¿Cuándo fue la última vez que quisiste darte por vencido en medio de una situación difícil?
Hace poco, les compartí sobre cómo nos sentimos abrumados incluso antes de comenzar una tarea desafiante. Cuando sentimos el llamado de Dios, es típico medir cuán grande es la tarea que viene por delante y también nuestro historial previo. Sin embargo, muchas veces olvidamos que Dios nos acompañará en cualquier situación que él nos permita vivir, por lo que medimos erróneamente nuestro potencial completo.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando ya dimos el primer paso? ¿Por qué perdemos la esperanza tan fácilmente frente a los obstáculos y la oposición? Es un principio parecido al de medir nuestro potencial: nuestra motivación para continuar es tan fuerte como el lugar en el que hemos puesto nuestra esperanza.
Es probable que hayamos intentado involuntariamente construir la razón para continuar en la superficie arenosa y cambiante de las cosas imperfectas y transitorias que nunca tuvieron el objetivo de ser el fundamento de nuestro significado, propósito y sentido interior de bienestar.
En otras palabras, nos desesperanzamos porque arraigamos nuestra esperanza en las cosas incorrectas. ¿Lo has hecho? ¡Pues yo sí!
Ningún ser humano es capaz de cargar tu esperanza; a este lado del cielo, todos somos débiles e imperfectos. No hay circunstancia que pueda cargar tu esperanza; cada situación en la que estás ha sido alcanzada por el quebranto de la caía y no está bajo tu control. Los maravillosos placeres físicos y las posesiones no te darán una esperanza perdurable; porque todo su disfrute es momentáneo, llenan los sentidos pero no satisfacen el corazón.
Cuando buscas horizontalmente la razón para continuar, inevitablemente, terminarás perdiendo la esperanza. Precisamente, es por este motivo que no existe mejor consejo que el que se encuentra en el Salmo 27:14, “Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor”.
Existe un sólo lugar donde puedes encontrar esperanza estable y confiable. Existe un sólo lugar de descanso para tu corazón y de garantía para tu alma. Sólo hay un lugar confiable donde puedes encontrar la razón para levantarte en la mañana y continuar. Existe sólo una fuente de motivación que es lo suficientemente fuerte para soportar las tormentas de la vida en un mundo caído.
Cuando tu esperanza está en el Señor, cuando tu sentido interior de bienestar y seguridad está en él y cuando él es la razón por la que continúas aún cuando las cosas son difíciles, entonces estás construyendo tu vida sobre algo confiable y seguro. Cuando estás esperando en el Señor, has puesto tu confianza en aquel que es la fuente definitiva de todo lo que es sabio, bueno y verdadero.
Cuando esperas en el Señor, estás poniendo tu confianza en las manos de aquel cuyo poder es inmensurable. Cuando esperas en el Señor, tu consuelo viene de aquel cuyo amor es ilimitado. Cuando esperas en el Señor, puedes tener certeza de que en la realidad es él quien gobierna sobre todas las cosas. Cuando esperas en el Señor, puedes vivir con confianza porque sabes que cada una de sus promesas es verdadera. Cuando esperas en el Señor, puedes tener esperanza incluso en la debilidad porque sabes que su gracia es suficiente.
“Sí, espera en el Señor”, ¡No podría decirlo mejor!
Dios los bendiga.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
- ¿Cuándo fue la última vez que sentiste que querías darte por vencido en medio de una situación difícil?
- ¿Te sientes abrumado y desanimado porque tu esperanza está puesta en relaciones imperfectas, en las circunstancias o en las cosas materiales?
- ¿Cómo cambiaría tu día a día si estuvieras esperando activamente en el Señor? Piensa en, al menos, dos ejemplos específicos.