La envidia no es solo un problema de niños. La diferencia está en que ellos aún no son buenos para esconderla (lo que nos da a los padres una oportunidad para ayudarlos a que la vean y así puedan vencer su tenaz encarcelamiento). Entonces, ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos a vencer la envidia? A continuación, les comparto tres ideas simples:
1. Hablen con sus hijos sobre la envidia
Hablen con ellos cuando los vean tentados a envidiar y también antes. En primer lugar, explíquenles lo que es la envidia: no solo se trata de querer lo que alguien más tiene («¿¡por qué no puedo tener un Iphone también!?»), sino que es el resentimiento que sentimos hacia alguien porque tiene lo que uno desea («ella no me agrada»).
Entonces, comiencen con el décimo mandamiento y viajen a lo largo de la Escritura (una simple búsqueda en internet les ayudará a comenzar). Hablen sobre lo que Dios piensa sobre la envidia (pista: es bastante malo). Muéstrenles cómo la envidia es lo que una vez Jonathan Edwards llamó «la más insensata automutilación» porque hace miserable a quien envidia. Llévenlos a meditar en Juan 21 y háblenles sobre el antídoto que Jesús da para la envidia.
2. Ayuden a sus hijos a arrepentirse de la envidia
Si sus hijos han caído en el pecado de la envidia, ayúdenlos a identificar con exactitud a quién envidiaron, dónde y por qué lo hicieron. Llévenlos a hacer una oración específica de arrepentimiento. Recuérdales el perdón que tienen por medio de la muerte de Cristo en la cruz y el poder el Espíritu Santo para ayudarlos a cambiar. Animen a sus hijos, pues Dios les está revelando misericordiosamente este pecado ahora como una señal de su misericordia y bondad. Si pueden aprender a alejarse de la envidia desde pequeñitos, pueden evitar años de infelicidad.
3. Denles a sus hijos un plan para vencer la envidia
- Identifiquen la envidia. Ayúdenlos a reconocer los sentimientos de envidia y lo que significan. Las emociones de envidia son como una alarma que nos dice que hay un fuego pecaminoso en nuestros corazones y que necesitamos apagarlo de inmediato.
- Dejen de comparar. La comparación es la base de la envidia. Si no hay comparación la envidia pasa hambre y muere. Por lo tanto, enséñenles a sus hijos a dejar de mirar a otros, a dejar de pensar sobre lo que el otro tiene o cómo se ve o lo que puede hacer.
- Comiencen a agradecer. La envidia muere en un alma agradecida. Ayuden a sus hijos a hacer una lista de los muchos buenos regalos que Dios les ha dado y luego ayúdenlos a agregar más cosas a esa lista. Ayúdenlos a guardar esa «lista de agradecimiento» y vuelvan a leerla en cualquier momento en que ellos se vean tentados a compararse o a envidiar a alguien. Para cada pensamiento envidioso sobre lo que ellos no tienen, enséñenles a orar y agradecer a Dios lo que sí tienen.
La envidia es una emoción que se alimenta por un hábito: la comparación. Cuando ayudamos a nuestros hijos, desde pequeñitos, a mirar hacia arriba con gratitud en vez de al lado con comparación, podemos protegerlos de la envidia.
Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk en esta dirección.
| Traducción: María José Ojeda

