucho. Quizás le has pedido que evalúe tu sermón o escuche tu nuevo pódcast. Tal vez es la cena de nuevos miembros que organiza cuatro veces al año, la familia misionera que necesita quedarse con ustedes la semana que estará haciendo postulaciones, la pareja que está luchando en su matrimonio que quiere hablar con ambos o el equipo organizador de la fiesta de Navidad que a ti te gustaría hacer en tu casa. La lista sigue. Incluso la esposa de pastor más devota no tiene una energía inagotable.
¿Qué podría ayudarla? Muéstrale que no todo depende de ella. Involúcrate de maneras prácticas. ¿Necesita ayuda con un pedido del supermercado? ¿Qué tal poner la mesa antes de tiempo y limpiar después? Dale un descanso al día siguiente al llevarla a cenar algo liviano afuera o dale tiempo para que se consienta en la manicurista o yendo a su cafetería favorita. Muéstrale cuánto aprecias su dedicación con el trabajo extra que ella da y dile cuán hermoso encuentras su servicio amoroso al Rey.
Tu esposa podría sentirse intimidada por tu experticia teológica
¿Tu esposa trabajó para ayudar a que estudiaras en el seminario? ¿O estuvo en casa con sus hijos pequeños mientras ibas a clases? Ella podría dudar en conversar contigo sobre sus preocupaciones e inquietudes porque siente una distancia entre su dominio de la Biblia y el tuyo. Solía encontrar difícil discutir ciertas ideas que yo tenía con Ray porque sentía que él era más inteligente que yo. Yo era demasiado tímida para hacerme escuchar por temor a parecer boba o ponerme muy sensible. Así que, simplemente me calmaba y me apartaba (y dejaba que eso reposara). No obstante, no podía resistir por mucho tiempo las gentiles peticiones de Ray a que me abriera. Él me decía: «hagamos de esto algo beneficioso para ambos, querida. Por favor, dime cómo puedo ser un mejor esposo para ti». Él asimilaba mi temor de parecer espiritualmente inmadura y me ayudaba a sentirme aceptada por quien era. Me hacía preguntas y me escuchaba, demostrando que le interesaba aprender de mí. Me sentí tan valorada, tan segura.
No es lo que quieres, pero tu esposa podría sentir temor de ser vulnerable contigo, su esposo y pastor. Ella podría pensar que seguramente, si realmente la conocieras muy profundamente, te decepcionarías de haberla escogido para ser tu esposa. Sé tierno con ella. Podría necesitar que la reafirmes una y otra vez con que la amas tal como es, que la necesitas, que la quieres y que quieres aprender de ella. Deja esto tiernamente en claro: no puedes imaginar tu ministerio —sin duda tu propia vida— sin ella.
Recuerda que tu esposa también es parte de tu «rebaño»
Tu esposa tiene un pastor: ¡tú! A veces es difícil para una mujer estar casada con su pastor. ¿Qué pasa si ella no está de acuerdo con algo que está ocurriendo en su iglesia? ¿Qué pasa si el sermón no fue del todo brillante? ¿Qué pasa si está sola porque otros asumen que la esposa del pastor no le gustaría —o no necesitaría— su amistad? Estas son cargas difíciles de llevar. ¡Pero tú puedes ayudarla!
Como su pastor, ¿cómo crees que está tu esposa espiritualmente? ¿Tiene comunión honesta y abierta con una amiga cercana, alguien con quien ella pueda compartir las preocupaciones de su corazón? ¿Ella tiene a alguien con quien orar? ¿Por qué no le preguntas y descubres cómo está realmente? Acude a su ayuda tierna y alegremente. Como parte de los miembros de tu iglesia —y la que más amas— ella necesita tu pastoreo. Ella lo merece.
Que Dios te bendiga a ti y a tu esposa en el servicio que hacen al Señor juntos a través de los altibajos del ministerio. Él está contigo en todo. Servimos al Dios que recuerda: «Porque Dios no es injusto como para olvidarse de la obra de ustedes y del amor que han mostrado hacia su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos» (Heb 6:10).
Jani Ortlund es la autora de ¡Ayuda! Estoy casada con mi pastor: aliento para las esposas de pastores y para quienes las aman.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

