Título original en inglés: “Guilt and Its Associates”
Este artículo es parte de una serie para pastores sobre problemas que todos tenemos. Los otros problemas que se abordan aquí son el enojo, el sufrimiento y el dolor de la vida, la adicción, el temor y la vergüenza. Todo cristiano debe tener cada vez más sabiduría en cuanto a ellos.
Hemos estado pensando en los problemas que acosan a toda la humanidad, dentro de la cual están las personas de tu iglesia. El plan es abordar seis áreas: el enojo, el sufrimiento y el dolor; la culpa, los temores y la ansiedad; la adicción y la vergüenza. Esta vez es el turno de la culpa.
El desafío es que la culpa parece impopular y menos común. Como consejero, no puedo recordar la última vez que alguien quería reunirse conmigo debido al peso de la culpa. Como predicadores, los sermones que se enfocan en el pecado y las imágenes legales, como la justificación, se sienten menos relevantes para quienes están, por lo general, más familiarizados con la vergüenza, el sufrimiento y el quebranto que con la culpa. Por tanto, una parte importante del cuidado pastoral es hallar la culpa y restablecer su reputación.
¿Qué es la culpa?
La culpa indica que hemos pecado contra Dios. La ley de Dios y la consciencia pueden ayudar a que aparezca. Para muchos de nosotros, no nos es difícil encontrarla. Nuestra maldad es una presencia palpable. Sabemos que podemos comportarnos mal y sabemos que Dios sabe esto. Sin embargo, aun así, es posible que no tengamos la sensación de que nuestra ofensa es contra Dios. ¿Cuántas veces he pecado contra mi esposa, le confesé mi pecado a ella, pero no se lo confesé al Señor? Sé que hice algo contra ella, pero, no siempre siento que fue algo personal contra Dios.
Esta es la naturaleza del pecado: normalmente, podemos identificar cómo altera la relación con la persona que tenemos frente a nosotros, pero somos ciegos a cómo pecamos contra Dios también. La Escritura, por lo tanto, nos ayuda a ver. El principio simple es que nuestra relación con otros revela nuestra relación con el Señor. Si haces algo malo contra otra persona, estás siendo infiel al Señor (Nm 5:6). Cuando te quejas, incluso contra nadie en particular, estás despreciando al Señor (Nm 5:6). En otras palabras, si no puedes nombrar fácilmente tu pecado y culpa, considera tus recientes problemas relacionales y expresiones de enojo. Ahí encontrarás un corazón que, al menos temporalmente, se ha alejado del Señor y ha ido tras otros dioses. Quizás nuestra consciencia disminuida de la culpa viene, en parte, al pensar que pecamos solo cuando rechazamos conscientemente a Dios. La verdad, por supuesto, es que en cualquier momento en que violamos su ley, estamos rechazando su nombre y su honor.
La culpa es buena
La culpa es buena porque nos ayuda a ver nuestro pecado. Tengo un amigo ortodoxo que a menudo objeta el énfasis del pecado en algunas iglesias. La gracia y el pecado, dice él, son la tónica del Evangelio. Sin duda es cierto, pero el perdón de pecados es el resumen frecuente de, o al menos la entrada a, la gracia de Cristo y nuestra batalla presente con el pecado es un resultado de ser liberado del dominio del pecado. Nuestra consciencia de la gracia y de la misericordia depende de si tenemos una alta conciencia del pecado y de la culpa en nuestras vidas.
El pecado no es bueno; sin embargo, la culpa unida al mensaje de la gracia es asombrosa. Indudablemente, una de las evidencias de que el Espíritu está obrando en nosotros es la convicción. La culpa, después de haber llegado a Cristo, es evidencia de que estamos espiritualmente vivos. Pero puede ser complicado. Hay al menos dos maneras en que la culpa se suelta de la gracia de Dios. Una es que nos debilitamos ante las acusaciones de culpabilidad de Satanás. Satanás nos tienta con mentiras de que Dios no es tan bueno y de que el pecado no es tan malo. Entonces, cuando pecamos, él está justo ahí para decirnos que nuestro pecado es sumamente malo y que el perdón es imposible (Zac 3:1-2) y tendemos a creerle.
La segunda manera en que la miseria en lugar de la misericordia se acopla a la culpa es cuando nos dejamos llevar por el legalismo o por las obras de justicia. En lugar de descansar en Dios y en su gracia por nosotros, inventamos nuestro propio sistema de reparación que consiste en lo que podemos hacer para aplacar a Dios, como por ejemplo:
- Poner un poco más de dinero en el ofrendero.
- Aguantar una temporada en la que me siento realmente mal por lo que hice.
- Alejarme de la presencia de Dios hasta que pueda actuar de una manera más digna.
- Prometer que lo haré mejor la próxima vez.
Todas ellas son variantes del legalismo. Suenan religiosas, pero son malignas. Sugieren que el perdón de Dios no es abundante y que podemos expiar nuestros propios pecados.
La culpa unida a la acusación satánica o al esfuerzo propio legalista es muerte. La culpa unida al sacrificio único de Cristo por nosotros y unida a la confesión diaria y a la limpieza de pies (Jn 13:10) está llena de vida.
La culpa, el remordimiento y otros cómplices
En su forma original, la culpa dice: «Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos […]» (Sal 51:4). Luego se vuelca al Señor por misericordia y la recibe. Cuando se corrompe, la culpa está conectada a las acusaciones satánicas y al legalismo. Sin embargo, la culpa tiene otros cómplices también.
El remordimiento puede ser un indicador de pecado y pareciera que la culpa no puede salir de la acusación diabólica. No obstante, también puede ser mera tristeza, dolor o un deseo de haber hecho más en una tragedia, como decir: «si tan solo hubiera…».
Asimismo, la vergüenza se mezcla incorrectamente con la culpa. La vergüenza puede venir del pecado, aunque frecuentemente se expresa como las marcas de los pecados cometidos contra nosotros. Comparte el sentimiento de suciedad con la culpa, pero las causas son diferentes.
Una sensación de fracaso también puede actuar como culpa. El fracaso podría no tener nada que ver con las leyes de Dios. Quizás viene de reglas familiares o culturales para lograr el éxito.
Cada uno de estos cómplices no será completamente conmovido al predicar sobre la culpa y la justificación en Cristo por la fe. Esta predicación es para todos nosotros y siempre vamos a necesitar escucharla. Sin embargo, para hablar a los corazones de nuestra congregación, ampliaremos los límites de la justificación más allá de la imagen del juez y el acusado o buscaremos otras formas de abordar a algunas de estas experiencias que imitan la culpa (p. ej. la adopción, la unión con Cristo, la esperanza en el control soberano de Dios).
La culpa no es una experiencia humana que va y viene a lo largo de la historia. Aunque podría ser necesario un poco de trabajo para realmente hallarla, la culpa es parte de nuestra humanidad y puede ser el poder detrás de algunos de los otros problemas que abordamos en esta serie como el temor, la ansiedad e incluso el enojo. La predicación cuidadosa y el cuidado pastoral la sacará a la luz, creará un lugar en el que la culpa se puede discutir abiertamente, en el que se pueden identificar algunas de sus complejidades y llevará a otros al agradecimiento por cómo Dios ha hablado a las profundidades de la experiencia humana en Cristo.
Si quieres leer un libro sobre legalismo, considera leer El Cristo completo. Legalismo, antinomismo y la seguridad del evangelio: una controversia antigua para hoy escrito por Sinclair Ferguson
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (23 de septiembre, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Guilt and Its Associates” Copyright © 2017 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

