Antes de que el romance se convirtiera en mi aliado, era un terrorista, porque se había convertido en un dios.
Era un dios sutil, por supuesto. No obstante, los dioses sutiles (dinero, deporte, éxito profesional, relaciones) a menudo ejercen más autoridad funcional que los dioses de religiones organizadas. Podrías encontrar más devoción en estadios, en salas de cines, en reuniones de junta y en hilos de redes sociales que en muchas bancas. Y los adoradores de esos dioses se reúnen los siete días de la semana. A lo largo de mi adolescencia y de mis veinte, leía regularmente mi Biblia y rara vez no iba a la iglesia, pero si observabas muy de cerca, podrías haber asumido que el matrimonio, no Dios, era el único placer lo suficientemente grande para llenar mi alma inquieta.
Tuve citas muy joven y, bastante a menudo, llevaba esas relaciones demasiado lejos, emocional y físicamente. A través de esos fracasos, descubrí simplemente cuán desesperadamente necesitaba perdón y redención. Y aprendí que las citas (el matrimonio, el sexo y la familia) nunca podrían satisfacer todo lo que deseaba. Puesto que el romance se convirtió en un dios, traicioné a Dios (al único Dios verdadero y viviente) para salvar a mi becerro de oro. Relación tras relación, fundía el oro que Él me había dado para formar algo que pudiera satisfacer mis anhelos de manera más inmediata.
Por la gracia de Dios, como Saulo en el camino a Damasco, en mi historia, el romance experimentó una transformación drástica, pasando de ser un terrorista asesino a un servidor de Cristo. Por tanto, si tú, al igual que yo, te has rendido al altar de los afectos románticos y de la intimidad, espero que abras tus ojos a un Amor mayor (y a una visión mayor y más plena del amor terrenal). Espero que empieces a ver cómo el amor romántico está, al mismo tiempo, en el centro de lo que es bueno y hermoso en este mundo (de ahí que las relaciones amorosas y el matrimonio pueden ser tan emocionantes y satisfactorios), y también, sin embargo, al centro de lo que puede estar tan mal (porqué ambos pueden ser muy destructivos y devastadores).
Tus buenos deseos de amor
Mi deseo de amor romántico, incluso como un adolescente ingenuo e impulsivo, no era totalmente disfuncional. Estaba experimentando algo que Dios había creado en mí. Después de todo, Él mismo dice: «El que halla esposa halla algo bueno y alcanza el favor del Señor» (Pr 18:22). Eso significa que quien quiere una esposa, algo bueno quiere y quiere el favor de Dios.
Vemos la bondad del romance en los primeros párrafos de la Escritura. Noten cómo los primeros seis días de la obra maestra de Dios llega a un clímax: «Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza […]”» (Gn 1:26). Él ha iluminado el firmamento, ha colgado la luna, ha esculpido las playas, ha formado las montañas, ha plantado las flores, ha liberado a las aves y ha soltado a los osos. Ahora, Él pondrá algo de sí mismo en ese firmamento silvestre y maravilloso: tomará puñados de polvo y moldearía el tipo de criatura que un día sería su Hijo.
Dios creó al hombre a imagen Suya,
a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó […].
Pero eso no es todo lo que dijo. Y el hecho de que diga más explica por qué yo tenía unas expectativas altas e incluso irreales del romance.
Dios creó al hombre a imagen Suya,
a imagen de Dios lo creó;
varón y hembra los creó (Génesis 1:26-27) [énfasis del autor].
No sólo varón, sino que varón y hembra. Y un par de versículos después, ya no eran varón y hembra por separado, sino que una sola carne. Cuando Dios esculpió su imagen en la creación, no sólo creó un hombre, creó a un hombre y a una mujer, juntos. Él creó el matrimonio. El amor marital, en su mejor momento, cuenta la historia que el universo debía contar, sobre el amor dentro de Dios mismo (Padre, Hijo y Espíritu) y el amor de ese Hijo por su novia, la iglesia.
Nuestros deseos de amor romántico (una vez más, en su máxima expresión, cuando arden con la llama que Dios mismo les infundió) nos lleva al amor que formó la tierra y todos los otros planetas, la Vía Láctea e incluso las otras galaxias. El matrimonio es un regalo maravilloso, dado por un Padre generoso, para ayudar a guiar a sus hijos e hijas al mayor gozo posible.
Tus malos deseos de amor
Sin embargo, esa escultura de una sola carne no tardó en desmoronarse. La luna de miel fue devastadoramente corta (al menos en la historia que se nos ha dado). Casi tan pronto como los encontramos a los dos juntos, desnudos y felizmente sin vergüenza, Satanás se desliza entre ellos y los vuelve el uno contra el otro.
Cuando leemos Génesis 1 y 2, difícilmente podemos imaginar cómo puede ser una relación así: un amor sin temor ni sospecha, sin secretos ni resentimientos, sin pecado ni dolor. Incluso tampoco sin necesitar pedir perdón. Entonces, la serpiente invadió su hogar, volcó la cama matrimonial y comenzó un incendio en el living. Es impresionante, ¿no?, cuán rápido el pecado convierte esta historia de amor en una película de terror.
Ahora por primera vez, se esconden (Gn 3:8). De pronto, tienen miedo de Dios, quien ha sido su seguridad (v. 10); dentro de un par de oraciones, el esposo comienza a culpar (v. 12); tienen su primera pelea como pareja (v. 15); la esposa lucha con su novio por el control, descubren el dolor (v. 16), que aparece en su puerta frontal y nunca se va, y su trabajo se pone cuesta arriba, y no sólo es difícil, sino que es frustrante e ineficaz (vv. 17-18). Lo peor de todo, son echados del paraíso, dejándolos vagando sin Dios (vv. 23-14). Su presencia ha sido su dirección, su fundamento, su primer y único hogar. Y cuando llega el tiempo de tener hijos, dan a luz al enojo, a la rivalidad y a la muerte (Gn 4:1-8).
Tan pronto como Dios fue eliminado del centro de su unión, y ellos de la seguridad de su jardín, el romance ya no era espiritualmente seguro. Su desnudez ahora era una vulnerabilidad. Y dos mil años más tarde, el asunto de las citas en realidad no es más seguro ni más fácil. La caída de Adán y Eva es una advertencia de ello, por más hermoso, incluso divino, que pueda ser el romance, también puede ser peligroso, incluso mortal.
Preparémonos para lo real
No estaba del todo equivocado sobre el romance, incluso como adolescente. Estaba equivocado porque esperaba del romance lo que puedo encontrar sólo en Dios, y luego exigía que el verdadero Dios me entregara a mi dios (y que lo hiciera de un día para otro). Y luego me sorprendió cuando no obtenía lo que quería y terminé más solo y más miserable que antes.
No cometas errores, el romance captura la adoración. La idolatría como la mía explica por qué los pecados sexuales se descontrolan. Es por esto que los imperios demoníacos de la pornografía generan millones de dólares cada año. Es por esto que vemos tantos divorcios. Explica mucho respecto a la depresión y a los suicidios. Nuestros deseos de amor, sin embargo, en sus expresiones más profundas, puras y más intensas, son los deseos por un Matrimonio que está más allá del matrimonio. No serás liberado de toda la frustración, confusión y sufrimiento de la adoración al romance hasta que veas esto.
Un día, el cielo vendrá a la tierra, Cristo volverá en las nubes y tendremos una boda:
«[…] Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a Él la gloria,
Porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha preparado».
Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio,
Porque las acciones justas de los santos son el lino fino (Apocalipsis 19:7-8).
Entonces, Jesús cantará el himno del Novio a causa de nosotros: «esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne» (Gn 2:23). Él vino a buscarla, murió para redimirla, resucitó para asegurarla y viene a buscarla para llevarla a casa. ¿Cómo recordaremos la soledad o el conflicto persistente, incluso la traición paralizante, cuando veamos el fuego centelleante en sus ojos, cuando escuchemos el cálido estruendo de su voz, cuando sintamos la fortaleza apasionada de su abrazo?
Los matrimonios saludables y felices encuentran su salud y felicidad en ese matrimonio futuro. Están contentos porque su contentamiento no descansa finalmente en el uno y el otro. Ellos reciben estos años de matrimonio, incluso décadas juntos, como una preparación bendecida para lo real.
El romance de la ortodoxia
En este caso, sin embargo, no tenemos que esperar a la boda para disfrutar los placeres del romance. Por medio de la fe, Cristo ya es tuyo. Aun cuando no eres la persona glorificada que un día serás, ya tienes «toda bendición espiritual en los lugares celestiales» en Él (Ef 1:3). G. K. Chesterton escribe célebremente:
Ahí radica el apasionante atractivo de la Ortodoxia. La gente ha adoptado la absurda costumbre de hablar de la ortodoxia como si fuese algo aburrido, monótono y previsible. Nunca hubo nada tan peligroso ni emocionante como la ortodoxia (Ortodoxia, 131).
El apóstol Pablo, un hombre soltero, había probado ese romance más dulce y más completo: «yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor» (Fil 3:8). Y si él se hubiera casado, habría dicho lo mismo. Él sabía que ninguna esposa podría haberlo hecho más feliz de lo que Jesús puede (y por lo tanto, en realidad, él habría sido un buen esposo).
Tus deseos de amor son, en la raíz, buenos. Son deseos innatos e ineludibles por Cristo. Y sin embargo, el pecado distorsiona nuestros deseos de amor y los extravía (a veces muy lejos). Eso significa que el romance puede ser un amigo o un dios, un aliado o un enemigo. Por lo tanto, no huyas de tus deseos santos, pero tampoco los idolatres. Haz que tus amores terrenales (o potenciales amores terrenales) sirvan a tu primer y mayor amor por Dios.
Marshall Segal © 2023 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.