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Esta traducción del anónimo himno latín también hace de oración por la primera y la segunda venida de Cristo. Nos lleva a pensar en el viejo Israel, que anhelaba la primera venida del Mesías y luego va más allá al verbalizar el anhelo de la iglesia de Cristo por el Mesías, Jesucristo, para consumar la historia de redención.

En las semanas previas a Navidad, nos ponemos en los zapatos de Zacarías, Elisabet, Simeón y todos los santos precristianos. Meditamos en las promesas y nos esforzamos en ver la aurora de la salvación; sin embargo, sabemos que cuando llegue, la espera no se acabará.

Cuando llegue Emmanuel —cuando nazca la Aurora— nos daremos cuenta de que la redención tan solo ha comenzado. Por cierto, es un solo magnífico. La última sangre es derramada; la deuda es pagada; el perdón fue comprado; la ira de Dios es removida; la adopción es asegurada; la cuota inicial está en el banco; los primeros frutos de la cosecha están en el granero; el futuro es seguro; el gozo es grande; pero no es el fin aún.

La muerte aún nos arrebata; la enfermedad aún nos hace miserables; la calamidad aún golpea; Satanás aún nos ronda; la carne aún está en guerra contra el Espíritu; el pecado aún habita en nosotros; y nosotros aún «gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo» (Ro 8:23). Aún «espera[mos] con ansias que se manifieste nuestro Señor Jesucristo» (1Co 1:7). Aún esperamos la liberación final «del castigo venidero» (1Ts 1:10). Aún «aguardamos con ansias la justicia que es nuestra esperanza» (Ga 5:5). El anhelo continúa.

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Aún anhelas en Navidad

La melodía, que en 1852 Thomas Helmore le dio a esta letra, captura el ambiente inundado de lamento del anhelo. No es igual a la exuberante melodía de «Gozo del mundo es el Señor» o a la vigorosa y alegre «Oíd un son en alta esfera en los cielos gloria a Dios». Es una excelente combinación musical para el sentimiento de la canción. Nostalgia, dolor, anhelo y esperanza.

La vida cristiana oscila entre estos dos polos: el gozo desbordante de la redención que «ya» tenemos (Ef 1:7) y el triste anhelo de la redención que «todavía no llega» (Ef 4:30). No es que dejemos una o la otra en esta vida. Estamos «tristes, pero siempre alegres» (2Co 6:10).

Es bueno tener villancicos navideños que capturen ambas dimensiones de la vida.

Mi suposición es que, a medida que nos acercamos a Navidad, la mayoría de los cristianos experimentan la tristeza y el entusiasmo. No obstante, nunca debemos dejar que la tristeza arruine el simple gozo de los niños. La mayoría de ellos no han vivido lo suficiente para sufrir. Permítanles ver la mayor cantidad de alegría que puedan en Jesús. Sin embargo, no pensemos que el Adviento debe tratarse completamente de alegría y campanas tintineantes.

El grave dolor en nuestro gozo

Alrededor de 3.7 millones de personas morirán durante el tiempo de Adviento alrededor del mundo, de ellas medio millón serán niños. Cerca de 105 personas por minuto. La mayoría sin esperanza. Una pequeña fracción de ellas son parte de las noticias (como algunas víctimas de terrorismo). La gran mayoría llora y muere sin ser conocida a excepción de unos pocos cercanos. Tales dolores tocan a cada cristiano. Conocemos a alguien que está muriendo, sin mencionar los cientos de miserias que hacen que la vida sea difícil.

Es maravilloso que existan villancicos cristianos escritos para el mundo real de triste gozo, así como también para el mundo real de desbordante gozo. «Oh, ven, oh, ven, Emmanuel» es uno de ellos. Puedes escucharlo en el «Oh» que comienza cada verso: «Oh ven, Emmanuel»; «Oh, ven, tú, Vara de Isaí»; «Oh, ven tú, Aurora celestial»; «Oh, ven tú, Llave de David»;  «Oh, ven tú, Deseo de las naciones». Este es el «Oh» del anhelo.

Los nombres de Emmanuel

Y cada nombre de Jesús está lleno de esperanza.

  • Como Emmanuel (Is 8:8) —«Dios con nosotros»—. Él pagará el rescate que solo el Hombre-Dios puede pagar.
  • Como la Vara de Isaí (Is 11:1), que brota de un tronco muerto. Él liberará a su pueblo, por medio de la muerte y la resurrección, de la tiranía de Satanás y serán libres para siempre.
  • Como la Aurora (Lc 1:78) —el amanecer del reino de Dios— él será la luz del mundo y desterrará la desesperanza de la oscuridad.
  • Como la Llave de David (Is 22:22), él nos rescata del infierno, cierra la puerta que queda detrás de nosotros, abre la del cielo y nos lleva a casa.
  • Y como el Deseo de las naciones (Hag 2:7), él toma a los rescatados de cada pueblo y establece un reino de paz.

Este es Jesús. Esto es lo que él ya obtuvo y lo que completará. Y así con cada verso, el estribillo musicalmente baja hasta alcanzar nuestros débiles corazones y nos levanta, en fe, para ver la certeza del fin.

         ¡Alégrate! ¡Oh, Israel!
         Vendrá, ya viene, Emmanuel

Artísticamente, el ritmo de lamentoso anhelo en los versos, salpicado de poderosas explosiones de gozo en el estribillo, son, para mi mente, casi perfectos. Capturan el misterio y el asombro de la vida cristiana. Tristes, pero siempre alegres. Ahora, pero no todavía. El cumplimiento de las gloriosas promesas: ¡sí! La consumación en la nueva tierra con nuevos cuerpos y sin pecado: no todavía. Tenemos confianza, pero aún clamamos: «¡Oh, ven, oh, ven, Emmanuel!».

John Piper © 2015 Desiring God Foundation. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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John Piper

John Piper es fundador y profesor de desiringGod.org y rector de Bethlehem College & Seminary. Por 33 años, sirvió como pastor de la Iglesia bautista Bethlehem en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros, dentro de ellos se encuentran: Sed de Dios: meditaciones de un hedonista cristiano, y más recientemente, Por qué amo al apóstol Pablo: 30 razones.
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