La segunda de las tres marcas de una verdadera iglesia es la administración pura de los sacramentos.
Los dos sacramentos que Cristo mismo instituyó son el bautismo (Mt 28:18-20) y la Cena del Señor (Mt 26:26-29). Debido a nuestra continua lucha contra el pecado, la Palabra visible de los sacramentos complementa la Palabra audible del Evangelio predicada, puesto que Dios «unió [los sacramentos] a la Palabra del Evangelio para presentar mejor a nuestros sentidos externos tanto lo que él nos da a entender en su Palabra, como lo que él hace interiormente en nuestros corazones» (La confesión belga, artículo 33). Puesto que la predicación del Evangelio produce fe, los sacramentos confirman esa fe dentro de nosotros (El catecismo de Heidelberg, pregunta y respuesta 65), de la misma manera que la circuncisión lo hizo con Abraham, al ser el «sello de la justicia de la fe que tenía» (Ro 4:11).
Para administrar puramente los sacramentos, una iglesia debe hacerlo «tal como fueron instituidos por Cristo» (La confesión belga, artículo 29). Esto significa, en primer lugar, que la iglesia reconoce que solo existen dos sacramentos (el bautismo y la Cena del Señor) y que, por lo tanto, rechaza los otro cinco sacramentos de la Iglesia Católica Romana por ser falsos (El catecismo de Heidelberg, pregunta y respuesta 68). En segundo lugar, esto significa que la iglesia administra los sacramentos sin la ceremonias ni los elementos no bíblicos que fueron agregados a lo largo de la historia, como lo vemos en la Iglesia Católica Romana.
El bautismo debe ser administrado simplemente con agua, en el nombre del Dios trino y por un ministro ordenado (Mt 28:18-20). Ya sea que alguien sea bautizado en el edificio de una iglesia o en la playa; ya sea que se realice con una fuente de agua o en una piscina; ya sea por aspersión, por efusión o por inmersión; y ya sea que el ministro rocíe o sumerja a alguien una o tres veces, da lo mismo. La Cena del Señor se administra puramente cuando el pan (ya sea con o sin levadura) y el vino son entregados por aquellos que profesan tener fe y son miembros de la iglesia de Cristo, no importa si es arrodillados, sentados o parados. Esto debe hacerse recitando las palabras de la institución (como el ejemplo que da Pablo en 1Co 11:23-26: la partición del pan —«…tomó pan… lo partió»—, y la oración que hizo antes de entregar el pan y el vino —«…después de dar gracias…»).
La próxima semana concluiremos considerando la tercera marca de una verdadera iglesia: la ejecución de la disciplina en la iglesia.
Otros recursos relacionados:
Las marcas de una verdadera iglesia: introducción
Las marcas de una verdadera iglesia: la predicación pura del Evangelio
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección. | Traducción: María José Ojeda
Daniel Hyde
Rev. Daniel R. Hyde es pastor de Oceanside Reformed Church en Oceanside, California. Es autor de God in Our Midst [Dios en nuestro medio] y Welcome to a Reformed Church [Bienvenido a una Iglesia Reformada].