En cierta ocasión, después de haber compartido sobre la verdadera belleza en un grupo de mujeres, una de ellas se aproxima a mí para decirme: “Todo lo que dijiste acerca de la perspectiva de Dios sobre la belleza es muy bueno y creo que es verdad; sin embargo, la realidad es que ese no es el mensaje que mi esposo recibe de parte de nuestra cultura”. Ella estaba preocupada, pues a medida que envejece, su belleza física se desvanece. Le preocupaba que su esposo, como cualquier otro hombre de nuestra sociedad, fuera constantemente bombardeado con imágenes en las que se idealizan la juventud y la belleza física.
Además, su marido no estaba en la reunión de mujeres para escuchar sobre la belleza bíblica. Esto no quiere decir que él le haya dado una razón específica para que se preocupe; ella sólo evaluó la situación y pensó que era una razón suficiente para inquietarse.
Nuestra cultura lleva injustamente a las mujeres hacia un estándar ideal de belleza física. Esto podría generar ansiedad al buscar formas de mantener el amor y la atracción de nuestros maridos por nosotras, puesto que se trata de un tipo de belleza que la mayoría de nosotras jamás podrá alcanzar —y definitivamente ninguna será capaz de mantener—.
A medida que hablo con mujeres sobre la belleza, frecuentemente escucho sobre esta preocupación. Ellas se preguntan si es que aún son tan hermosas para sus esposos mientras sus cuerpos cambian después de haber dado a luz y de comenzar a envejecer.
“Esto le molesta mucho a mi esposo”
Algunas mujeres siguen preocupándose incluso de si sus esposos intentan tranquilizarlas:
“Tengo problemas para aceptar que mi esposo me encuentra tan hermosa como él dice”, admite Stephanie.
Este miedo, junto con negarnos a creerles a nuestros esposos cuando nos dicen que somos hermosas, puede provocar una tensión en el matrimonio.
“Todo el tiempo lucho con el temor a engordar. Esto es algo que le molesta mucho a mi esposo”, escribe Briana. Jen dice lo mismo: “No entiendo por qué no puedo creerle a mi marido cuando me dice lo hermosa que soy. Cuando le respondo ‘bueno, eso es algo que se supone que debes decirme’, le molesta mucho”.
Amigas, si existe algo que frustra a un hombre es una esposa que no le cree en esta área. A los hombres no les gusta sentir que lo que dicen o hacen nunca es suficiente para convencernos de que aprecian nuestra belleza. Perjudicamos nuestro matrimonio cuando juzgamos a nuestros esposos al no creer que lo que dicen es sincero y cierto.
No obstante, ¿cómo lidiamos con este temor que atormenta a tantas de nosotras?
La cura para todos nuestros temores
Tenemos que confiar en Dios en esta área por nuestros esposos.
Dios une a un hombre y a una mujer en matrimonio. Él pone amor por nosotras en los corazones de nuestros esposos; él tiene un buen plan para nuestros matrimonios. Esto no quiere decir que no enfrentaremos desafíos, incluso algunos muy dolorosos. Sin embargo, no importa por qué pruebas pasemos en nuestros matrimonios, Dios obrará por medio de ellos para nuestro bien y para su gloria (Ro 8:28).
Dios no toma una actitud distante de nuestros matrimonios. Él no lo comenzó para luego dejarlos a ustedes correr solos. Él es una “ayuda muy presente” en los problemas (Sal 46:1): presente para cuidarnos, fortalecernos y consolarnos, sin importar si nuestras dificultades son grandes o pequeñas.
La confianza en la relación personal que Dios tiene con nosotras y en su buen cuidado nos libra del temor. Nuestra esperanza no se encuentra en nuestros esposos ni en nuestra belleza, sino que en el carácter de Dios, la fidelidad de su amor y la garantía de sus propósitos.
Cómo ser más hermosa
Aquí es donde se vuelve maravilloso: mientras más confiamos en Dios, nos hacemos más atractivas. Un espíritu calmo y apacible adorna a toda una mujer, haciéndola hermosa de dentro hacia fuera. Su falta de ansiedad, de aflicción y de necesidad; su confianza despreocupada en la bondad de Dios la hace más hermosa a medida que pasan los años.
Esta belleza es tan profunda que incluso puede traer a esposos no cristianos al evangelio; pueden “ser ganados sin palabra alguna” por la belleza del carácter piadoso de su esposa (1 Pedro 3:1-2).