¿Qué tienen en común nuestros temores maternales? Todos están en nuestra imaginación. Nuestras mentes fértiles generan incontables escenarios donde a nuestros niños les sucede una calamidad u otra: ¿Qué tal si mi hijo se rebela al llegar a la adolescencia? ¿Y si mi hija no quiere ser mi amiga cuando crezca? ¿Qué tal si mi hijo sufre un accidente automovilístico? ¿Y si a mi hija le diagnostican leucemia?
Tras treinta y ocho años de maternidad, he descubierto que la mayoría de las cosas malas que imaginé nunca se hicieron realidad. Sin embargo, ha habido otras aflicciones; unas que nunca preví.
Es por esto que el sabio consejo de Elisabeth Elliot ha sido invaluable para mí en la lucha contra el miedo: “No hay gracia para tu imaginación”.
Dios no salpica gracia sobre cualquier camino que mis miedos tomen. Él no se apresura a darme apoyo y ánimo en todos los escenarios catastróficos que yo imagino.
No; en lugar de eso, Él me advierte que me aleje de esos senderos: “No te irrites, pues esto conduce al mal” (Salmo 37:8).
No hay gracia para nuestra imaginación. Es por eso que nuestros pensamientos temerosos producen un mal fruto: ansiedad, falta de gozo, e inútiles intentos de control.
No hay gracia para nuestra imaginación. Sin embargo, Dios promete gracia suficiente y abundante para todos los momentos reales de nuestras vidas. Es por esto que la mujer de Proverbios 31 puede “reírse del futuro en vez de preocuparse o sentir temor de él” (comentario de la Biblia de Estudio ESV en Proverbios 31:25).
No hay gracia para nuestra imaginación, pero la habrá para nuestro futuro como madres —en el momento que sea—.
No hay gracia para nuestra imaginación, pero sí la hay para los desafíos que nuestra maternidad enfrenta hoy. No para el problema imaginario de mañana o los que has previsto para el año próximo. Sólo para hoy.
Esa es la razón por la que Jesús nos dice: “No se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas” (Mateo 6:34).
Las mamás saben mejor que nadie que esto es cierto: ¡Cada día realmente tiene suficientes problemas como para añadir las preocupaciones de mañana!
Pero, para los suficientes problemas de hoy, la gracia de Dios es más-que-suficiente: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en tu debilidad” (2 Corintios 12:9).
Deuteronomio 33:25 dice: “Que dure tu fuerza tanto como tus días”.
Aún más, para la madre cristiana, la bondad y la misericordia están detrás de cada momento de los problemas de hoy. Nuestros problemas no carecen de sentido. La bondad y la misericordia de Dios nos siguen hoy y todos los días de nuestras vidas (Salmo 23:6).
“Valor, querida amiga”, nos anima Charles Spurgeon, “El Señor, el siempre-misericordioso, ha fijado cada momento de dolor y punzada de sufrimiento. Si Él ordena el número diez, éste jamás podrá aumentar a once, ni tú deberías desear que disminuya a nueve” (mi énfasis).
Dios está trabajando para que los problemas maternales de hoy conduzcan a nuestro bien. Así que no te preocupes por el mañana, sino que búscalo a Él hoy.
Este artículo fue originalmente publicado por Girltalk. | Traducción: Sabrina Wainberg

