Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del podcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Ha llegado el verano y, con él, nuevas preguntas sobre la modestia en nuestra bandeja de entrada. Por lo tanto, pastor John, ¿podrías hablarnos sobre la modestia en relación a la vestimenta que se ocupa en la piscina, en especial sobre los bikinis? Háblale a los pastores y líderes. ¿Deben ellos darse el tiempo de abordar directamente el tema? Si es así, ¿cómo aconsejarías a ese valiente pastor para que atraviese ese campo minado lo mejor que pueda?
Lo más importante que hay que decir es esto: es imposible entrar a una iglesia, a un ministerio de jóvenes o escuela (digamos, una escuela cristiana) que estén impregnados de una falta de modestia y querer arreglarlos con reglas sobre la modestia. Hay un lugar para las reglas, para las directrices en las familias, en las escuelas, en los ministerios de jóvenes y en las iglesias. Sin embargo, si intentas cambiar la dirección de esa institución comenzando con las reglas, no obtendrás una cultura de modestia libre, alegre, formada por la Biblia, sustentada por la fe, empoderada por el Espíritu, enraizada en el Evangelio y que exalte a Cristo. No lo harás. Sin embargo, esa es la meta.
La meta es el alma
Nunca comencé con reglas o directrices, sino que con Dios, el Evangelio, la Biblia, el Espíritu, la fe y el gozo. Deben ocurrir cosas profundas en el alma de una mujer o de un hombre antes de que ellos tengan cualquier oportunidad de pensar o sentir sobre estas cosas de una manera que honre a Dios.
Le digo esto a cualquier mujer u hombre que se vista inapropiadamente: hasta que Dios no se convierta en tu tesoro; hasta que tu propio pecado no se convierta en aquello que más odias; hasta que la Palabra de Dios no sea tu autoridad suprema que sientas y consideres más preciosa que el oro y más dulce que la miel; hasta que el Evangelio de la muerte de Cristo en tu lugar no sea la noticia más preciada del mundo para ti; hasta que no hayas aprendido a negarte a tus placeres de corto plazo por el bien de un gozo y santidad a largo plazo; hasta que no hayas crecido para amar al Espíritu Santo ni anheles sus frutos más que la adulación del hombre; hasta que no cuentes todo como pérdida en comparación al valor supremo de conocer a Cristo, tu actitud hacia tu vestimenta y tu apariencia será controlada por fuerzas que no honran a Cristo.
Todo pastor puede ver que tenemos trabajo por hacer; un profundo trabajo del alma. Un pastor invertirá el 99 % de su esfuerzo a establecer estas gloriosas y sobrenaturales obras de Dios en el corazón de las personas. Él predicará, enseñará, adorará y modelará en sí mismo y en su familia cómo el Evangelio lo cambia todo. Él se dará cuenta de que, aparte de la obra del Espíritu Santo por medio de la Palabra y la fe, su iglesia estará dividida entre dos tipos de personas carnales. Un grupo se erizará ante cualquier mención de modestia y dirán: «¡cómo te atreves a decirme a mí o a mis hijos cómo vestirnos!». Esa es una mala actitud; es carnal. Sin embargo, el otro grupo pondrá todos sus énfasis en la apariencia externa con poco sentido del corazón. Convertirán la apariencia externa en algo sumamente importante. Estos dos grupos nunca conocerán la paz. Ambos han fallado. Ninguno de ellos ha sido profundamente transformado por el Evangelio.
Enseña, expone y ora
Mi consejo es este: enséñale a tu congregación estas cosas año tras año. Expone el orgullo de la lujuria y la terquedad. Expone el orgullo del externalismo y del formalismo que no tiene un corazón por el Evangelio ni ve lo precioso que es. Predica y ora por una cultura del Evangelio donde hombres y mujeres tienen una sumisión dulce a Cristo, una saturación de la Palabra de Dios, una atención humilde a la sabiduría de otros, un deseo de crecer y aprender, una profunda desconfianza del poder de la mundanalidad para controlar nuestros hábitos y una consideración amorosa por los demás al elegir qué vestir.
Cuando sea el momento correcto (aquí estoy intentando ser más específico), sí, toma los textos como 1 Timoteo 2:8-9: «Por tanto, quiero que en todo lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni discusiones. Asimismo, que las mujeres se vistan con ropa decorosa, con pudor y modestia […]». Aborda el tema, asegurándote de que todos sientan que a la Biblia realmente le importa cómo nos vestimos; que realmente quiere que nos vistamos de una manera enraizada en la fe del Evangelio que es humilde, que es gozosa, que exalta a Cristo y que sirve a otros. Comparto tres consejos prácticos desde mi experiencia para cerrar.
1. Comienza desde arriba
Cuando se trata de las directrices que surgen del Evangelio, comienza con tu equipo y líderes de los ministerios visibles. No comiences con todos. Comienza trabajando desde adentro hacia afuera, de modo que la cultura y el modelo surjan desde tus líderes de adoración, desde tu equipo que está al frente, desde los líderes del ministerio de jóvenes, etcétera. Trabaja con tus líderes.
2. Trabaja con los padres
Lidia con los padres silenciosamente y trabaja para lograr expectativas comunes para los jóvenes. Esto no es fácil, pero es sabio priorizarlo en lugar de atacar las cosas en el punto más doloroso, concretamente, la manera en que las niñas y los niños se visten. Que los padres se suban al bote aquí.
3. Cultiva el gozo
Cultiva el gozo de saber que la modestia es hermosa. Renuncia a cualquier modo de pensar de que la modestia significa desaliñado. Desde mi propia experiencia (testifico como un hombre ahora que fue un adolescente, un chico de 20 años, un hombre de 30 años, de 40 años, de 50 años y de 60 años), puedo dar testimonio sin ninguna duda de que, en cada edad de mi vida, mi vida masculina, la vestimenta sexy de una mujer es menos atractiva que la belleza modesta. Por supuesto, hace que los ojos se desvíen. Provoca que se desvíen los ojos, pero existe un mundo de diferencia entre provocar que los ojos de un hombre se desvíen por una vestimenta sexy y ser atractiva por ser una persona hermosa o bella.