Es la realidad más importante del universo. Es el pegamento que mantiene unido cada aspecto de la teología. Es el lugar donde el contenido de la Escritura encuentra tanto su racionalidad como su confiabilidad.
Esta doctrina entrega información vital para el científico, el psicólogo, el matemático, el ejecutivo de negocios, el educador, el médico, el político y el plomero. Las opciones son que tú reconozcas esto como verdadero y sometas humildemente tu vida a sus implicaciones fundamentales o que lo rechaces como algo falso y vivas en alguna forma de desilusión que niega la racionalidad.
¿Cuál es esta doctrina de la que estoy hablando? La doctrina de la existencia de Dios.
Los seres humanos quieren que Dios exista
Estuve en el norte de India, turisteando en una de las altas y santas ciudades del hinduismo, cuando nos invitaron a entrar a un templo. Solo puedo describirlo como un «centro comercial de los dioses». Este templo tenía muchos pisos de altura, con muchos pasillos, y en cada pasillo habían muchas habitaciones (como un centro comercial en Estados Unidos).
En cada habitación había una especie de representación física del panteón de dioses hindúes. Mientras subía piso a piso, caminaba de pasillo en pasillo y miraba habitación tras habitación, mi mente estaba pasmada y mi corazón, roto. ¿Por qué? Este «centro comercial de dioses» era un retrato físico poderosamente imponente de una realidad espiritual profunda: los seres humanos anhelan que Dios exista. Este anhelo no siempre resulta en una actividad religiosa, pero es inevitable a pesar de nuestro de punto de vista filosófico.
Hubo algo más que me golpeó ese día, como una violenta puñalada en el corazón. Cada ser humano tiene este anhelo de que exista Dios, entonces miles de millones de personas responden a este anhelo de una manera horrible y destructivamente incorrecta.
Todo sobre ese templo estaba mal. Todo sobre él estaba corrompiendo el corazón y la vida de las personas que van ahí. Todo sobre él era una desilusión, una mentira que enceguece sus ojos y ensordece sus oídos a las verdades reales sobre el Dios real.
Y sin embargo, las personas a mi alrededor estaban más que emocionadas por estar en el templo. Para muchos de ellos, parecía ser el pináculo de su experiencia espiritual. Yo quería gritar: «¡no, no, no! ¡Esta no es la realidad! ¡Esto nunca satisfará tus anhelos! ¡Esto nunca te dará la paz que tu corazón desea! ¡Esto nunca te acercará al Dios para el que tu corazón está diseñado tener comunión! ¡Todo esto está mal!»
No obstante, no podía y no lo hice. Solo me fui con un corazón roto en la oscuridad, pero al mismo tiempo, estaba profundamente agradecido de que a mis ojos se les hubiera otorgado vista.
La Biblia no aboga a favor de la existencia de Dios
Si lo piensas, la Biblia no expone un argumento lógico y detallado para la existencia de Dios. Una razón para ello es que la Biblia no fue escrita como un libro de texto de teología sistemática. No obstante, creo que existe otra razón fundamental: la Biblia no contiene una sección que pruebe la existencia de Dios porque la Biblia lo declara.
Podrías argumentar que cada libro de la Biblia es una declaración histórica de la existencia de Dios. Cada forma de literatura en la Biblia es un medio creativo de anunciar su existencia. Cada mandamiento enseña lo que significa la existencia para la existencia humana. Cada discusión teológica revela el significado de la existencia.
La historia de la Biblia es la historia de Dios; nunca le cede el centro del escenario a alguien más. Así como una emocionante obra de Broadway, nada en la Biblia tendría sentido si quitas el personaje principal de la trama.
La Biblia no espera mucho para comenzar su declaración página a página de la existencia de Dios, de hecho, ¡no espera en lo absoluto! Tan pronto como se abren las cortinas y las luces se prenden, el personaje principal avanza hacia el centro del escenario para decir sus líneas más importantes: «En el principio Dios…» (Gn 1:1).
A partir de ahí, el guión comienza a revelarle a la audiencia el poder, la santidad, la soberanía, la sabiduría, la gracia y mucho, mucho más de Dios. La declaración no solo hace a la Biblia su libro, sino que hace la vida y todo lo que contiene suyo también.
Dios existe antes de la historia, él es el autor de la historia y él controla a los personajes, la trama y el destino de todo aquel que existe en la historia. Él nunca cambia, pero controla todas las vueltas y giros de la trama. Él crea cosas gloriosas, personas gloriosas y eventos gloriosos, todo para darse gloria a sí mismo.
¿Por qué importa la existencia de Dios? Estoy profundamente convencido de que solo nos conoceremos a nosotros mismos si lo conocemos a él primero. Solo entenderemos la profundidad de nuestra necesidad una vez que entendamos la extensión de su gloria. Solo entenderemos el verdadero significado de la vida cuando primero aceptemos el verdadero significado de su existencia. Solo sabremos lo que significa ser completamente humano cuando primero vivamos en sumisión a la completa realidad de que él era, él es y él será.
De esta manera, la doctrina de la existencia de Dios no es un libro académico, empolvado «de la biblioteca de la teología» para que nosotros lo mastiquemos una y otra vez. No, es quizás la cosa más práctica y formativa que jamás podrías analizar. Simplemente, no podemos aceptar esta verdad e irnos sin cambiar.
Tres maneras en que Dios declara su existencia
Por tanto, ¿cómo declara la Biblia la existencia de Dios? Aquí hay tres temas entretejidos a lo largo de la Escritura que unen la historia bíblica:
1. Dios declara su existencia a través de la creación
La existencia de Dios nos es predicada por medio de la obra más visible de sus poderosas manos: el mundo físico que nos rodea. No tienes que viajar muy lejos de donde estás ahora; es más, no tienes que viajar para nada para poder ver y experimentar las maravillosas y multifacéticas glorias del mundo físico en el que vives.
Mientras más tiempo tomes para usar tus sentidos, más lugares visites o más intentes entender cómo funcionan las cosas y cómo las cosas creadas se interconectan y dependen la una de la otra; más te impresionarás. Justo cuando pensabas haberlo visto todo, algo aún más maravilloso te sorprende.
La Biblia es muy clara en que todas estas glorias físicas están intencionalmente diseñadas para señalarte a Dios (ver Sal 19 y Ro 1). Todas las cosas que puedes probar, tocar, oler y ver no son solo diseñadas para persuadirte de la existencia de Dios, sino que para asombrarte con su gloria.
Las maravillas de la creación que los científicos recién están indagando en la superficie del conocimiento son un argumento diario para la asombrosa sabiduría, poder y gloria del Único que creó cada una de esas maravillas.
2. Dios declara su existencia por medio de su providencia
Existe una manera en la que la historia bíblica tiene solo tres elementos fundamentales:
- Dios te dice qué va a hacer (profecía)
- Luego, te dice cómo lo hizo (narración)
- Finalmente, él interpreta lo que ha hecho (doctrina)
Ahora, la única manera en que la historia bíblica puede avanzar de esta manera es si el Dios detrás de la historia tiene control absoluto sobre cada lugar, evento, persona y cosa. No existe ninguna suerte, destino o probabilidad. No existen momentos afortunados donde las circunstancias no controladas se intersectan y resultan en algo positivo.
Si estudias no solo la historia bíblica, sino que también el movimiento de la historia humana en general, no serás confrontado con la teología de la probabilidad, sino que al contrario, con la teología de la providencia de Dios. Por supuesto, si miras a nivel horizontal a menudo puede parecer que el caos reina, con un destino y probabilidad entremezclados, pero si miras desde arriba, serás confrontado con la historia que se mueve de acuerdo a la voluntad de alguien más grande que nosotros, sin importar cuán grandes o poderosos podamos ser (ver Dn 4:34-35).
3. Dios declara su existencia a través de su gracia
No existe otra explicación para las bendiciones que todos experimentamos, aun en este mundo quebrado, aparte del hecho de que existe un Dios de maravillosa y generosa gracia. Él nos da gracia con su paciencia, con su provisión, con su fuerza, con su sabiduría, con su conciencia moral, con su misericordia y la lista puede seguir.
Su gracia no es solo vista en su voluntad para dejar que su justicia se retrase por otro día para que así todos tengamos otra oportunidad para confesar nuestra rebelión y corramos a su misericordia (ver 2P 3:9), sino que también es vista en lo que experimentamos en el día a día (ver Mt 5:43-45). No merecemos el calor del sol, la lluvia que da vida, el sabor lujoso de una buena comida, la dulzura de un beso humano, la maravillosa belleza de un cordón montañoso, el sonido de la música bien compuesta, la capacidad de pintar belleza en un lienzo o de escribir una atractiva historia o aprovecharse de una bacteria y hacer que funcione para bien.
Todas ellas existen y bendicen nuestras vidas porque detrás de la vida existe un Dios de sublime gracia. Simplemente, no puedes vivir un solo día de tu vida sin ser bendecido por su gracia de alguna manera.
Por qué no creemos que Dios existe
Si Dios obra para hacer su existencia tan obvia, ¿por qué no la reconocen más personas? Es al responder esto que somos confrontados con uno de los efectos más trágicos del pecado: enceguece nuestros ojos y endurece nuestros corazones.
El pecado nos capacita para mirar a las glorias de la creación y no a ver a Dios. El pecado a veces provoca que seamos ciegamente tercos y, otras veces, que seamos tercamente ciegos. A veces miramos y no vemos lo que debemos ver y otras veces miramos y nos rehusamos a reconocer que vemos (ver Ro 1:18-32).
No solo somos ciegos, ¡sino que somos ciegos de nuestra ceguera! Nos decimos a nosotros mismos que vemos, sabemos y entendemos cuando no vemos claramente, cuando no conocemos profundamente y cuando no interpretamos bien. Por lo tanto, si eres capaz de ver lo obvio y entenderlo de una manera que altera la manera en que piensas sobre ti mismo y sobre cómo ves la vida, puedes descansar seguro de que la gracia de Dios te ha visitado.
Se necesita la gracia que abre los ojos para ver, aceptar y entender el centro de la declaración de la Biblia: que Dios existe y reina en poder, santidad, sabiduría y gracia. Conocer a Dios comienza con la operación de su gracia y nuestro reconocimiento de que la necesitamos. Sin esa gracia, no existe argumento lo suficientemente poderoso para convencerte de su existencia. Sin la gracia, quedamos mirando una exhibición gloriosa y no vemos a Aquel de gloria que la creó y controla.
¡Que nunca demos el milagro de esta gracia por sentado!