¿Alguna vez has estado tan frustrado, tan enojado, tan herido, tan deprimido o tan exhausto que simplemente levantas los hombros y dices, “¿para qué me doy molestia?”?
A continuación, les comparto un par de situaciones que han provocado esta emoción dentro de mí:
- Líderes políticos y empresariales corruptos que abusan de su poder para obtener beneficios personales.
- Hostilidad de un vecino hacia mi familia pese a nuestros intentos de colmarlo de gestos amables y hospitalarios.
- Tendencias inmorales y pervertidas de nuestra cultura que son celebradas y promovidas.
- Enfermedades incurables y discapacidades muy graves que hacen que la vida sea muy dura.
- Estadísticas de violencia, crimen y abuso a nivel general y nuestra aparente incapacidad de detenerlas.
- Terrorismo y guerra entre naciones y grupos religiosos que destruyen países.
- Vulnerabilidad personal a ciertos pecados que provocan que tropiece conregularidad.
En medio de mi frustración, dolor y tristeza, he tenido el siguiente pensamiento más veces de las que quisiera admitir: “¿por qué debo darme la molestia de buscar justicia? Tal vez sólo debo darme por vencido con buscar el camino de Dios y buscar tanto placer como pueda en este momento”.
Si tienes pensamientos similares, pues déjame decirte que no somos los únicos. El salmista Asaf escribió este famoso Salmo, “sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados… Ciertamente en vano he guardado puro mi corazón y lavado mis manos en inocencia” (Salmo 73:3, 13).
Asaf está peleando con el Señor, pues se queja diciendo, “obedezco tus mandamientos, ¿y ésta es la recompensa que obtengo? Otros ignoran tu existencia y son prósperos, y cuando yo sigo tu Palabra, obtengo nada, sólo sufrimiento y problemas”.
No sé tú, pero yo he estado en el lugar de Asaf antes. Es por eso que amo la honestidad que la Palabra de Dios contiene –específicamente en los Salmos— porque nos permite ser honestos sobre nuestras vivencias en la vida real.
No obstante, la Escritura no sólo nos permite ser honestos sobre nuestros dilemas, también provee soluciones esperanzadoras y útiles. Un par de versos más adelante, Asaf responde a su propia queja: “¿a quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna” (vv.25-26).
¿Por qué debemos darnos la molestia de buscar justicia cuando vemos que otros no parecen tener un buen pasar? Porque Dios nos ha recibido en su reino eterno de vida.
¿Por qué debemos buscar el camino de Dios cuando otros parecen estar en uno más próspero? Porque no hay prosperidad creada en la tierra que pueda compararse con una relación íntima con el Creador.
¿Por qué debemos obedecer la Palabra de Dios incluso cuando la vida no tiene sentido? Porque el Autor de la Palabra tiene un plan perfecto que se cumplirá siempre.
Como Asaf, nuestros ojos débiles por el pecado no verán bien siempre; nuestras mentes finitas no siempre comprenderán; nuestros corazones volubles no van a confiar siempre; nuestras almas tímidas no siempre tendrán fe; sin embargo, Dios está dispuesto a darse la molestia de trabajar con nuestro temor, nuestra duda y nuestra confusión.
Por encima de todo, Cristo estuvo reticente a decir, “¿por qué debo darme la molestia de salvarlos de su pecado?”. Él vivió la molestia más grande de todas para salvarnos de nosotros mismos.
¡Ésa es una razón para continuar!
Dios los bendiga.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
- ¿Qué cosas estás viviendo ahora que hace que consideres abandonar el camino de Dios?
- ¿Qué verdades específicas te dan razones para continuar a medida que enfrentas desilusiones y dificultades en la vida?