¿Por qué la alegría de Navidad se transforma tan rápido en la ansiedad de Año Nuevo?
A menudo, se debe a que lo que se sintió como alegría en Navidad, después de todo, no estaba profundamente anclado en Cristo. Él fue invitado y bienvenido, bajo nuestros términos, mientras intentábamos envolver nuestros miedos en papel, esconder nuestras pruebas bajo el árbol y ahogar nuestras penas en el ponche navideño. Pensábamos que todo se trataba del niño Jesús, pero estábamos meramente cubriendo nuestras cargas con un par de semanas de luces, de guirnaldas y de actividades. Estábamos demasiado asustados para realmente confiar en Él y poner nuestras ansiedades sobre Él.
Entonces, el 1 de enero llega a tocar nuestra puerta nuevamente: responsabilidades que volver a asumir, decisiones que tomar, resoluciones que hacer y que mantener, procrastinaciones que abandonar. De pronto, la ansiedad arroja una sombra oscura sobre nuestra alegría y nuestro corazón lucha con resistirlo.
La razón por la que muchos de nosotros nos sentimos tan inseguros y ansiosos al final de otro año es porque hemos tomado los regalos que fueron diseñados para llevarnos a Dios y los hemos buscado para obtener la fuerza, la esperanza, la claridad y el propósito que solo Dios puede dar.
Te busco con todo el corazón
Cuando el rey David se vio a sí mismo con un alma seca y ansiosa, él sabía adónde ir:
Mi alma te anhela como la tierra sedienta (Salmo 143:6, [énfasis del autor])
En sus momentos más bajos, cuando el futuro parecía sombrío y delicado, David no tapó sus ansiedades bajo una nueva membresía de gimnasio, una dieta de moda ni otra resolución efímera. Él se arrastró hacia el único pozo que alguna vez lo había satisfecho verdaderamente, buscando beber a fondo del agua de vida. Él dejó que el sufrimiento, la oposición y el dolor lo llevaran en una camilla de debilidad hacia Dios.
Si dejamos que nuestras ansiedades y sed nos lleven a Dios mismo, Él misericordiosamente nos entregará lo que realmente necesitamos al comienzo de un nuevo año. Como David testifica en el resto del salmo, Dios nos dará fuerza, pero no de la nuestra; esperanza, pero a un gran costo; claridad, pero no control; y gloria, pero no para nosotros.
Fuerza para el cansado
Puede parecer que la fuerza que más necesitáramos hoy se midiera con comidas consumidas o minutos dormidos, pero la fuerza que más necesitamos hoy siempre será un poder espiritual y una resolución para perseverar a través de las pruebas y de la guerra contra el pecado y la tentación.
Pues el enemigo ha perseguido mi alma,
Ha aplastado mi vida contra la tierra;
Me ha hecho morar en lugares tenebrosos,
como los que hace tiempo están muertos.
Por tanto, en mí está agobiado mi espíritu;
Mi corazón está turbado dentro de mí.
Me acuerdo de los días antiguos;
En todas tus obras medito,
Reflexiono en la obra de tus manos.
A ti extiendo mis manos;
Mi alma te anhela como la tierra sedienta (Salmo 143:3-6)
Cuando David agotó sus propios recursos (agotado por el miedo y la oposición), él no cavó más profundo en sí mismo. Él estiró sus manos vacías a Aquel que había obrado y peleado por él muchas veces antes.
Esperanza para el pecador
David sabe que no es una mera víctima del pecado cometido en su contra, sino que él mismo merece el enojo de Dios (no su compasión ni su apoyo) por los pecados que él había cometido.
Respóndeme pronto, oh Señor,
porque mi espíritu desfallece;
No escondas de mí tu rostro,
Para que no llegue yo a ser como los que descienden a la sepultura.
Por la mañana hazme oír tu misericordia,
Porque en ti confío (Salmo 143:7-8)
El ingrediente secreto de la alegría de David es su conciencia de que un hombre pecador como él nunca debería poder acceder a experimentar este tipo de felicidad. Sería justo que Dios se alejara de David, pero en lugar de eso Él se deleita en colmar a David con su constante amor.
Claridad para el futuro
David enfrentó cientos de decisiones imposibles cada día, de seguro mientras él era rey, pero tal vez incluso más mientras huía. Él tenía que ejercer sabiduría y discernimiento en todo momento y bajo una increíble presión en las situaciones más peligrosas.
Por la mañana hazme oír tu misericordia,
Porque en ti confío;
Enséñame el camino por el que debo andar,
Pues a ti elevo mi alma […]
Enséñame a hacer tu voluntad,
Porque tú eres mi Dios;
Tu buen Espíritu me guíe a tierra firme (Salmo 143:8, 10)
La claridad que necesitamos para tomar decisiones difíciles hoy, especialmente a medida que entramos a otro año, no viene principalmente de una planificación, de un presupuesto ni de una agenda meticulosa, sino de levantar nuestros ojos a Dios, conociéndolo más por medio de lo que dice (en su Palabra), esperando en Él en oración, profundizando nuestra alegría en Él.
Gloria al Padre
La parte más liberadora de la alegría de David en Dios es que no se trata finalmente de él. Parte de lo que hace que la felicidad sea tan esquiva es que siempre estamos tentados a intentar y a ponernos a nosotros mismos en el centro. La felicidad humana más profunda, sin embargo, ha sido liberada de esa tentación y, en su lugar, ama esconderse en y detrás del Dios viviente.
Por amor a tu nombre, Señor, vivifícame;
Por tu justicia, saca mi alma de la angustia.
Y por tu misericordia, acaba con mis enemigos,
Y destruye a todos los que afligen mi alma;
Pues yo soy tu siervo (Salmo 143:11-12)
Haz tu nombre grande por medio de mí. Muéstrale al mundo cuán misericordioso, generoso y poderoso puedes ser. Incluso cuando David suplica por libertad y seguridad, él quiere que Dios, no él, sea glorificado. Él quiere que su pueblo (y sus enemigos) vean que Dios lo hizo. ¿Regularmente le pides a Dios que se mueva en tu vida: tus relaciones, tu vecindario, tu ministerio, tu trabajo en maneras que lo magnifiquen a Él y no a ti? Si su mayor gloria es nuestra mayor alegría, comenzaremos a orar más como lo hace David.
El fin de año es un gran tiempo para recordar por qué existimos y para volver a centrar nuestras vidas prácticamente alrededor del único gran propósito. Si te has visto alejándote de Dios y de tener apetito por su gloria, es más un problema de gozo que de disciplina. Pregúntate qué tesoros te han robado la profunda alegría de vivir por su nombre. Y mientras restauras y maduras tu alegría en Dios (la sed de tu alma por Él como una tierra sedienta), deja que te lleve a través de las pruebas, lejos del pecado, hacia la sabiduría y el discernimiento, todo para su gloria.