Hoy será el noveno y último devocional sobre el tema de las palabras. Para concluir, quisiera volver a un versículo que ya estudiamos.
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca (Lucas 6:45).
Es absolutamente cierto que revelaremos con nuestras palabras lo que ya está en nuestros corazones. Sin embargo, existe algo más que nos enseña este versículo (y el mensaje global de la Escritura):
Lo que decimos no es tan importante como la razón por la que lo decimos.
En otras palabras, el vocabulario específico que seleccionamos no es el que hace que nuestro discurso sea piadoso o impío. Al contrario, la motivación detrás de la elección de nuestro vocabulario es lo que agrada o desagrada a Dios. Vemos este tema en otros dos versículos famosos:
- «…El hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón» (1S 16:7).
- «¡Ay de ustedes, escribas y Fariseos, hipócritas, que limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno!» (Mt 23:25).
No me malentiendas. Hay ciertas cosas que tú nunca debes decir. Por ejemplo, nunca deben decirse palabras que traen a la mente impurezas sexuales y que provocan que tú y otros tropiecen.
Nunca debe decirse «maldito seas». Existen directrices claras en la Escritura como el por qué nunca debemos decir estas palabras o frases.
Existen palabras que son consideradas «culturalmente descorteses» por algunos círculos. Podría ser sabio evitar decirlas por el bien de otros, pero debemos ser cuidados al examinar las motivaciones de nuestro corazón cuando seleccionamos el vocabulario específico.
Es ingenuo y, en el mejor de los casos, superficial juzgar la elección del vocabulario específico y podría ser farisaico y legalista en el peor de los casos.
Si eres capaz de decir palabras «culturalmente descorteses» con un motivo puro en el corazón para edificar a otra persona, la Biblia diría que agradaste al Señor.
De la misma manera, si dices palabras «culturalmente educadas» a otra persona con un tono muy impío y una motivación impura, no puedes dejar la conversación pensado que has agradado al Señor debido a la elección de tu vocabulario.
Una vez un hombre usó mi título de «doctor» y mis logros de una manera irrespetuosa para denigrarme. Él estaba usando vocabulario halagador y nunca pronunció una palabra «culturalmente descortés», pero su motivación era hacer daño.
Permíteme decir una última cosa: no uses esto como una licencia para ser flojo y decir lo que quieras.
La Biblia es muy clara respecto a que necesitamos ser lentos y cuidadosos para hablar. También se nos ordena a poner los oídos y los corazones de quienes nos escuchan por sobre nuestros propios deseos y preferencias.
No obstante, necesitamos ser un pueblo preocupado por nuestros corazones y por lo que hay «dentro del vaso» más que cualquier cosa.
¡Que Jesús nos ayude (no solo con nuestras palabras, sino que en toda la vida) a ser un pueblo que examina sus motivaciones y depende en su gracia para que nuestros corazones sean transformados!
Preguntas para reflexionar
- ¿En qué áreas de tu vida debes prestar más atención a lo que dices por el bien de otros? Identifica una relación que tengas en la que necesites poner sus oídos por sobre tus propias preferencias.
- ¿Hay áreas en las que estás más preocupado de lo que hay fuera del vaso que con la motivación de tu corazón?
- ¿En qué instancias usas palabras (halagos, culpa, amenaza, etc.) para manipular a otra persona con el fin que haga lo que tú quieres?
- ¿Qué palabras que dan vida puedes compartir hoy día para exhortar a alguien que Dios ha puesto en tu camino?