Cuando comenzó esta crisis, me topé con varios memes que describían lo que las personas en el pasado habían logrado durante los tiempos de cuarentena: grandes cosas como obras teatrales, obras de arte y descubrimientos científicos.
Pensé que puesto que estoy confinada en casa y toda mi vida fue puesta en espera, yo también dedicaría mi tiempo extra a algunas cosas que quería hacer, pero simplemente no tenía el tiempo para hacerlas. Pensé que finalmente tomaría un pincel y crearía algo hermoso. Pensé que escribiría y generaría más contenido que no sabría qué hacer. Pensé que finalmente aprendería hacer mi propia pasta y organizaría el armario de la habitación que destinamos para hacer escuela en casa.
No tanto.
Una mente y un corazón distraídos
Aunque he logrado algunas cosas, esas grandes cosas que pensé que haría no se han hecho realidad. En mayor parte, porque mi mente estaba muy distraída. Tenía dificultad para enfocarme y concentrarme en las tareas inmediatas. Me encontré a mí misma pensando más y más sobre la situación actual. Me encontré a mí misma obsesionándome con el futuro y preguntándome cómo sería. Encontré mi mente consumida por cosas como nuestra salud, el contenido de la despensa y del refrigerador, el trabajo de mi esposo y cómo ayudar a mis hijos a navegar este cambio en sus vidas.
En Mateo 6, Jesús predicó ese pasaje demasiado conocido sobre las preocupaciones e inquietudes en esta vida. Es uno de esos pasajes que yo conozco bien, que doy por sentado. Ya no me detengo ni me enfoco en lo que significa. Dada mi mente distraída, pensé que sería tiempo de volver a él una vez más.
Por eso les digo, no se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? (Mt 6:25).
La palabra griega para «preocupen» en este pasaje es merimnaó que significa ser separado; ser dividido; distraído. Otras traducciones dicen: «afanen». Esta es una buena descripción de mi experiencia en estos últimos par de meses. Mi mente se había dividido como si estuviera yendo por el camino sin salida de «las suposiciones de qué pasaría si…». He estado preocupada por muchas cosas. He puesto mis energías presentes en las preocupaciones futuras.
Cuando Jesús menciona cosas como comida y ropa en este pasaje, Él está hablando sobre estar afanados por las preocupaciones e inquietudes de la vida: toda nuestra vida aquí en la tierra. Esto incluye todas las cosas por las que nos preocupamos en la vida, dentro de ellas están nuestra salud, nuestras necesidades y nuestra provisión futura.
Entonces, Él usa un argumento lógico de deducción, argumentando desde lo mayor a lo menor. «¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?». Martyn Lloyd-Jones comenta sobre este argumento:
El argumento es profundo y poderoso; ¡y qué inclinados estamos a olvidarlo! Dice en efecto, «Tomad esta vida de la cual os preocupáis y angustiáis. ¿De dónde la obtuvisteis? ¿De dónde viene?». La respuesta, desde luego, es que es un don de Dios. El hombre no crea la vida; el hombre no se da el ser a sí mismo. Ninguno de nosotros decidió venir a este mundo. Y el hecho mismo de que estemos vivos en este momento, se debe enteramente a que Dios lo decretó y decidió así. La vida misma es un don, un don de Dios. De modo que el argumento que nuestro Señor emplea es este: Si Dios le ha dado el don de la vida —el don mayor— ¿creéis que ahora de repente va a negarse a sí mismo y a sus propios métodos, y a no procurar que la vida se sostenga y pueda continuar?
Pablo usa un argumento similar en Romanos 8:32 y es uno de mis versículos favoritos: «El que no negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?». Si Dios proveyó para la más grande e importante necesidad que teníamos —nuestra salvación del pecado— ¿cómo podemos pensar que Él fallará en proveer lo que necesitamos en este momento? Debido a que Él nos rescató y redimió de nuestro más grande temor —la separación eterna de Dios—, nosotros podemos estar seguros de que Él satisfará nuestras preocupaciones e inquietudes actuales.
Seguros en el cuidado de nuestro Padre
Jesús luego cambia de un argumento menor a uno mayor:
Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas? ¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué se preocupan? Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan. Pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si Dios así viste la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará Él mucho más por ustedes, hombres de poca fe? (vv. 26-30)
En esta sección, Jesús hace que miremos a dos características comunes de su creación, cosas que vemos cada día. Él lleva nuestra mirada a los cielos para mirar a las aves. Dios provee el alimento que ellas necesitan cada día. Son solo aves, ¿cuánto más proveerá para nosotros? Luego, Él nos hace considerar los lirios del campo: las flores silvestres comúnmente encontradas en Israel. Dios las viste con ropas más hermosas que las de Salomón, ¿cuánto más entonces Dios proveerá para nuestras necesidades diarias?
Esto debe hacer que tomemos una pausa y nos preguntemos: ¿por qué Dios provee para nosotros? Jesús nos dice: «[…] Y sin embargo, el Padre los alimenta […]». Dios es nuestro Padre celestial y nosotros somos sus hijos adoptados en Cristo (Ga 3:26-29). Somos hijos del Rey. Todos tenemos los derechos y los privilegios que vienen al ser sus hijos. Somos herederos de Él de todas las cosas.
Toma un momento para considerar la importancia de tu adopción. Considera todas las maneras en la que un padre lucha por satisfacer las necesidades de sus hijos. Considera el amor que los padres humanos tienen por sus hijos. ¡Cuánto más es el amor y el cuidado de Dios por nosotros! ¡Cuánto más santo y perfecto es su amor y preocupación! Es por eso que Jesús nos dice que no nos preocupemos, puesto que estamos seguros en las manos de nuestro Padre en el cielo. J.I. Packer escribió:
La adopción […] se trata del privilegio más grande que ofrece el evangelio […]. La adopción es un concepto relacionado con la familia, concebida en términos de amor, y que ve a Dios como padre. En la adopción Dios nos recibe en su familia y a su comunión, y nos coloca en la posición de hijos y herederos suyos. La intimidad, el afecto, y la generosidad están en la base de dicha relación. Estar en la debida relación con el Dios juez es algo realmente grande, pero es mucho más grande sentirse amado y cuidado por el Dios padre.
Jesús concluye:
Por tanto, no se preocupen, diciendo: «¿Qué comeremos?» o «¿qué beberemos?» o «¿con qué nos vestiremos?». Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero su reino y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas (vv. 31-33).
¡Qué liberador es saber que debido a que somos hijos de Dios, no tenemos las mismas preocupaciones o inquietudes que aquellos que están lejos de Cristo! No tenemos que preocuparnos por el futuro. Nuestras mentes no tienen que ser distraídas o divididas, como les ocurre a aquellos que no conocen el cuidado de Dios por ellos. Nuestra adopción en Cristo nos libera de centrarnos en todas las «suposiciones de qué pasaría si…» de la vida. Al contrario, somos liberados para buscar primero el Reino de Dios. Somos liberados para enfocar nuestras mentes y nuestros corazones en quién Dios es y en lo que Él ha hecho, sabiendo que nuestro Padre satisfará todas nuestras necesidades para esta vida.
Estas verdades en Mateo 6 son las que necesito recordar cuando mi mente está distraída y divida con la preocupación. Estas son las verdades que necesito recordar cuando me preocupo por los días, las semanas y los meses inciertos que vendrán. Dios es mi Padre. Él está conmigo en el presente y tiene mi futuro seguro. Puedo confiar en que Él proveerá para mí, no importa lo que depare el futuro.