¿Le temes a hablar en público? ¿Cómo responderías si alguien te pidiera que enseñaras la Biblia o que compartieras tu fe frente a otros?
Muchos de nosotros tendríamos las manos sudorosas si se nos pidiera hacer un simple anuncio durante el servicio del domingo, cuánto más si se nos pide enseñar. Quizás es nuestro temor general a hablar públicamente lo que estimula la ansiedad o quizás sientes que no eres tan instruido bíblicamente como deberías.
Sin embargo, no importa cuán incómodo estés frente a una multitud o independientemente de lo poco que hayas estudiado en el seminario, Dios tiene el propósito de que seas uno de sus instructores.
Es cierto que Dios aparta a ciertas personas para la enseñanza pública en la iglesia. Él les da los dones y la gracia necesarios para hacer aquello a lo que los ha llamado a hacer en ese rol. Sin embargo, la proclamación programada de la Palabra en el cuerpo de Cristo es solo un aspecto del ministerio de enseñanza de la iglesia.
El apóstol Pablo nos instruye a todos, en Colosenses 3:16, a «que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros…». En este contexto, Pablo está hablando sobre las miles de oportunidades diarias de ministerio que Dios le da a cada uno de sus hijos.
(Este pasaje no está dirigido a estudiantes de seminario ni a pastores ni a ancianos. Al comienzo del capítulo, él comienza con, «si ustedes, pues, han resucitado con Cristo…». Esos somos todos nosotros, cualquier cristiano, sin importar la vocación ni la ubicación).
Por tanto, ¿cómo se ven estas oportunidades de la vida diaria? David comparte una en el Salmo 51:13: «Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti».
Este tipo de enseñanza no requiere que expongamos una teología exhaustiva de la gracia. La mayoría de nosotros no estaríamos calificados para hacer eso. Al contrario, este tipo de enseñanza requiere que compartamos nuestras historias de rescate y transformación con otros.
Este ministerio informal uno a uno no le está enseñando a la persona sobre la gracia; al contrario, estoy compartiendo mi experiencia de gracia. Las personas aprenden, no porque abrí el diccionario y les di una clase, sino porque les he mostrado el video de gracia en acción en mi propia vida.
Lo que nos califica para enseñar en el contexto del ministerio personal de la vida cotidiana es la gracia que hemos recibido en nuestros propios momentos de necesidad. Al estar dispuesto a compartir mi propia historia, estoy siendo una herramienta de la gracia transformadora en sus vidas.
Podrías nunca llegar a ser un pastor, un líder de grupo pequeño, un maestro de Escuela Dominical o un misionero en el extranjero, pero siempre serás llamado a a una vida diaria de transparencia del Evangelio. Dios quiere que estés preparado, dispuesto y a la espera de compartir tu gratitud por la gracia que has recibido con alguien que la necesite tanto como tú.
¿Serás un buen administrador de tu historia de gracia?
Preguntas para reflexionar
- ¿Qué pasos puedes dar para instruirte más bíblicamente y formarte más teológicamente?
- ¿Qué otras áreas de tu vida compiten (o priorizas más) con ser un estudioso de la Palabra de Dios?
- ¿Has pensado en cómo contar tu historia de una manera que ponga a Dios y a su gracia al centro? Toma un tiempo ahora para considerar cómo puedes compartir tu historia con otros: cómo Dios te salvó y cómo te está transformando cada día.
- ¿Qué obstáculos te dejan sin disposición o con nervios para hablar con honestidad sobre cuánta necesidad de rescate tenías (y continúas teniendo)? ¿Cómo puedes combatir ese orgullo o ese miedo al predicarte el Evangelio a ti mismo?
- ¿Quién cerca de ti podría beneficiarse de tu historia de gracia? ¿Qué pasos de acción puedes dar esta semana para juntarte con ellos y comenzar a compartir tu historia, mientras también le preguntas más sobre su historia?