La suposición detrás de este artículo es que la preciosura y los placeres de la Navidad serán más profundos, más fuertes y más intensos si experimentamos la Navidad como parte de algo más inmenso que toda la creación y las eras infinitas. La sabiduría de Dios que planeó la Navidad existió antes que el universo y abarca todo lo que ocurre.
El universo es un teatro para la exposición de la sabiduría de Dios. Jesucristo es el centro y la suma de esa la sabiduría. Fue llevada a cabo por el Hijo de Dios y para el Hijo de Dios; por lo que, «en Él fueron creadas todas las cosas» (Col 1:16). El propósito de Dios, que guió su plan era «la buena intención que se propuso en Cristo… reunir todas las cosas en Cristo» (Ef 1:9-10).
Este plan, que exalta a Cristo, fue eterno para el universo (Dios lo ha tenido en mente por siempre). El plan se realizó «conforme al propósito eterno que llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor» (Ef 3:11). Era un «misterio que ha sido mantenido en secreto durante siglos sin fin» (Ro 16:25): «el misterio que ha estado oculto desde los siglos y generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos» (Col 1:26). La promesa de la vida eterna que Dios «prometió desde los tiempos eternos» (Tit 1:2) estaba incrustada en el misterio escondido por largo tiempo.
Despliegue en el teatro de Dios
Era un plan que convertiría al cosmos en un teatro, con ángeles y demonios sentados en la galería celestial para mirar el plan desplegarse. El plan era exponer la sabiduría de Dios con Cristo al centro. La infinita sabiduría divina sería vista en el gran logro de Cristo: una novia para el Hijo de Dios, arrebatada del dominio de Satanás, redimida y embellecida por la encarnación, muerte y resurrección de la segunda persona de la Trinidad.
Finalmente, «sacar a la luz cuál es la dispensación del misterio que por los siglos ha estado oculto en Dios, Creador de todas las cosas. De este modo, la infinita sabiduría de Dios puede ser dada a conocer ahora por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales» (Ef 3:9-10). Esta es la sabiduría eterna de Dios «que, desde antes de los siglos, Dios predestinó para nuestra gloria» (1Co 2:7).
Esta sabiduría eterna, divina y cósmicamente expuesta fue resumida en la maravilla del Dios-Hombre, Jesucristo. «El misterio de Dios, es decir, de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Col 2:2-3). Por consiguiente, en la encarnación, Dios «nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según la buena intención que se propuso en Cristo, con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos» (Ef 1:9-10).
En otras palabras, la Navidad es un acto central en el «plan» cósmico (oikonomian, Efesios 1:10; 3:9) y en el «propósito» cósmico (prothesin, Efesios 1:9, 11; 3:11). El plan existió antes de la creación; no fue una respuesta ante pecado en la creación. La creación y la redención fueron seguidas del pecado y la redención en completa vista como parte del plan. La gracia no fue pensada en último momento en respuesta al fallido de la creación. Dios nos dio gracia «en Cristo Jesús desde la eternidad» (2Ti 1:9). La Navidad, el Viernes Santo, la Pascua, la Segunda Venida y la Consumación fueron el propósito y el plan eterno de la creación, no una respuesta a su caída.
La Navidad como el plan perfecto
Puesto que la Navidad es parte de un plan enorme, eterno y cósmico, es parte de la sabiduría infinita de Dios. No debemos atrevernos a pensar en el plan de eterno de Dios sin reconocer que su plan es sabio; infinitamente sabio. Dios no fue guiado en su planificación eterna por nada externo a Él. «Pues, ¿quién ha conocido la mente del Señor? ¿O quien llegó a ser su consejero?» (Ro 11:34). No existe consejo fuera de Dios para ayudarlo a planificar más sabiamente. Él planifica según su propia sabiduría, que es santa; es perfecta.
Esto es lo que lo guió mientras planificaba para la Navidad. La sabiduría infinita es una parte esencial del resplandor de la gloria de Dios. Por eso Pablo dice: «al único y sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre. Amén» (Ro 16:27). Por lo tanto, cuando decimos que Dios creó al mundo para su gloria, no queremos decir menos que esto: Él creó al mundo para desplegar su perfecta sabiduría en todo lo que Él hace.
Cuando Pablo dijo que Dios expuso su sabiduría a los «principados y potestades» para que la contemplaran (Ef 3:10), es importante darse cuenta que esos «principados y potestades» son poderes demoníacos. Esa es la manera en que él usa la frase «principados y potestades» (Ef 6:12; Col 2:15). ¿Cómo Dios espera que los seres demoníacos del universo respondan cuando vean la diversa sabiduría de Dios en la creación, en la Navidad y en la obra salvadora de Cristo?
¿Por qué Dios permite a Satanás?
Para responder esta pregunta, déjame plantear otra: ¿por qué Dios permite que Satanás continúe actuando en el mundo? Sabemos que esto no sucede porque Dios no pueda eliminarlo. Tan pronto como Satanás trajo miseria al mundo, Dios anunció que su condenación era segura: Dios le dijo a la serpiente que la descendencia de la mujer «te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el talón» (Gn 3:15). Y al final de la historia, la eliminación final del diablo es segura: «Y el diablo… fue arrojado al lago de fuego y azufre… y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Ap 20:10).
El diablo y sus ángeles saben esto. Desde el principio han sabido que llegarán a una confrontación de poder y que Dios, el Creador, es superior. No pueden ganar. Por ejemplo, Apocalipsis 12:12 dice que el diablo sabe que «tiene poco tiempo». No hay duda que será derrotado; solo que no se sabe cuándo. De igual manera, en Mateo 8:29, los demonios le gritaron a Jesús: «¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo?». En otras palabras, saben que se ha designado un tiempo para su derrota final. Lo que no esperaban era que viniera de esa manera en ese tiempo.
Aquí es donde la sabiduría de Dios se muestra a sí misma más claramente. Satanás sabía que el poder divino lo anularía. Sin embargo, él no tenía idea de que, en su derrota, sería expuesto un poder mucho más que un poder bruto. Él no se dio cuenta de que Dios liberaría a sus elegidos de su cautiverio de una manera que pusiera la sabiduría eterna de Dios en una espectacular exhibición.
La salvación sin una fuerza cruel
Los seres humanos no solo estaban cautivos a Satanás; estaban bajo la ira de Dios (Ef 2:3). Eran culpables; no merecían ser rescatados y eran completamente incapaces de rescatarse a sí mismos. Satanás no pudo comprender cómo el legítimo poder de Dios sería restaurado después de la traición del hombre. No pudo comprender cómo se calmaría la justa ira de Dios, o cómo los pecadores serían considerados dignos de ser adoptados como hijos de Dios, o cómo Dios puede ser justo y al mismo tiempo justificar lo injusto. Todo lo que Satanás previó fue que el poder de Dios lo derrocaría un día.
Sin embargo, el plan, escondido por siglos en Dios, fue infinitamente más glorioso de lo que Satanás pudo ver. El solo pensamiento de que Dios mismo, en la persona de su Hijo eterno, entrara en la historia era incomprensible. La Navidad era inimaginable para los demonios. ¿Qué tipo de inescrutable plan era este? ¿Qué tipo de triunfo había diseñado Dios desde toda la eternidad? ¿Por qué Dios mismo necesitaba hacerse humano? El poder no requería esto. Dios estaba, evidentemente, decidido a desplegar algo más que un poder bruto al vencer a Satanás y al salvar a los humanos.
Ciertamente, Él lo estaba haciendo. ¡Sabiduría! La infinita sabiduría se desplegaría. El plan de Dios era salvar a su pueblo y vencer a Satanás de una manera que no solo glorificaría su poder, sino que también su «infinita sabiduría» (Ef 3:10). No solo su «sabiduría» (sophia); y no solo su multiforme sabiduría (poikilos sophia), sino que su «infinita sabiduría» (polupoikilos sophia).
¿Por qué la Navidad sorprendió a Satanás?
En el centro de esta exhibición de sabiduría insondable y multifacética estaba la maravilla imprevisible de la segunda persona de la Trinidad, unida como una persona en dos naturalezas, divina y humana. «El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1:14).
Luego, las manifestaciones de la impensable sabiduría se multiplicaron: Nacido en un pueblo «pequeño», acostado en un pesebre (Lc 2:7), criado en Nazaret —«¿Puede algo bueno salir de Nazaret?» (Jn 1:46)—, sin educación (Jn 2:15), incomprendido (Mr 4:13), negado (Mt 16:34), abandonado (Mt 26:56), traicionado (Jn 6:71), burlado (Mr 15:20), escupido (Lc 18:32), azotado (Mt 20:19), coronado con espinas (Mt 27:29) y, finalmente, crucificado (Mr 15:24), todo en obediencia al Padre (Fil 2:8), según el plan (Hch 4:28; Fil 2:5-8). Esta era la «sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta […], desde antes de los siglos» (1Co 2:7). Inconcebiblemente, toda esta debilidad y pérdida era «poder de Dios y sabiduría de Dios» (1Co 1:23-24).
Satanás no vio venir esto. Él esperaba ser derrotado por medio del poder. Él no esperaba ser vencido por la encarnación divina, o por debilidad, misericordia, gracia o justicia que vindica a Dios y justifica a los pecadores. Esta era la sabiduría oculta (1Co 2:7), el plan oculto (Ef 3:9), el misterio oculto (Col 1:26). La Navidad debe haberlo impresionado completamente. ¿Adónde nos llevará este incomprensible acto?
Satanás conquistado y avergonzado
La respuesta es que esto no solo llevó a la derrota de Satanás sino que a su vergüenza, su completa vergüenza. Esto es lo que Dios había diseñado que Satanás sintiera cuando viera la sabiduría divina desde su galería. No habría un mero conflicto de poderes con un noble perdedor. Habría gracia, encarnación, debilidad, muerte y justicia. Esta era la sabiduría de Dios escondida por siglos. Tendría muchas vueltas y giros divinamente planeados que a Satanás no le quedaría más que vergüenza.
Sabemos que la encarnación del Hijo de Dios fue diseñada para cancelar los diseños de Satanás: «El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo» (1Jn 3:8). Cuando Jesús llegó a sus últimas horas (¡la hora de su aparente derrota!), Él dijo: «Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera» (Jn 12:31). La crucifixión no fue la derrota del plan Dios, sino que la destrucción de Satanás. Satanás fue atacado por el lado ciego; fue ridiculizado.
Pablo hace explícita la vergüenza de Satanás.
Dios [nos perdonó] todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz. Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él (Col 2:13-15).
Satanás pensó en su derrota y nuestro rescate solo en términos de poder. Él no se dio cuenta que su larga oposición a Dios sería la ocasión del espectacular despliegue de todas las facetas de la gloriosa sabiduría de Dios, no solo su poder. La plenitud de su vergüenza llegó a su clímax cuando él se dio cuenta (y todavía se da cuenta con cada nueva obra de gracia comprada con sangre) que sus nuevos engaños estaban siendo transformados en la glorificación de la perfección de su archiadversario.
Arma sorprendente
Así es cómo John Owen (1616-1683), que pensó sobre estas cosas tan profundamente como cualquier persona que conozco, relacionó la sabiduría de Dios en la salvación con la vergüenza de Satanás:
Esta [salvación] fue hecha de una manera que Satanás nunca pensó. Puesto que, por la obediencia y los sufrimientos del Hijo de Dios encarnado, se satisfizo completamente la justicia de Dios requerida por los pecados del hombre, se indemnizó su gloria y se exaltó el honor de su santidad… contrarrestando toda la disminución de esto por la primera apostasía de la humanidad.
Los encantos de Satanás fueron disueltos, todas las cadenas desatadas; la oscuridad que trajo sobre la creación, disipada; su completa conspiración y diseño, derrotados. En ellos se vio a sí mismo y fue expuesto a todos los santos ángeles del cielo, a todos los consejos, los oficios y el poder del que se ha jactado, para ser nada más que… una masa de oscuridad, malicia, locura, impotencia y furia.
[Esta vergüenza] fue una de las partes principales de los tormentos eternos de Satanás: el poder absoluto al que él siempre temió y lo que este produciría; puesto que él lo cree y tiembla. Sin embargo, contra toda otra manera, él pensó que se había asegurado a sí mismo. [Es evidente para todos] a qué vergüenza, confusión y autovenganza el orgulloso apóstata fue arrojado, sobre su desilusión santa y correcta de su diseño.
Encontrar aquello que procuraba hacer para la destrucción de la gloria de Dios… y la ruina eterna de la humanidad, [ha resultado] en una exaltación más gloriosa de las propiedades santas de la naturaleza divina y el aumento impronunciable de la bendición en la humanidad y la mayor agravación de sus eternos tormentos. Esto era una obra que se transformaba en todo aspecto en la sabiduría infinita de Dios (The glory of Christ, [La gloria de Cristo], 217-218).
¡Sí, en todo aspecto se transforma (correcta, adecuada, apropiada y oportunamente) en la sabiduría de Dios! Y la vergüenza de Satanás continúa. Estamos en constante combate, dice Pablo: «Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef 6:12). ¿Cómo continúa la vergüenza de Satanás en este conflicto?
Escoger a Cristo, despreciar a los demonios
Pablo nos da una pista en 2 Corintios 11:2-3:
Porque celoso estoy de ustedes con celo de Dios; pues los desposé a un esposo para presentarlos como virgen pura a Cristo. Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, las mentes de ustedes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo.
Satanás tendría éxito si, como en el caso de Eva, él pudiera hacer que sus promesas engañosas se vieran más atractivas que Cristo. La «pureza de la devoción a Cristo» (preferir a Cristo por sobre todas las atracciones de Satanás) avergüenza a Satanás una y otra vez. Así es cómo los efectos continuos de la Navidad, del Viernes Santo y de la Pascua agravan la vergüenza de Satanás más allá de lo que sucedió en la cruz.
Cada día, el pueblo de Cristo es enfrentado con decisiones como las de Job, no tan graves ni dolorosas, pero esencialmente las mismas. Satanás le dice a Dios, de hecho, como en Job 1:11: «Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no te maldice en tu misma cara». Esta es la contienda detrás de cada tentación en la vida cristiana. Cada vez, los cristianos prefieren a Cristo por sobre las tentaciones de Satanás, Satanás está hecho para verse tonto y el valor de Cristo es magnificado.
Gran Navidad, gran Dios
Ese es el efecto continuo de la sabiduría de Dios. «La razón por la que el Hijo de Dios se manifestó fue para destruir las obras del diablo». El golpe determinante fue dado por la encarnación dos mil años atrás. Sin embargo, cada día, el efecto del gran golpe continúa donde quiera que los cristianos atesoren la persona de Cristo más que a las promesas de Satanás. El plan eterno de Dios, escondido por siglos, continúa para ser trabajado por el Espíritu a medida que provoca que nuestros afectos estén en Cristo para hacer ver a Satanás no solo malvado, sino que indeseable. Esto es lo que Satanás ve cada día, alrededor del mundo, a medida que los principados y potestades son forzados a contemplar la infinita sabiduría de Dios por medio de la iglesia (Ef 3:10).
Cristo es el centro y la suma de esta sabiduría. El plan completo, concebido desde la eternidad, era exponer la sabiduría de Dios en la historia con Cristo al centro. La Navidad era la llegada determinante del plan de Dios en la historia. Nada ha sido igual después de eso.
Por lo tanto, hagamos de la Navidad un tiempo de reorientación de nuestras mentes y corazones respecto a toda la realidad. La Navidad no es pequeña. Es la entrada decisiva en nuestro mundo del plan más grande del universo (¡no, antes y por sobre el universo!). Un plan formado por toda la eternidad. El plan del Dios trino para enviar a la segunda persona de la divinidad a su propia creación. Un plan para avergonzar a los enemigos de Dios. Un plan para salvar a un pueblo traicionero por su nombre. Un plan para exponer la infinita sabiduría de Dios.